lunes, 20 de febrero de 2012

De la consistencia de los sueños.

Imagen tomada de http://bitsonbeats.blogspot.com/2012/01/cosas-que-quizas-no-sabias-sobre-los.html

Así han sido las cosas entonces. Un reencuentro con una agenda oculta, la de ella, unas ganas de conectarse emocionalmente eliminando las barreras, todas las barrera, incluyendo el uso del condón -esas ganas fueron las mías-, y un acto de fe en que nada va a ocurrir, eso sí, basado en la información, la de ella, y... ¡bam! A quedó embarazada. ¿Por dónde empezar para hablar de este pasaje? Tal vez podría iniciar diciendo que el acto de no usar condón fue algo completamente premeditado, pero tenía sus bases. Yo en realidad no soy ningún kamikaze que se aviente así nomás porque sí a tener relaciones desprotegido. De hecho, yo no tengo relaciones sin condón y eso supongo que está claro en este blog. Es una "política" permanente y sistemática. No tengo problema con los preservativos y soy inflexible en ese aspecto, por más que me insistan, y debo decir que sí ha habido unas cuantas personas que han insistido. Bueno, así fueron las cosas, en esa visita que ella me hizo a la casa, después de algunos meses de no vernos y después de mucho tiempo de no tener relaciones sexuales entre nosotros, yo decidí que fuera sin condón y eyaculé dentro de ella lleno de emoción y de gozo. Sin embargo, mientras eso sucedía no dejaba de darme vueltas en la cabeza, en el fondo de mis pensamientos, que eso no estaba bien. Luego de esa ocasión que sucedió hace ya algunos meses, y una vez establecida la posibilidad de un reencuentro más en nuestra ya larga y atormentada relación, fue difícil pensar en usar condón de nuevo. Yo me convencí de que ella no podía quedar embarazada y, si así fuera, me lo diría (¿realmente pensaba que me lo diría?). En fin, quise creer eso y seguí teniendo relaciones así nomás. Una mañana me desperté de sobresalto en mi casa. Había soñado que Tita se sentaba a la orilla de la cama y se tocaba la panza. Estaba embarazada y lucía una sonrisa amplia cuando me miraba. Habíamos vuelto de nuevo y ese hijo que cargaba era mío. En ese momento me desperté de golpe y angustiado. Comenté eso con A unos días después. Le dije lo que me había pasado y lo que pensaba. Algo en mi cabeza daba vueltas inconcientemente y había asomado en forma de este sueño angustiante. Ella me aseguró en ese momento que no había prácticamente ninguna posibilidad de que ella quedara embarazada, por lo que no tenía de qué preocuparme. Yo me sentí incómodo con este tema, es decir, si bien es cierto que era de lo más agradable tener relaciones sin estar preocupado por el uso de preservativos, también el no usar nada representaba una especie de recordatorio de que estábamos haciendo esto así porque ella no podía tener hijos. En el fondo de mi corazón era como si yo le estuviera recordando su infertilidad, dado que yo le he dicho infinidad de veces que no quiero tener hijos. En este sentido, pienso que tal vez me hubiera sentido más cómodo usando condón, porque así no quedaba esta sensación de sus dificultades reproductivas. Qué locura, lo sé, es un enredo de ideas y emociones. Días después ella decidió que nos dejáramos de ver otra vez. Necesitaba pensar cosas que tenían que ver con una relación reciente que había terminado o por lo menos había quedado en pausa. Yo solamente escuché y estuve dispuesto a la nueva separación. Era algo que esperaba en cualquier momento, como ha sucedido siempre con ella. Yo estaba preparado. Nos dejamos de ver. Días más tarde A me avisó que estaba embarazada. Mi sueño aquél había sido como una predicción. Yo sabía que eso estaba mal y lo había hecho de todos modos. Ese sueño no ha dejado de inquietarme. Lo consulté con mi gurú y me dijo que Tita quedó en mi vida como la corporeización de todas mis debilidades y mis miedos y por ello, cada vez que yo sienta angustia por alguna situación, estaré vulnerable a que ella se me aparezca en los sueños, representando mi angustia sobre algo que mantengo a nivel  inconciente. Yo bromeaba al respecto. ¿Es entonces que T se convirtió en una especie de ángel de la guarda que me estaba protegiendo de mí mismo al pegarme tremendo susto cuando se sentó a la orilla de la cama y me mostró su panza de embarazada? ¿Era un aviso de que eso me podía pasar si seguía teniendo sexo sin protección? De la consistencia de los sueños.

martes, 16 de agosto de 2011

He vuelto

Nuevamente un largo desconecte pero otra vez estoy aquí. No he olvidado estos espacios privados, ni lo bien que me hace escribir sobre la vida, los miedos, las ilusiones y las fantasías.
Volveré a hacerlo lo más a menudo posible, pero hoy estoy muy cansado.
Hasta pronto.

jueves, 25 de febrero de 2010

El inicio


Imagen tomada de http://fugapermanente.wordpress.com/2009/08/

Un día lo vi llorar. Bueno, tal vez no llorar, rogar sería más preciso. Yo estaba en plena crisis. No sabía qué hacer. Me sentía mal en la relación, estaba inseguro de seguir. No nos estábamos llevando bien y, más importante aún, yo no estaba seguro de seguir con esta relación gay y quería recuperar mi vida "normal".
La escena la recuerdo claramente. Teníamos más o menos tres o cuatro años de estar juntos, como pareja. Hay muchas cosas en esta historia de amor que han desaparecido de mi memoria, pero esa no. Yo estaba en mi cama, parece que me sentía enfermo o algo así. Estábamos en mi habitación. Él estaba vestido y nos encontrábamos en una post discusión. Yo estaba sentido por algo, pero no recuerdo qué era. Parece que finalmente no lo recuerdo tan bien como me imaginaba. Yo estaba sentado en la cama, bajo las colchas, con las piernas cruzadas en flor de loto. Él vió en mi cara una expresión diferente. Vio algo que lo asustó, creo. Me imagino que vio mi cara con una sombra gris, con un velo helado, con una expresión de desencanto. Tal vez pensó que a mí se me había roto algo por dentro y que esa fisura tenía un reflejo en mi cara.
Yo le dije- mira, no sé...
El se acercó. Acurrucó su cabeza entre mis piernas flexionadas y me abrazó con un solo brazo.
No me botes -susurró despacito- no me botes por favor.
En ese momento sentí toda su fragilidad. Todos sus miedos se encarnaban allí y yo podía verlos, tocarlos, era algo completamente tangible. Él siempre es un hombre duro, fuerte, que no cede. En ese momento parecía otra persona. Un niño frágil, abandonado.
Tuve la sensación de entender toda su vida en ese momento. Comprendí de pronto su infancia, los miles de lugares, las casas temporales, los días solitarios y la terca necesidad de aferrarse a sus mundos fantásticos, a sus amigos imaginarios.
Toqué su cabeza y me pareció comprender todas sus pérdidas. Su padre, su matrimonio, la separación de su hijo, sus años entregándolo todo por una causa... y entendí que estaba solo, que él, mucho más que yo, estaba solo. A pesar de ser un hombre famoso y querido por todos, era un ser humano solo, y por eso frágil y por eso vulnerable.
Amé en ese momento todo eso que vi y que sentí. Amé su enfermedad, por decirlo de algún modo. Amé su necesidad de mí, su miedo, su angustia y su expectativa ante mi decisión. Yo solamente había dicho "mira, no sé..." y parecía que él estaba conteniendo el aliento esperando que yo continuara la frase y terminara de enterrarle mi decisión en el pecho.
Sentí que era mío en ese momento, que de verdad me quería y me necesitaba. Que me necesitaba porque me quería. Lo sentí pequeño, como un niño, como si fuera mi hijo. Decidí no continuar mi frase y me quedé callado.
Nos quedamos en silencio un buen rato. Yo le acariciaba la cabeza. Él me abrazaba y enterraba su cara en mis piernas. Solamente escuchábamos los ruidos que venían de afuera del departamento.
Yo apagué mis dudas. Él, después, recuperó su fortaleza. Yo me quedé. Los dos seguimos.
Eso fue hace como siete años y todavía creo que ese momento es el verdadero inicio de nuestra relación.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ésta es tu vida

Imagen tomada de: http://en.easyart.com/art-prints/artists/Paul-Klee-3638.html

Ésa fue la línea que escuché hoy en un programa de televisión y me quedó girando en la cabeza. Ésta es tu vida. Ésta es mi vida. Mi vida es así, como ésta y así, tal como está. Un poco -o un mucho- como la he descrito en este blog. Pero hay mucho más que también es mi vida y que aquí no aparece nunca. Ni aparecerá.
Pero ésta es mi vida. Soltero, 45 años, profesional, sin hijos, con estudios de posgrado, que sueña con seguir estudiando, y con sacarse la lotería -o cualquiera de esos juegos de la suerte, mejor dicho- para no trabajar más y dedicarse a los estudios, que un día quiso ser escritor, otro psicólogo, otro ingeniero, otro bailarín, otro dramaturgo, otro guerrillero y, al final, no fue ninguna de esas cosas y al mismo tiempo un poco todas ellas. Soy ese hombre que se sigue preguntando qué hacer con su vida y que, a pesar de que tiene la edad suficiente como para darse a sí mismo una respuesta satisfactoria, sigue a la búsqueda de algo más. Soy un hombre que ha obtenido mucho menos de lo que pensaba a esta altura de la vida, con todo y lo que la gente piense en sentido contrario. Soy ese hombre que nunca se creyó que podía ser un gran intelectual, que nunca se lo tomó en serio y ahora que sí quiere serlo, le está costando mucho más trabajo del que se imaginaba, más que nada por los miedos que él mismo tiene y no por obstáculos concretos y materiales. Soy ese hombre que en los últimos años a tomado cada vez más conciencia de que los años pasan volando y que la vida no espera nada, aunque te da la oportunidad de que te avientes a buscar el sueño que siempre has soñado el día que quieras. Soy un hombre angustiado porque piensa que un día más es un día menos y que de todos modos vive muchas parálisis, en lo profesional, en lo personal, en lo intelectual. Ésta es la vida de un hombre, el cual, a pesar de lo que digan los demás, no se siente tan seguro en ningún otro sitio como en su casa, a solas, aislado del mundo.
Soy ese hombre que está empezando a mentir respecto a su vida personal, su vida sexual, para que nadie lo moleste pero que tiene el temor de que un día todo se descubra y quede en ridículo delante de los demás.
No sé por qué estoy empezando a tener miedo en muchos aspectos en la vida. En el desarrollo profesional pienso a veces que ya llegué a mi límite y que me va a costar mucho tener algo más de lo que ya tengo. En el campo intelectual me costó animarme a estudiar el posgrado y ahora me sigue costando seguir adelante con los pasos que tanto he anhelado seguir. En la vida de pareja vivo temeroso de que un día me de cuenta de que es demasiado tarde o que se cumpla lo que me dijo una amiga cuando decidió echarme las cartas del tarot y me habló de una muerte y yo supe o pensé saber exactamente a que muerte se refería.
Soy éste. Ésta es mi vida, hay más, pero ésta es.

viernes, 23 de octubre de 2009

¿Dónde está la clave?




Camino por la calle y muchas veces voy mirando a la gente con quien me topo. Los miro a la cara, les miro el cuerpo, observo sus movimientos, sus proporciones, su sonrisa, la expresión de su mirada. Miro a la gente adulta y también a los jóvenes. Hay gente que me atrae inmediatamente. Cuando me doy cuenta de ello, trato concientemente de conocer la razón de esa atracción. Sé que tengo una fijación con la boca, con la forma de los labios, de los dientes, de la sonrisa, pero a veces no es la boca la que me gusta. A veces me gusta por ejemplo la forma de la cabeza, el modo en que el pelo enmarca la cara. Pero también me gustan los hombres pelones, sobre todo después de aquella historia con el Neurólogo Catalán.
Me fijo en hombres y mujeres. No me fijo en personas muy jóvenes, no me atraen. En niños, menos. Digamos que de treinta para arriba la cosa se pone interesante.
Trato de definir ese secreto que provoca mi atracción. No puedo dar con él por más que lo intento. Es algo físico, es algo que debería ver claramente porque está ahí, a la vista y debería ser descriptible, pero no lo es. Por el contrario pareciera como un suspiro, algo resbaloso que se escapa. Algo que es apenas un asomo de luz en una oscuridad permanente, una especie de insight.
Me he sorprendido muchas veces observándo indiscretamente a una persona porque me gusta pero no sé qué es exactamente lo que me gusta. Es como esos cuadros que ves de lejos y que te parecen hermosos o por lo menos atractivos, pero de cerca pierden esa fuerza, se ven sus defectos.
Pienso todo esto porque en las últimas semanas he sentido esos chispazos de atracción. En la calle, en encuentros profesionales. En mi oficina, en cambio, eso no me sucede con nadie con quien yo sienta esa magia de encontrarme de pronto atraído.
Demonios, qué es. No es la delgadez, porque me he sentido atraído por gente con buenas carnes. Nunca por gordos, de plano eso es un deal breaker pero sí por gente que tiene sus kilos. Antes pensaba que tenía preferencia por la gente morena, de tipo latino, pero ahora me doy cuenta que mi gusto está mucho más globalizado y, sin dejar de sentirme atraído por el tipo latino tanto en hombres como en mujeres, también otros rasgos físicos me resultan interesantes, como los negros, los asiáticos y claro, los caucásicos. Tampoco es la altura porque no necesariamente una persona alta me va a gustar más que una más bajita.
Creo que estoy escribiendo esto más a tientas que con algo claro, pero así resulta. Ese sex appeal, ese allure, ese no sé qué, que no puedo describir.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Yo en mis imágenes.


Imagen tomada de: http://juansahumerio.wordpress.com/2009/05/

El cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible.
Amado Nervo.

He reflexionado muchas veces en este blog sobre el cuerpo y sus consecuencias. En buena medida, todo este blog es una reflexión sobre ese tema y, por más que pienso que todo sobre mí y sobre mi cuerpo ya lo he dicho, siempre saltan temas acá y allá, en el ir y venir de los días, de los encuentros y las historias tropezadas.
Hace algunas semanas regresé de vacaciones en la playa. Precisamente el post anterior a éste hace referencia a esos días maravillosos en una isla que es como una fantasía. Cuando me encontraba en casa, de vuelta, lo primero que quise hacer fue subir algunas de las fotografías que tomé entonces. Me apuré a publicarlas en el Facebook para que mis amigos y mi familia las vieran. Hacer la selección del material no fue tarea fácil ya que tuve que revisar más de mil imágenes para finalmente hacer una presentación de sesenta de las más relevantes, de las mejor tomadas y de aquéllas en las que a mí me gustaba cómo yo me veía. Esta última parte es la que me parece relevante para el blog porque escoger esas fotografías que considerara dignas de publicación implicó también darme cuenta de un proceso que pasaba por mi autoimagen, por aquella cristalización mental sobre mi cuerpo y mi persona que está fija en mí y que tenía que coincidir con la imagen que aparecía en las fotografías. No en todos los casos sucedió así, tengo que comentarlo. De hecho, en muy pocos casos sucedió así. Pocas de las fotos tomadas satisfacían los requerimientos que yo considero necesarios para que fueran publicadas. Fotos, por ejemplo donde salía gordo, con la cara demasiado redonda o con expresiones no muy estéticas fueron desechadas, incluso en alguna en que la expresión era de lo más natural. Si no me gustaba, no era seleccionada.
¿Cuáles eran entonces aquellas imágenes que sí pasaban la censura autoimpuesta? Las que no mostraban las carnes demasiado desproporcionadas, demasiado sueltas o donde mi cara se veía delgada o con una expresión agradable. En pocas palabras, donde me alcanzaba a ver más delgado, más joven y más bello, por decirlo en unas cuantas palabras. Todo eso es sumamente subjetivo, me dí cuenta después porque posteriormente, cuando compartí las fotos y pregunté a algunas personas dónde es que les gustaba más cómo me veía, las elecciones no coincidieron con las mías necesariamente. Mientras alguno de los encuestados elegía una foto, yo trataba de entender qué era lo que le había gustado de ella y hasta pedía explicaciones de ello.
Sorprende saber que lo que a uno mismo le gusta de sí, no es lo mismo que los demás aprecian. Una sonrisa que a mí me parece seductora no causa ningún efecto en otros, sin embargo una cara seria tal vez sea más llamativa para los demás, aunque no necesariamente. "En gustos se rompen géneros" dice el lugar común, y es todavía más clara esa diferencia cuando se trata de uno mismo.
La cosa es que yo me preocupé mucho por no verme mal en las imágenes. No sé si todos harían lo mismo. De hecho, esta reflexión se disparó cuando un amigo, que también fue a la playa días después publicó sus propias fotos y, la verdad, siento que se veía muy mal en ellas. Eso me llamó la atención porque sé que él es muy vanidoso, se preocupa mucho por su físico. Es bastante más joven que yo y cuando salíamos juntos él siempre estaba pendiente de su aspecto, mucho más que yo. Cuando yo vi sus fotos me pregunté ¿pues qué no se habrá dado cuenta de que se ve tan mal? La verdad no sé si él se dio cuenta o no. Tampoco creo que podré preguntárselo, pero bueno, eso hizo que yo pensara en mis fotos y en este especial cuidado que tuve para no poner ninguna donde yo no me gustara.
Más allá de la vanidad y de la inseguridad sobre mi cuerpo y mi autoimagen, lo que intento poner acá es esta idea de qué es lo que ven los demás de uno en una fotografía y qué es lo que uno ve en la misma imagen cuando se trata de que sujeto y objeto son la misma cosa. Tal vez la gente no sea tan enjuiciadora al ver las fotos. O tal vez sea todavía más que uno. No estoy muy seguro de eso. Tal vez la gente que siente afecto por uno no le importe todo esto que yo estoy pensando, sino que mira la foto y lo que ve es algo que tiene relación con una conexión afectiva, o algo así. Mirará la felicidad de uno, quizá. Mirará no solamente a la persona fotografiada sino todo el entorno y se hará una imagen de lo que la persona en la imagen vivió y eso tal vez distraiga o distorsione la percepción del contenido. No lo sé. Yo no lo hice con las fotos de mi amigo. Yo vi alguien feo y mi amigo no es feo.
En muchas de las fotos de la playa yo salgo con camiseta. Casi no me dejé tomar fotos con el torso descubierto, para que no me viera gordo. Sin embargo, en casa yo me he fotografiado desnudo muchas veces, muchas. Incluso hasta he publicado unas cuantas en Facebook pero sin mostrarlo todo. Qué locura. Bueno, hasta tengo un blog en donde cuento el proceso de llevar una buena alimentación y sus efectos en la estética corporal en donde salgo completamente desnudo. Eso sí, sin mostrar la cara, por aquello de que el anonimato me da mucha más libertad en estos espacios públicos.
Mi cuerpo entonces es la exhibición máxima, la vulnerabilidad total, tal como lo escuché en un texto hoy mismo. No estoy dispuesto a mostrarlo todo. Quizá porque yo no lo acepto todo como es, pero lo cierto es que así es. Hoy pensé "tengo el cuerpo de alguien que hace las cosas que yo hago: escribir, leer, escuchar música, ir al cine, comer bien". No podría tener un cuerpo distinto si no hago cosas distintas. ¿Qué tan dispuesto estoy a hacer algo distinto con mi cuerpo, con mi persona? No mucho, creo yo, así que seguramente mi cuerpo seguirá siendo el que es, con sus defectos, con sus "oportunidades".

martes, 18 de agosto de 2009

Imágenes, evocaciones y recuerdos.


Imagen original del autor de este blog.

En la playa, mirando el cuerpo de una mujer que permanecía recostada junto a su pareja, a unos metros junto a mí recordé historias de otros tiempos que se mezclaron con imaginarios de algo que nunca fue. El cuerpo sensual de esta anónima compañera de playa me hizo viajar con el pensamiento entre los recuerdos y la imaginación hacia el cuerpo de una de las mejores amantes y mejores parejas de toda mi vida.
Al acomodar ese bikini, pensé que por un momento vería debajo del triangulito a rayas de esta playista un pubis bien recortado, muy como se usa en la actualidad. Esa imagen en mi cabeza me hizo tener el recuerdo de un pubis y la fantástica sensación de hacerle sexo oral a una mujer. Sentir sus jugos, percibir su olor, disfrutar todas las texturas que la lengua puede captar en el pubis de una mujer, desde la aspereza del vello recortado, hasta la lubricidad salada de la paredes internas de una vagina que cede a la penetración oral.
Lo recordé todo. Me lo imaginé también. Me imaginé haciéndole sexo oral allí mismo, sin que nada alrededor importara.
Me imaginé levantando su bikini y deslizándolo hacia abajo para acercar mi boca y mi nariz. Ese olor, ese sabor lo conozco.
La imagen derivó rápidamente en el pubis de Audrey y entonces el pensamiento se tornó en recuerdo. A la memoria vinieron esas imágenes, las de su pubis apareciendo al retirarle lentamente la tanga y la manera en la que elevaba la cadera, un poco para que la ropa interior deslizara más fácilmente y otro poco para ofrecer su entrepierna a mis ojos y mis ganas.
Ese recuerdo provocó otro, el del pubis de La Internauta Italiana, con sus sabores y olores tan distintos, mucho más fuertes, y entonces la oralidad dio paso al coito total, a caballo, yo tumbado de espaldas y ella montada encima de mí y a punto de venirse, mirándome a los ojos y avisándome que su orgasmo estaba próximo. Recordé que ella se podía venir muchas veces y también eyacular y que lo hacía con abundancia. Recordé las veces que me decía ¡no te muevas, no te muevas! en aviso de que su eyaculación sucedería a continuación. Mientras recordaba eso me imaginé la escena, es decir, no fue un recuerdo, sino que la imaginé nueva, como si lo estuviéramos haciendo en ese momento. Y esa imagen me hizo recordar algo muy especial, que lo tenía casi borrado, que cuando ella eyaculaba se le salía un par de lágrimas. Pero no lágrimas de tristeza o de emoción, sino lágrimas como de bostezo, de esas que no tienen que ver con las emociones. La recordé sacándose las lágrimas y expresando un enorme alivio después de la eyaculación, pues había liberado esa misteriosa carga de líquido incoloro, inodoro, cuya sensación de liberación se parecía a la micción, pero no igual.
La recordé entonces recogiéndose las lágrimas mientras yo permanecía extasiado por la sensación de su eyaculación con mi pene adentro y me hubiera empapado completamente el pubis, los testículos y el perineo.
Ese recuerdo me hizo pensar en algo de lo cual no tengo memoria que hayamos hecho y la verdad, es una lástima. Nunca eyaculó encima de mí, en otra parte fuera de mi pubis. Nunca lo hizo en mi estómago, por ejemplo, o en mi pecho, que hubiera sido mucho mejor. Así, mientras pensaba en eso y creaba esas imágenes en mi cabeza, imágenes que, como digo, no sucedieron, me imaginé a La Internauta Italiana eyaculando en mi cara, en todo mi rostro y dejándome caer todos sus jugos en la boca. ¿Por qué no lo hicimos nunca? Qué estúpido. No sería entonces una imagen, sino un recuerdo de algo vivido, de lo experimentado. Imaginé bebiendo su líquido, expresándole así mi aceptación total, mi comprenetración profunda con ella. Cualquier cosa que de ella viniera estaría bien y más ese líquido que únicamente era producto de nuestra interacción.
Esto último encendió mi cuerpo, que reaccionó con una erección que tuve que disimular en mi traje de baño y que al mismo tiempo me arrancó de mis sueños e imaginarios y me devolvió a la realidad, a ese bikini a rayas en la palapa que estaba junto a la mía, y también de regreso a mi lectura de ese momento, la historia de las epidemias en México. Eso apaciguó todas las señales de deseo y ni la playista junto a mi, ni nadie más se dio cuenta de mis viajes íntimos al pasado y a la fantasía.

lunes, 13 de julio de 2009

En el país de los tuertos


Imagen tomada de http://escuchandoelladob.blogspot.com/

No sé bien cómo decir esto sin que suene presuntuoso pero, al parecer, los hombres son bastante torpes cuando se trata de mujeres. Eso es lo que terminé concluyendo luego de este reciente fin de semana. Tal vez si cuento la historia completa la cosa quede un poco más clara.
La Azotada Europea está de visita en el país y contactó conmigo para que nos encontráramos fuera de esta ciudad. El fin de semana pasado nos vimos y, bueno, tuvimos sexo. Todo estuvo bien, aunque debo confesar que yo me sentía bastante cohibido. Ella causa en mí ese sentimiento, esa especie de inseguridad, por lo menos en el primer encuentro. A pesar de que he escrito aquí varias veces sobre ella y su, sorprendentemente, poco conocimiento que tiene sobre algunas cosas relacionadas con la sexualidad, siempre genera en mí una imagen como de mujer muy experimentada, como de mujer muy exigente con sus amantes, como de mujer que difícilmente se deja sorprender por un amante torpe.
Así las cosas, nos reunimos y tuvimos un encuentro sexual. La cosa no sería merecedora de mayor comentario si no fuera porque ella terminó completamente "sorprendida" con mis habilidades sexuales. Que conste que avisé que esto sonará presuntuoso. Al terminar nuestra sesión los dos estábamos empapados en sudor, exhaustos. Cuando me recosté en la cama ella apenas podía hablar, dijo algo como "me duelen hasta los ojos" -en realidad no dijo eso, pero algo muy parecido, sin embargo, no puedo poner la frase exacta acá a riesgo de que este blog pierda confidencialidad-. Yo me quedé sorprendido porque entendí el sentido de la frase. Estaba sexualmente muy satisfecha y agotada. Agregó -no sé ni cuántas veces tuve orgasmos, perdí la cuenta de pronto-. Claro, no hay nada más agradable para un hombre que le digan algo como eso, saber que la mujer quedó completamente satisfecha y sorprendida incluso por el la intensidad del encuentro y las habilidades del amante. Yo me sentía muy bien de oir eso pero, más allá de mi sobada de ego, me llamó la atención como además comentó -no sé en qué escuela aprendiste todo eso pero voy a inscribir a algunos cuantos que yo conozco- más sobada al ego. Sí, todo fantástico.
Sin embargo, a la hora de reflexionar sobre todo ello y una vez disfrutada estimulación de la autoestima, lo que me queda por pensar es en esa miseria sexual en la que parece que estamos viviendo en estos tiempos.
La Azotada Europea está casada con un hombre al que quiere mucho, me consta. Tuvo un amante durante mucho tiempo del que contaba maravillas. Su experiencia sexual es basta, amplia, diversa. Muchas mujeres entradas en la década de los cuareta quisieran siquiera soñar con lo que ha disfrutado ella, sin embargo, con tanta alabanza a mis habilidades sexuales me deja la impresión de que es mucho más difícil de lo que parece encontrarse a un hombre que sepa realmente hacer el amor.
Ella no es la única. Hace mucho tiempo también me di cuenta un día, casi por casualidad que La Flaca no había identificado -esto va a sonar casi como si me lo estuviera inventando- pero lo cierto es que no había identificado que el amante que tenía en aquél entonces era un eyaculador precoz. No tenía una palabra para identificar aquello que a él le pasaba con ella y, como muchas otras y otros, pensaba que la calentura de este hombre era tan grande que hacía que no pudiera contenerse y se venía a los pocos minutos de haber iniciado la penetración. Incluso recuerdo que alguna vez mencionó que el tipo se había venido antes de penetrarla, o sea era un eyaculador precoz "ante portas" un término que conocí trabajando en asuntos de sexualidad hace algunos años.
Así entonces. Yo creo que este fin de semana tuve un buen sexo. Yo lo disfruté mucho y sé que me esmeré en que ella quedara satisfecha. Hice un buen trabajo. Pero con todas esas exclamaciones de admiración sobre mis habilidades sexuales, más allá de convencerme de que soy un amante excelente, me queda la sensación de que soy más bien una especie de caso único por no ser tan malo como los demás, algo así como una flor en el desierto. Incluso, cuando terminamos me dijo "ahora entiendo, mejor no te cases, sería un desperdicio que eso lo disfrutara solamente una mujer. Todo eso que sabes hacer no es para una sola". Vaya, vaya.

lunes, 6 de julio de 2009

Estos días


En estos días que corren yo me la paso de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Las pocas interrupciones de esa rutina consisten en actividades igualmente rutinarias, como ir al supermercado, hacer algún trámite o meterme a ver alguna película. Una o dos veces en la semana visito a mi mamá. Nunca visito a mi papá.
En estos días la crisis económica que mantuve durante algún tiempo ha sido eliminada y quisiera que eso se mantuviera así por mi propia conveniencia económica, que es también salud emocional. No era nada de qué preocuparse. Se trataba de una deuda menor, pero no tener deudas económicas por lo menos me ayuda a sentir que ha tenido sentido este largo periodo de vivir que si aplicara una economía de guerra, sin hacer ningún gasto superfluo, controlando cada peso.
En estos días me sigo preguntando si voy a realizar un día mis sueños profesionales, si por fin daré el paso para embarcarme en una aventura académica nueva que me haga redireccionar mi carrera profesional y finalmente dedicarme a lo que yo creo que más me gusta hacer. Me estoy preguntando si hay una olla llena de monedas al final del arcoiris y en qué consisten esas trabas que me impiden alcanzar mis sueños.
En estos días también me pregunto por mi edad y por la oportunidad que tengo para hacer cosas nuevas. Formar una familia, tener hijos, casarme, cambiarme de trabajo, mejorar mi situación económica. También pienso si en verdad quiero hacer todo ello o simplemente se trata del funcionamiento de mi estado mental, una añoranza perpetua, una constante insatisfacción, una permanente sensación de algo inacabado, incompleto, imperfecto.
En estos días no hago ejercicio y me la paso pensando que quiero bajar de peso y que debería tener una mejor dieta y que mi condición física es un desastre y que eso seguramente me traerá consecuencias en un plazo más o menos breve. Pero cuando dejo de pensar en ello, vuelvo a pegarme a la computadora, sentado en mi escritorio o acostado en mi cama, pensando en que debería hacer ejercicio y bajar de peso.
En estos días tengo una pareja que me quiere mucho, que me adora y que se encarga de decírmelo todos los días. Pero al mismo tiempo me pregunto si acaso no soy una especie de tabla de salvación para una soledad que es concreta y avasallante. Me pregunto si acaso me quiere porque doy más de lo que debería. Tengo una pareja que quiere estar conmigo, que quiere seguir en pareja conmigo y yo no me siento tan seguro de hacerlo porque sé que estoy sacrificando mucho más que él. Y cuando pienso todo eso me siento egoísta y mal.
En estos días pienso siempre en mujeres, en ganas de tener diez años menos para sentir el entusiasmo de salir, de socializar más, de divertirme. Me gustaría tener más ánimo y más dinero disponible para hacer eso, para pasarla bien sin preocuparme de nada.
En estos días me comparo profesionalmente con mis amigos de la universidad y pienso que muchos de ellos me han dejado atrás, muy lejos, especialmente en lo que se refiere al aspecto económico. No tanto en el aspecto intelectual, académico. Sigo siendo el culto y el inteligente para muchos de ellos. Pero muchos de ellos, creo, estarán ganando en estos días mucho más de lo que gano yo.
En estos días conecto por las noches la computadora y veo pornografía. Me masturbo. Apago la computadora y me duermo. En la mañana muchas veces repito la sesión antes de levantarme para ir a trabajar.
En estos días pienso que mi mamá sabe que tengo una pareja de mi mismo sexo y que se hace la loca para llevar la fiesta en paz. A veces, por el contrario, pienso que no, que ni se imagina lo que pasa realmente en mi vida y eso me hace sentir culpable.
En estos días quisiera sentir lo que alguna vez sentí que era mi cuerpo. Algo lleno de energía, muchas ganas de hacer el amor. Me gustaba sentirme bello y joven. Hace tiempo que no tengo la sensación de ninguna de las dos cosas. Pensaba que un día más era un día menos y que había que aprovecharlos todos para el sexo y el placer. Ahora no pienso eso y los días pasan a la misma velocidad que antes.
En estos días y desde hace algún tiempo, he pensado que estoy sufriendo una depresión y que necesito pastillas para ver mejor las cosas, para descansar mejor en las noches y para controlar mejor las ganas de ya no seguir.
En estos días hay días que no son como estos y que, aunque esporádicos, me reafirman que la felicidad no es euforia, que la vida no es un permanente estado alterado, que, por el contrario, tiene el sentido de una colina de suaves curvas que muy de vez en vez se alteran con nuevas formas y que yo voy navegando en ellas, como surfeando por encima de sus líneas y trato de sentir que sigo vivo.

martes, 23 de junio de 2009

Intimidad vs. sexo


Imagen tomada de: http://arielarrieta.com/2008/09/02/la-industria-online-es-de-marte-los-anunciantes-de-tv-de-venus/

¿Qué es primero? ¿el huevo o la gallina? Ése es el tipo de pregunta cuando uno opone esos dos conceptos que titulan este post: intimidad y sexo.
Pareciera existir un patrón de comportamiento completamente opuesto entre hombres y mujeres. Según dice el librito, para las mujeres es básico construir un escenario de intimidad antes de tener entusiasmo de irse a la cama. Para ello, ser escuchadas, intercambiar opiniones, saber del otro, todo eso es indispensable o, al menos, una forma de disfrutar el sexo con mayor intensidad. Para los hombres, por el contrario -dice también el librito- el camino es a la inversa. Pareciera que el sexo es en realidad una puerta hacia la intimidad. No es necesario contruir un acercamiento emocional previo para irse a la cama, sin embargo sí puede haber buenas oportunidades de que un hombre abra su corazón después de que tuvo un buen sexo y se sienta más relajado, más sensible y también, acaso, más vulnerable.
Justamente por esta diferencia la película Better Than Sex (Mejor que el sexo) dirigida por Jonathan Teplitzky en 2000 me gustó tanto cuando la vi por primera vez. Y me siguió gustando las decenas de veces que la he visto posteriormente. Se trata de eso. Una pareja que se conoce casualmente durante una fiesta decide irse a la cama esa misma noche. Todo sucede en australia, ambos son nacidos allá pero él vive en Londres y se tiene que ir en un tres días. Ella encuentra en esa circunstancia el incentivo perfecto para invitarlo a pasar a su departamento cuando a la salida de esa fiesta comparten un taxi. Al fin que igual se va, piensa ella, así que será un sexo sin repercusiones ni complicaciones. Sexo puro. La historia de esa película es aquello que sucede durante esos tres días, antes que él se tenga que ir a Londres.
Intimidad vs. sexo puede titularse también la historia que tuve con Audrey durante el tiempo que intentamos armar una relación de pareja. La trama de esta otra historia es precisamente una relación de tensiones entre la construcción de una cierta intimidad para hacer vida de pareja en contraste con la búsqueda de la intimidad a través del acercamiento sexual en un momento que yo estaba dispuesto a abrir las puertas del corazón a través de la experiencia física.
Nunca terminamos por entendernos. Aunque no solamente por eso, debo aceptar. Yo mantenía en ese entonces una relación de muchos años con El Señor de las Imágenes y no pensaba terminarla, así que los límites de mi relación con Audrey estabam más o menos establecidos.
Como hombre que soy, yo sí creo en un proceso de acercamiento con otra persona una vez que has tenido encuentros sexuales. De hecho me gusta que así sea. Sé también, lo recuerdo perfectamente, que algunas relaciones sentimentales que yo he tenido en la vida han seguido un recorrido distinto. Primero se ha establecido una relación de amistad, comunicación, respeto, etcétera y luego hemos intentado ser pareja. En algunas ocasiones incluso ese cambio de amistada a pareja ha resultado difícil, sin embargo, en mis tiempos mozos pensaba que ése era el cambio para emparejarse. Si bien sigue teniendo sentido esa fórmula, creo que en los tiempos actuales el acercamiento con alguien tiene una manera distinta de desarrollarse y creo que la prefiero del modo actual. En pocas palabras, primero sexo, luego vemos. Se oye brutal, lo sé, pero no se me ocurre otra manera más concisa para decirlo.