martes, 29 de mayo de 2007

Una sola noche


Si miro en retrospectiva a mi vida sexual puedo darme cuenta de que, a lo largo de todos estos años, la mayor parte de mis experiencias han sido relaciones con personas con las que de una forma u otra establecí una amistad o bien hice de pareja a mediano o largo plazo. Prácticamente no tengo en la bitácora de mi vida aventuras de una sola noche. Que yo recuerde, solamente con dos personas ha pasado eso. En este post voy a hablar de una de esas ocasiones.


Yo tenía más o menos 31 años y me encontraba en plena crisis de pareja con la mujer con quien estaba viviendo. Llevábamos un buen tiempo de mal en peor y ese fin de semana, como muchos otros, ella estaba de viaje por cuestiones de trabajo.


Era sábado y yo no tenía plan para hacer nada en particular. De pronto me llamó El Diplomático, mi amigo más cercano, el que era mi confidente personal y, al mismo tiempo, el hombre sexualmente más inquieto que yo podía conocer.


-Hola, ¿qué onda, qué plan tienes para hoy en la noche?

-Nada, voy a estar acá en casa -le contesté yo, sin ánimos de hacer ninguna otra cosa.

-Pues yo creo que vas a tener plan para hoy porque le di tu teléfono a Ana y seguramente te va a llamar.

-Ana ¿qué Ana? ¿a quién le diste mi teléfono?

-A Ana, la argentina, acuérdate de ella.


Ana -cuyo nombre real es Ana- era una amiga de El Diplomático a la cual yo había conocido hacía unas semanas en una reunión que mi amigo había organizado con motivo de su cumpleaños. Me encontraba en aquella fiesta con Tita y otros amigos y sonó el timbre. El Diplomático me pidió que bajara a abrir la puerta del edificio y era ella. Muy rubia, muy delgada, pero con un muy buen par de nalgas enfundadas en unos jeans que se le veían espectacular. No nos conocíamos y ella se confundió un momento porque esperaba que fuera El Diplomático quien bajara a abrir.


-Vengo al cumpleaños de El Diplomático ¿es aquí?

-Sí, claro, pasa -dije yo cortésmente- él me pidió que te abriera.


Eso fue lo único que intercambiamos durante aquella fiesta. Ella se ligó a un tipo super desagradable que era amigo de El Diplomático y que tenía como característica expresar cualquier idea citando autores famosos, literatos, filósofos y todo tipo de pensadores, en lo que yo llamaba la actitud más pedante que alguien pudiera tener.


Mientras ella pasó la fiesta entera entretenida con el de las citas famosas, yo permanecí junto a Tita y a otros amigos con quienenes conversamos toda la noche. Incluso también bailamos un poco.


A los pocos días después de la fiesta, Ana le llamó a El Diplomático para comentar sobre esa fiesta y -según me contó mi amigo- había preguntado quién era yo, cuál era mi status marital y mi número de teléfono. El Diplomático había considerado buena idea darle mi número a Ana para ver qué pasaba.


-Así que te van a llamar -agregó muerto de la risa porque le parecía de lo más divertido que ella tuviera los pantalones para marcarme en vez de que le pidiera a mi amigo que me dijera que yo le marcara. Estaba enterada de que yo vivía con Tita pero no le importaba en lo más mínimo. Dijo que yo le había gustado y que quería conocerme. Pienso que solamente una argentina puede hacer algo como eso, porque una mexicana jamás se atrevería.


Después de que tapicé a El Diplomático con mentadas de madre por haberle dado el número -ya que si se enteraba Tita podría tener todavía más problemas de los que ya teníamos-, quedamos de acuerdo en que le informaría puntualmente si ella me llamaba. Él me hizo prometerle que aceptaría la invitación de Ana, cualquiera que ésta fuera.


Un par de horas más tarde el teléfono de mi casa volvía a sonar. Era Ana.


-Hola, habla Ana ¿sabes quién soy?

-Sí sé -respondí amablemente serio- El Diplomático me dijo que ibas a hablar.

-Oye pues te llamo porque me pareció que eres muy simpático y no tuvimos tiempo de conocernos durante la noche que El Diplomático festejó su cumpleaños así que pensé que podía invitarte para que nos tomáramos algo ¿qué te parece?

-Guau, muchas gracias por la invitación. Realmente es una sorpresa -le contesté yo entre risitas nerviosas y tratando de no parecer el tarado en el que realmente estaba convertido en ese momento- pues te agradezco la invitación y sí, acepto, pero ¿a dónde vamos?

-Mira, si no tienes problema me gustaría que vinieras a mi casa. Tengo una hija de seis años que está a punto de dormirse y por lo tanto no puedo salir. ¿Te doy la dirección?


Una hora más tarde yo iba en camino a la casa de Ana, con una botella de vino en la mano, unos condones, algo de excitación y mucho nerviosismo por meterme nuevamente en camisa de once varas y tener un rollo por fuera. Sin embargo mi crisis de pareja era bastante grande y me sentí con ganas de hacerlo. No hay mayor justificación, lo hice porque podía y quería hacerlo. Mientras manejaba en dirección a su casa me preguntaba qué tan loca podía estar esa mujer que llamaba a un desconocido a su casa por la noche mientras su hija dormía ahí mismo.


Ella me recibió en una pequeña casa en San Ángel, con las luces a medio brillo y con música de Dead can dance, que sonó durante toda la velada. No es una música que me parezca particularmente erótica, por cierto, pero quedó impresa en mis recuerdos como el soundtrack de esa noche.


Ella preparó algo sencillo de cenar y rápidamente abrimos la botella de vino que yo llevaba. Era muy raro tratar de hacer conversa con alguien de quien no conocía absolutamente nada. Solamente que era argentina y que estaba medio loca, sobre todo por haberse atrevido a llamar e invitar a su casa a un tipo que no conocía. La cosa fue que allí estábamos, con la música a medio volumen y hablando bajito para no despertar a la niña que dormía en el piso de arriba.


No debe haber pasado ni una hora cuando ella se avalanzó sobre mí y empezó a darme besos en el cuello. Yo la recibí pero francamente no me encontraba todavía nada animado para empezar la onda hot. Sin embargo, comencé a abrazarla y también a besarla en reciprocidad. Poco a poco los besos y las caricias empezaron a subir de tono y yo desnude su pecho y empecé a besar sus senos. Luego besé su abdomen y así, subía y bajaba continuamente.


Después de un rato me animé a bajarle los pantalones de mezclilla que llevaba puestos. Ella se dejó hacer y yo pude darle sexo oral un rato, mientras ella se retorcía y aguantaba las ganas de gemir para no despertar a su hija. Luego de un rato ella quiso hacerme sexo oral a mí y yo me recosté de espaldas para bajarme los pantalones y que ella pudiera empezar a besarme el pene.


Debo confesar que yo estaba bastante conciente de lo que sucedía y de tanto en tanto me preguntaba si estaba correcto lo que estaba haciendo. La imagen de mi mujer se me aparecía de pronto pero yo trataba de sacarla de mi pensamiento para no estropear la escena que estaba en progreso.


Penetré a Ana en el sillón de su sala, en varias posiciones, sin embargo, por más que intenté, no pude llegar al orgasmo. Ese pequeño problemita que me sucedía en aquel entonces hizo efecto una vez más y simplemente no hubo modo de venirme. Ella tenía un cuerpo delicioso, una piel muy suave y muy blanca. Lo disfruté mucho, pero no hubo clímax.


Salí de ahí como a las tres de la mañana. Rumbo a mi casa manejaba completamente absorto en mis pensamientos. Recordaba los momentos que acababa de pasar y pensaba en mi relación de pareja, que naufragaba como nunca antes lo había hecho.


Ana y yo volvimos a vernos una vez más. En esa ocasión me sirvió una cena y conversamos más que la vez anterior. Luego de un rato yo tenía que regresar a casa, así que no hicimos el amor. En la calle, justo antes de despedirnos, le dije que no podía seguir con ese rollo. Que ella me encantaba pero que yo estaba comprometido con otra relación y que, si bien andaba muy mal, yo quería hacer lo posible para rescatarla y que seguir viéndonos no era lo más recomendable para mí en ese momento.


Ella lo entendió perfectamente. Me beso y me deseó suerte en mi empresa. No nos volvimos a ver más.


Después de unos días El Diplomático me llamó a la casa para decirme que ella le había contado de nuestra noche juntos.


-Fue poético -le dijo ella en referencia a nuestra experiencia sexual-. Fue muy suave, muy pausado, como si estuviéramos bailando, sin prisas y con una enorme ternura. No me lo esperaba así.


Yo tampoco me esperaba que mi amigo me informara el parecer de Ana respecto a nuestro encuentro sexual. Tampoco me esperaba que esa fuera la forma en que una mujer describiera mi manera de hacer el amor. Mucho menos en un encuentro como ése, que tenía todo menos intimidad y que era puro total y absoluto sexo casual. ¿No se supone que los encuentros fortuitos se caracterizan por la pasión, el nerviosismo y el arrebatamiento? Más tarde, mucho más tarde, me daría cuenta de que ésa es mi manera de hacer el amor. Nunca acrobática, violenta, furiosa o agitadamente. Si algo caracteriza mi estilo de hacer el amor es la forma en que Ana lo describió. Para bien o para mal.


No sé dónde está Ana ahora. Tal vez regresó a su país o tal vez sigue en México. El Diplomático está haciendo diplomacia lejos de aquí, en otro continente. Tita se fue de la casa pocos meses después para no volver jamás, afortunadamente y yo, aquí, recordando esta historia y escribiendo este blog.

lunes, 28 de mayo de 2007

El umbral


Me masturbo desde que cumplí los doce años, un poco más. De eso hace 30 y todavía me acuerdo perfectamente de la primera vez como si fuera ayer. Estaba jugando en la calle con unos amigos, era de tarde, tal vez serían como las 5 o 6 pm. De pronto, me dieron ganas de dejar de jugar, entrar a mi casa y meterme en la cama. Había hecho lo mismo durante varios días para tocarme, masajearme y masturbarme, pero no alcanzaba a llegar al orgasmo. Sabía de qué se trataba la masturbación porque había estado en una escuela primaria donde mis compañeros eran mucho mayores que yo, así que ellos me habían explicado de qué se trataba.


Esa tarde, hice lo mismo que había hecho en días anteriores. Me encerré en mi habitación y, aprovechando que no había nadie, empecé de nuevo a excitarme. Me quité toda la ropa y empecé a frotar mi cuerpo contra las sábanas. No recuerdo qué fue lo que pensé, qué fantasía tuve en mente mientras me masturbaba, pero ese día logré llegar al orgasmo y eyacular.


Me quedé atónico, mirando fíjamente aquello que me había salido del pene y que era un líquido blanco, espeso y pegajoso. Sabía perfectamente lo que era pero no me había imaginado lo que se sentía al tener un orgasmo. Mi cuerpo resplandecía, mi corazón todavía latía fuerte y mi pene no perdía erección. Sabía que me había convertido oficialmente en un hombre. En ese momento empezaron a aclararse en mi mente un montón de cosas para las que no tenía explicación. Entendí por qué a la gente le gusta hacer el amor, por qué los adultos hacen parejas y los papás duermen con la puerta cerrada. Comprendí que el orgasmo es una sensación que dura apenas unos segundos, pero que sus efectos se perciben mucho después de que haya sucedido.


Me di cuenta en ese momento que, a partir de ahí, sería una persona nueva. Me había gustado lo que había sentido y pensaba hacerlo de nuevo. No recuerdo si esa primera vez me masturbé nuevamente pero recuerdo muchas cosas de esa tarde. Tengo clara la memoria de mi habitación, de la posición de mi cama, de estar extrañamente desnudo y metido en ella a las 6 de la tarde. Lo que había cambiado era que ahora yo tenía un secreto mío, de mi cuerpo, de mi intimidad.


No se lo dije a nadie esa tarde ni esa noche. Ni siquiera a mi hermano, con quien compartía la recámara. A pesar de mi silencio pensaba que se me podía notar, en los ojos, en la cara, en alguna expresión. Me sentía feliz esa tarde porque sabía que había llegado mi momento pero no entendía cómo había podido suceder, es decir, qué más había pasado esa tarde que justo en ésa yo había podido eyacular y venirme y en las anteriores no. Entendí que se trataba de tener un poco de concentración y también de perder las inhibiciones.


Recuerdo ese momento con mucha felicidad y también con mucha excitación. Con muchas dudas. ¿Pasaba algo malo si uno se masturbaba? Ni siquiera conocía la palabra masturbarse en aquel entonces. ¿Podía tener algún efecto en la salud? Mis compañeros de escuela me había dicho muchas cosas sobre la masturbación, incluso alguno de ellos se había masturbado delante de mí. ¿Les debía contar a ellos que ya me salía semen? Ni siquiera sabía que eyacular y tener un orgasmo eran dos cosas completamente distintas. Nada de eso sabía, pero lo que sí tenía claro era que las cosas habían cambiado rotundamente y que de ese cambio no había vuelta atrás.


sábado, 26 de mayo de 2007

Ecos del pasado


Anoche, mientras escribía el post anterior recibí una llamada absolutamente sorprendente. Una voz de mujer preguntó por mí. Era una voz irreconocible. Cuando me dijo su nombre hice un viaje en el tiempo de por lo menos 30 años. Me estaba llamando una amiga de la secundaria, alguien que dejé de ver justo cuando terminamos el tercer grado pero a quien aprecié mucho y con quien nos copiábamos en los exámenes. Me dio un gusto enorme. Ella estaba muy nerviosa, se reía de nervios y me daba cualquier cantidad de explicaciones de la razón por la que se atrevió a llamarme. Me dijo que estaba buscando un nombre en la guía telefónica y de pronto se topó con mi apellido. Debido a que tengo un apellido muy raro para este país, solamente mi hermano, yo y tres o cuatro personas más aparecemos en el directorio telefónico, así que no fue muy difícil pensar que efectivamente era yo a quien pertenecía ese número. Dice mi amiga que se la pensó varios días antes de atreverse a llamar e incluso hizo una llamada antes, pero respondió la contestadora automática y no quiso a dejar recado.


Conversamos un buen rato, tratando de actualizarnos y de buscar algún tema en común. Me contó de su carrera, de su matrimonio, de sus hijos y de su vida actual. Le conté de mis estudios, de mi soltería y de que no tengo hijos. Fue muy agradable la llamada, pero sin sentido. Como sucede en esos casos, me sentí obligado a pedirle su número telefónico y preguntarle ¿a ver cuándo nos vemos, no? ¿qué tal si nos tomamos un café algún día? Ella, encantada, -pero creo que en el fondo escéptica- me dio su número telefónico y nos despedimos. Sabrá Dios si algún día nos volveremos a contactar.


Todo eso me hizo pensar en aquellas viejas amistades y parejas que se han quedado lejos en el tiempo. Aquellas con las que fuimos íntimos y que ahora seríamos unos perfectos desconocidos, pero al mismo tiempo, si nos encontráramos, nos quedaría una sensación de que, de alguna forma, hay una conexión, algo que nos mantiene unidos.


También hay gente que dejamos en el tiempo y que quisiéramos ver y, por qué no, hasta volver a tener alguna vez aquello conocido como "la cogidita del recuerdo" o bien saldar una factura pendiente porque justo con esa persona nunca tuviste nada y piensas que tal vez deberías haber tenido alguna hisotoria sexual con ella, pero estabas muy chico o muy inocente o qué se yo, pero la cosa es que no sucedio nunca.


Aquí es donde me encuentro ahora, tratando de recordar gente que aplique para esos dos casos, aquellas con las que quisiera una reunión para recordar aquellos viejos tiempos y aquellas otras con las que nunca tuve nada pero que me arrepiento de haber estado tan dormido.


En el primer caso creo que mis dos últimas relaciones aplicarían perfectamente, sin embargo creo que son muy recientes como para que encajaran justamente en esta categoría de lo que está realmente lejos en el tiempo. Tal vez no encajaría porque todavía tendría consecuencias sentimentales para ambos, pero el caso es que La Internauta Italiana y Audrey serían aquellas dos relaciones que terminaron hace algún tiempo y con las que encantado me volvería reunir para un nuevo acostón. Lo que sucedería con ellas después es lo que me inquieta, pero bueno, ahí está.


De aquello de las facturas pendientes, tal vez con una compañera de la primaria, que me gustaba mucho cuando era chico. Se llamaba Patricia. Ese es su nombre real. Era flaca y de pelo largo y lacio. Era bonita. Después de la educación básica perdimos todo rastro cada uno del otro y creo que sería imposible dar con ella después de 30 años, con el considerable miedo de que me encuentre con una señora gorda de 42, llena de arrugas y canas. Pero haciendo eco de la imagen que tengo de ella, me la imagino madura pero super conservada, delgada, buen cuerpo de mujer madura y muy inteligente. Creo que un acostón, o dos, o tres, con Patricia sería genial, incluso medio prohibido, no sé. Como que aquello de haber sido casi hermanitos cuando teníamos 11 y 12 años resulta algo medio incestuoso. Lo haría encantado. ¿Cómo nos sentiríamos? Nos moriríamos de la risa, seguro y tal vez habría confianza, seguridad, afecto y un sutil sabor a los buenos tiempos. Paty, si andas por ahí, manifiéstate, que este blogero te extraña.
De hombre, mmhh, bueno, creo que sí volvería a acostarme con el Médico Catalán. De hecho lo he pensado muchas veces, pero para este caso no aplica tanto, porque no es tan lejano en el tiempo. Pero lo haría, eso es cierto.
En cuanto a facturas pendientes, creo que aquí sí hay muchas opciones porque muchas veces me quedé con ganas de saber un poco más de mis amigos. Había uno en la primaria que se llamaba Leandro, que era mayor que yo y que se la pasaba todo el tiempo pensando en erecciones, masturbaciones, tocamientos y experiencias con chavas. Con él tuvimos muchos juegos sexuales de chicos, pero en ese tiempo yo ni siquiera estaba sexualmente desarrollado y no tenía orgasmos. Más tarde, cuando estudié una carrera técnica hubo un compañero con el que también teníamos ciertos juegos y tampoco nunca llegamos a nada concreto, ése también debería pasar lista. Recuerdo que nos tocábamos por abajo del pupitre. Pero teníamos "claro" que a ninguno de los dos nos gustaban los chavos, así que eso nada más era un divertimento. De eso, hace como 20 años.
Hubo otros y otras, varios y varias más, pero por el momento eso es lo que recuerdo. Irán apareciendo más adelante.

jueves, 24 de mayo de 2007

¿Qué buscas con el sexo?



Hace unos días leía en otro blog una reflexión de Mr. Pervert sobre lo que se paga cuando se paga por sexo. Para aquellos que puedan leerlo directamente en inglés, la liga para ir a ese post está aquí. Para los que les cuesta más trabajo hacer eso, voy a permitirme traducir libremente un fragmento de lo que él dice:

Cuando empecé a ir a clubes de strippers pagaba por la fantasía. Me gustaba creer que una mujer atractiva estaba interesada en mí y tenía la voluntad de involucrarme en la autodecepción en torno a que fuera yo o mi billetera.

Después pagué por experiencias inusuales. El post de Nevada menciona mi ménage à trois, pero hubo otras, más extremas, que serán sin duda futuros posts.

También pagué por la sensación de insensibilidad. No hacerme pensar o sentir acerca de mi vida, porque los sentimientos sexuales son más fuertes y borran lo demás.

Al tiempo que me fui recuperando, pagué por la habilidad. Estoy pensando particularmente en los masajes corporales, donde las sensaciones creadas por una profesional han sido mejores que las de cualquier amateur con la que haya estado. Hay algo valioso en la energía y el entusiasmo en una amateur, pero es como el corte de pelo, si realmente quieres un buen resultado será mejor que le pagues a alguien con un poco de entrenamiento.

Y he pagado por la claridad del intercambio. Hacia el final de mis días de soltería empecé a disfrutar la relajación y liberación de no tener que estar adivinando. Una transacción monetaria elimina toda la amigüedad en torno a si vamos a ser monogamos. De acuerdo con lo que aprendí con Valentine's Day I was a Cad algunas veces lo que las mujeres dicen no es realmente lo que sienten. No tengo que adivinar o suponer cuando estoy sacando los billetes.

No pagué por el sexo. Pagué por algo que venía junto con el sexo. Y reconocer la razón por la que realmente estaba pagando ha significado una enorme diferencia, tanto en haber tenido buenas experiencias como en encontrar alternativas ahora que estoy casado.

Perdonen ustedes los errores y las inconsistencias en la traducción. No soy para nada un profesional.

Esta interesante reflexión sobre aquello que viene junto con el sexo me hizo plantearme la pregunta que titula este post ¿qué busco en el sexo? ¿qué he buscado en el sexo? y eso me llevará seguramente a la siguiente pregunta ¿has encontrado aquello que buscabas en el sexo?

En la actualidad, creo que en el sexo busco una sacudida. Algo ya he dicho por ahí en los posts anteriores. Lo que busco es una especie de despertar de mi sexualidad que se ha vuelto predecible, monótona y en muchos casos, convencional. Busco en el sexo un otro yo, un yo escondido, lleno de energía y de interés por probar, pero no probar cosas radicalmente nuevas necesariamente. Busco probarme a mí en mi energía sexual, busco alcanzar niveles de comunicación mejor, busco profundizar, autoconocerme, explorar al otro para explorarme a mí, en mi interior. Busco ahora que el sexo con mi pareja nos una de un modo distinto, nuevo y no que nos aísle, nos separe, como parece que ha estado sucediendo. No estamos en problemas ni mucho menos pero siento que no estamos conectados. Busco eso, una conexión, más a nivel espiritual que físico o bien físico como camino a la comunicación espiritual. Busco tener una razón más para estar con él en estos momentos. Además del cariño, de la comunicación, de la admiración mutua, del intercambio de ideas y del compañerismo y la solidaridad, lo que busco es la clave para necesitarlo, para sentir que me hace falta sexualmente.

En otro plano, dejando a un lado el asunto de pareja, lo que busco depende del género con el que me involucre. Creo que así es, que los objetivos serían diferenciados si es un género o si es el otro. Con una mujer busco lo que he buscado siempre, sentirme hombre, sentir que juego mi rol, que estoy para eso, que entiendo la intención de la naturaleza al hacernos complementarios. Busco esa confortable sensación de saber qué hacer, cómo, cuándo. Busco encarnar ese script que ancestralmente ha sido repetido. Busco conectarme con la humanidad cuando estoy con una mujer. Hago lo que otros desde siglos y siglos atrás hicieron, copular con una compañera. Busco ese sentido de humanidad de conexión con todos los demás cuando haces algo tan elemental como el sexo, como alimentarte, como dormir. Ya lo mencioné anteriormente, cuando salía con Audrey y me quedaba a dormir en su casa, muchas veces le decía que estar dentro de ella era como llegar a una isla en medio del mar después de haber nadado durante muchos días y días, sin ver tierra firme. Es avistar puerto seguro cansado de navegar. Lo que busco con el sexo en una relación con una mujer es más o menos eso. Es la satisfacción de la llegada después de tanto tiempo de espera.

En cambio, con un hombre, lo que busco en el sexo es distinto. A diferencia de lo que siento con las mujeres, no me siento especialmente masculino. Tampoco femenino, para nada. Siento más bien que soy una persona, tal como dice aquella vieja canción del grupo Mecano "no soy ni hombre ni mujer, solo soy una persona". En el sexo con un hombre busco la transgresión, busco la adrenalina a full, tanto que el corazón me pueda estallar. Busco el sentimiento de hacer algo absolutamente prohibido, que no todos se atreven. Busco eso, ser valiente, atreverme, gozar la libertad, eso, la libertad de hacer con mi cuerpo lo que yo quiera. De no haberme quedado con la duda, de haber experimentado y haber entendido que hay una parte de mí que se siente atraída por los hombres, pero eso no es todo lo que soy. En el sexo con un hombre busco la igualdad, la espontaneidad, la inexistencia del script. Puede que me toque penetrar o puede que me toque ser penetrado. Puede ser que hoy sea el fuerte y el dominante o puede que me toque ser el dominado.

Lo que me llevó a esta reflexión es eso. Ahora que reviso los dos párrafos anteriores veo que nunca dije que con el sexo busco el amor. No sé si con el sexo busco sentirme amado. Ciertamente no busco amor en ese momento, lo que busco es pasión y un estado alterado diferente al amor. Lo cierto es que con el sexo uno busca algo que viene adjunto. Nunca es el sexo por el sexo en sí mismo, es más bien el sexo con una significación. El sexo como signo de otra cosa, el sexo como un camino para alcanzar algo etéreo, intangible, huidizo.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Sex and the web



Un multiabordado tema de la era contemporánea es la relación que hay entre las nuevas tecnologías y el sexo. Que si son positivas para el desarrollo de la sexualidad humana, que si son adictivas, que si el abuso, que si la ilegalidad, que si la despersonalización. Más allá de definiciones sesudas de expertos en la materia, acá mi opinión y mi experiencia personal al respecto.
En todos estos años y desde que tuve a mi disposición el uso de internet en mi casa, he sido usuario de un montón de ofertas de sexo a través del internet. He chateado con hombres y mujeres en salones dedicados a hablar de sexo. Con algunos hombres me he citado y nos hemos conocido personalmente. He visto millones de fotografías pornográficas, eróticas, desnudos artísticos, etc., que me han excitado sexualmente y con las que he disfrutado muchas, muchas veces. He participado en sesiones de webcam en las que he visto a usuarios no profesionales desnudarse, mostrar lo que tienen e incluso obedecer algunos de mis deseos en cuanto a qué quiero que hagan y cómo. He leído una cantidad innumerable de artículos relacionados con la sexualidad y el erotismo que he encontrado en sitios web de todo el mundo. En mi correo electrónico recibo alertas de artículos sobre esos mismos temas y procuro revisar algunos que me interesan. Últimamente, he revisado muchos blogs que hablan, igual que éste, de experiencias personales y de la vida sexual adulta. Esos blogs han sido parte fundamental de inspiración de este que yo estoy haciendo ahora. Algunos de los que me parecen interesantes, entretenidos y sobre todo bien escritos están anunciados en el lado derecho de este blog.
Con todo esto quiero decir que mi experiencia en actividades sexuales mediadas por la computadora ha sido vasta, pero no creo que sea tan variada si comparamos la enorme oferta que hay en este universo cibernético en la actualidad. Algunas ni siquiera se me ocurre que existen. En todas las actividades que mencioné he encontrado una enorme satisfacción, tanto erótica como de conocimiento. He tenido algunos de los orgasmos más fuertes en mi vida masturbándome mientras interactuaba con otra persona en un chat o bien observando imágenes de la pornografía que más me atrae.
Justamente participando en salones chateo y conversando con gente de la cual no pude saber con certeza su ubicación geográfica, ver su apariencia física ni afirmar su identidad de género, pero inventando entre los dos una experiencia sexual compartida, me di cuenta más que nunca, que la sexualidad está sobre todo en la cabeza y que el cerebro es el más poderoso órgano sexual. La imaginación, la fantasía, la liberación del pensamiento a través de una identidad anónima (valga la expresión) fueron, para mí, los motores más poderosos para excitar mi cuerpo, mi mente y por qué no, mi espíritu.
En esas experiencias nunca cambié de identidad de género, aunque sí de nacionalidad, de nombre, de apariencia física, de profesión e incluso de preferencia sexual. Fui mexicano, argentino, venezolano y claro también alguna vez dije mi verdadera nacionalidad. Fui Bruno, Claudio, Aldo y tal vez alguna vez dije mi nombre real. Fui más alto, más chaparro, más fornido, más delgado, más joven, más viejo, más moreno y más rubio. Fui heterosexual, homosexual y bisexual. Fui fetichista, voyeurista y onanista, pero, por sobre todas las cosas, fui hedonista. Allí probé experiencias sexuales que tal vez no me atrevería nunca a llevar a cabo en la realidad, pero que compartí con otros y juntos alcanzamos orgasmos intensísimos. Si por alguna razón eso es negativo, tendrían que explicármelo detalladamente. No me arrepiento absolutamente de nada de lo que hice utilizando el internet, aunque debo decir que ahora no practico casi nada de ello. Tal vez por falta de tiempo, tal vez por falta de ganas, no lo sé, pero creo que ahora estoy en una etapa distinta en mi vida.
Nunca he tenido experiencias extremedamente desagradables en la web, aunque he llegado a ver fotografías sumamente grotescas. Pero también, uno sabe a qué se mete y con qué puede lidiar. Con lo que no, mejor no meterse. Tampoco creo que debas probar de todo en la vida, especialmente si no te atrae en lo más mínimo.
En la actualidad lo que más me interesa en este aspecto es leer blogs de hombres maduros, que analicen su vida sexual desde un punto de vista desprejuiciado y honesto. Me interesan las expeciencias y las aventuras sexuales, claro que sí, pero sobre todo quisiera leer más de hombres como yo que reflexionan sobre su erotismo, sobre sus sentimientos en torno al sexo y que liberen su alma de pesares inconfesados. Eso es justo lo que estoy haciendo yo acá. Si alguien tiene alguno que recomendarme, se lo agradeceré profundamente.

martes, 22 de mayo de 2007

El tamaño


Aquí voy con mi propia reflexión sobre el que supuestamente es el gran tema para los hombres: el tamaño del pene. A continuación algunas confesiones personales para empezar:

1. Tengo un tamaño de pene promedio según las estadísticas, es decir, no impresionaría a nadie por su magnitud ni he recibido quejas al respecto a lo largo de mi vida sexual.

2. La diferencia de tamaño entre mi pene en estado flácido y en estado de rección es, creo yo, bastante mayor al promedio general, es decir, tengo un pene pequeño en estado flácido pero que puede cuadruplicar su tamaño en erección. Mi hermano en cambio, tiene un pene que en estado flácido es mucho más grande que el mío pero creo que su erección no cuadruplicaría su tamaño (sería enorme en ese caso).

3. Muchas veces sentí inseguridad al mostrarme desnudo delante de hombres, sobre todo en vestidores o en otros lugares donde hay hombres desnudos. Eso me sucedía a menudo cuando estaba más joven. Ahora esa inseguridad ha desaparecido casi por completo. Casi.

4. Me he medido el pene muchas veces. Hace décadas que no lo hago pero sí lo hice antes.

5. Una vez Tita me confesó -cuando éramos novios- que su pareja anterior tenía el pene más grande que el mío. Me frustré horriblemente. Me enojé. Recuerdo que fue durante un viaje romántico fuera de la ciudad de México. Me costó trabajo recuperarme de la sorpresa. Eso fue como a los 23 años.

6. En esta etapa más cercana he tenido experiencias sexuales con mujeres que me han dicho que han tenido parejas con penes de mucho mayor tamaño que le mío pero ahora siento que eso no causa ningún efecto en mí. ¡Bendita información sobre sexualidad!

7. Cuando era joven soñaba con tener un paquete más grande y que se me notara por encima del pantalón para que la demás gente pudiera percibirlo. Incluso alguna vez llegué a probar ponerme un calcetín y otra vez un paliacate (pañuelo).

8. Mi pareja actual tiene un pene más grande que el mío cuando ambos se encuentran en estado flácido y yo lo tengo más grande que el de él cuando están ambos en erección.

9. Cuando empecé a tener relaciones con hombres me di cuenta que no tenía mucho sentido para mí que mi pareja tuviera un pene muy grande porque eso me dificultaría el sexo oral y también recibir penetración. Afortunadamente el pene de mi pareja no es muy grande.

10. El dildo que tengo en casa es un pene mucho más grande que el mío.

11. En la actualidad no fantaseo con tener un pene de mayor tamaño sino con un pene que cause mucho placer.

12. Mis testículos son mucho más pequeños que los de mi pareja. En realidad los de mi pareja son muy grandes.

13. He tenido sueños de castración muchas veces.

14. Creo que sí me sentiría mucho más seguro con mi cuerpo si tuviera un pene un poco más grande.

Bien, allí están algunos datos sobre mi manera de asociarme con mi pene, especialmente en relación con el tamaño que tiene. También podría describir su forma, sus sobrenombres, sus requerimientos para el placer, etc., sin embargo seguramente eso será tema de otros posts. Por ahora el asunto es el tamaño y mi percepción de ello.

Durante la adolescencia fue más o menos frustrante sentir que mi pene tenía un tamaño muy pequeño en estado flácido y durante mucho tiempo no supe que no existe una relación entre ese estado y el estado erguido. En esos años pensaba que mi pene era pequeño porque lo veía en estado de relajación y me parecía minúsculo. Creo que en ese sentido el iniciar mi vida sexual me dio la oportunidad de darme cuenta que podía disfrutar del sexo porque mi erección convertía a mi pene en uno como cualquier otro.

Las películas pornográficas tampoco me ayudaron mucho con relación a este tema. Invariablemente, los penes que vi en esas cintas y antes en las revistas de mis tíos eran vergas gigantescas, venosas, con enormes glandes que despedían chorros interminables de semen a la hora del orgasmo. No estoy en contra de la pornografía, para nada, pero creo que en ese aspecto tienen una clara y contundente influencia en la autopercepción negativa del cuerpo de un adolescente y no creo que eso sea bueno. Desde mi experiencia puedo decir que así fue. Mucho más tarde, cuando tuve mis primeros encuentros sexuales con hombres me pude dar cuenta cabalmente de que los penes en erección son mucho menores en tamaño que aquellos que había visto en las películas pornográficas y que hay de muchos tamaños, muchos colores, muchas formas y que cada uno se comporta de manera distinta. No es que yo tenga muchas experiencias con hombres distintos, pero algo sé.

Cuando Tita decidió que iba a empezar a usar dispositivo intrauterino para la cuestión del control natal, a mí me pareció buena idea porque así yo no tendría que usar condón, ya que éramos una pareja monogámica y no nos tendríamos que preocupar por ninguna otra cosa. Sin embargo, al poco tiempo el pequeño cable plástico que queda suelto dentro de la vagina empezó a lastimarme la cabeza del pene, particularmente en algunas posiciones. Era muy desagradable sentir esos picoteos en el glande mientras estaba haciendo el amor con ella y especialmente en momentos en que la pasión subía y yo quería penetrarla más profundamente. Después de algún tiempo opté por volver a usar condones para protegerme la cabeza del pene de las picoteadas que me daba ese cable que parecía una especie de hilo de vinyl grueso. A veces ella se quejaba de que en algunas posiciones yo la penetraba demasiado y eso le causaba dolor. Debo reconocer que a mí me daba un cierto gusto sentir que mi pene podía llegar tan profundo pero tampoco era muy divertido que de pronto ella parara la acción porque no se sentía a gusto, porque le estaba doliendo.

Años más tarde, con La Internauta Italiana las cosas eran distintas en ese sentido porque ella no tenía problemas para recibir la penetración. Fuera la posición que fuera, a ella no le dolía nunca y podíamos practicar cualquier posición y la cosa siempre funcionaba. Se volvió muy placentero sentir que podía introducir mi pene completamente sin causar molestias y sin tener que controlar las embestidas para no causar dolor.

Sé que hay algunas mujeres que sí prefieren un pene de dimensiones mayores que el promedio. Les gusta verlo, les gusta para el sexo oral y para las relaciones vaginales. No tanto para las relaciones anales. Sin embargo, afortunadamente, hasta ahora no he recibido quejas de mi pene. Claro que es difícil que una mujer que te ame te diga que tienes la verga muy chiquita para su gusto, porque seguramente con eso se arruinaría la relación, pero de cualquier manera creo que no importa tanto el tamaño del pene siempre y cuando sea un tamaño estándar. Lo que creo que sí importa es la técnica para usarlo.

jueves, 17 de mayo de 2007

Mi cuerpo


Tengo 42 años ahora en 2007 y mi cuerpo está cambiando. En realidad ha cambiado todo el tiempo, lenta e imperceptiblemente. Cuando veo fotografías de hace años, me veo flaquísimo y no puedo creer que en esa época me sintiera a veces un poco pasado de peso. Ahora tengo que luchar contra los efectos de la edad para no subir demasiado de peso, sobre todo con la vida sedentaria que llevo. Horas y horas de oficina, en fin...

Sin embargo, amo mi cuerpo. El placer que me da sigue siendo infinito. Me encanta estar desnudo en mi casa. Me gusta acariciarme, agarrarme las nalgas, el pecho, sobarme el estómago. Me gusta bañarme y quedarme sin ropa después de salir de la ducha. Tengo una rutina los domingos por la noche que consiste en que me meto a bañar con agua bien caliente, prendo un toque y le doy unos golpes antes de entrar a la ducha. Me demoro bajo el chorro del agua y muchas veces me rasuro con calma porque tengo un espejo ahí. Me limpio con abundante agua y jabón y, cuando termino de ducharme, me envuelvo en una bata blanca de toalla que tengo, super gruesa y me aplico en la cara loción para después de afeitarme, me lavo los dientes y uso también crema para los labios. Luego, cuando estoy recostado en la cama, bajo los efectos del toque que me dí, pongo música, me pongo crema relajante en los pies y empiezo a masturbarme. A veces uso un dildo. No soy muy afecto a la penetración pero, cuando es suave y de preferencia controlada por mí, puede tener efectos verdaderamente placenteros. Estoy acordándome de mi rutina de baño y estoy empezando a excitarme. Tal vez la haga hoy que es jueves, no importa.


Duermo sin ropa, siempre o casi. Solo me pongo algo cuando baja demasiado la temperatura, pero tiene que hacer frío de verdad para que opte por usar algo para dormir. Me doy muchas vueltas cuando estoy durmiento y la ropa se me enrreda. Prefiero la desnudez. Además de la comodidad, el contacto con las sábanas es delicioso. Me excita fortarme desnudo contra las sábanas de mi cama o bien cuando estoy en un hotel y puedo bañarme antes de dormir. La combinación ducha nocturna y cama inevitablemente me lleva a la excitación y muy seguramente al orgasmo.


Hago más cosas desnudo en mi casa. Me gusta leer desnudo y, cuando estoy en pareja, también me gusta la desnudez. Tal vez me guste porque es prohibida en otros ámbitos pero también he pensado que sería mejor que pudiéramos disfrutar de nuestros cuerpos más y mejor. He estado desnudo en alguna playa mexicana y en general me encanta el desnudo en ambientes exteriores. Tiene algo, no sé si transgresor, liberador o qué, pero me gusta.
Me gusta verme en el espejo. Revisar si estoy en forma todavía o tengo que hacer ejercicio. Pero me gusto, me gusta verme. Me gusta peinarme. En mi casa tengo un gran espejo en el baño, que da directamente a la ducha así que es cosa de correr la cortina y ahí puedo verme, completamente mojado, o incluso puedo ver cómo me baño, cómo corre el agua por mi pecho. Me encantan los espejos.
He hecho muchas cosas con mi cuerpo. He amado con él y me han amado. He hecho todo el sexo que he podido pero todavía quiero más. Quiero cosas nuevas. He penetrado y me han penetrado, hombres y mujeres. Desde hace muchos años esa diferencia no me importa cuando se habla estrictamente de sexo. No me quedé con la duda, pero aún tengo otras dudas. Con este cuerpo voy a satisfacer la curiosidad. Es el cuerpo que tengo y el que quiero.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Fantasilandia


Me gusta mucho fantasear en el tema sexual. Creo que es una de las cosas lindas que tiene la vida. Recientemente he fantaseado con volver a hacer el amor con La Internauta Italiana o con la Francesa Investigadora. Cada una de esas fantasías son sesiones románticas donde estamos solos y hacemos el amor con mucha entrega y con mucha ternura.


También tengo fantasías un poco más locas. Me he imaginado estar metido en una habitación de algún hotel con una chava y con una pareja hetero y que hacemos algo como un ménage à quatre. Visualizo eso como estar boca arriba, con la chava montada encima de mí y en la otra cama la otra pareja haciendo exactamente lo mismo. En algún momento, alguno de los dos hombres dice "¿cambiamos?" y entonces hacemos intercambio de chavas, que ocupan la misma posición. Eso me parece de lo más excitante. Nunca lo he hecho pero sí me he imaginado muchas veces con quién lo haría y han sido muchas personas.


Otra forma en que visualizo ese mismo ménage à quatre es estar los cuatro en una misma cama y los dos hombres estar penetrando vaginalmente a las mujeres por detrás y ellas estando en cuatro patas. En algún momento los hombres nos miramos y, sin decir nada, cambiamos de posición y penetramos cada uno a la otra chava. Se me hace loquísimo pero super excitante. No tengo la menor idea si alguna vez me atrevería a hacerlo. Tal vez tendría que estar borracho o con un buen toque, de lo contrario no creo que lo haría. No creo que lo hiciera con alguna pareja, más bien con amigas o con amigas del otro chavo. También veo que no tengo algún amigo que sea así, medio pervert, como para que siquiera me lo proponga como broma. Creo que sería divertido si es que no hay involucramiento sentimental por alguna de las partes.


Sin embargo, creo que la fantasía más importante que tengo es aquella en la que, justo después de tener relaciones sexuales tal como las de arriba, los cuatro podemos descansar y levantarnos y hacer cualquier cosa completamente desnudos. Es decir, que después de esa relación sexual, el pudor por el desnudo haya desaparecido completamente. Creo que eso es una de las imágenes que más me puede dar placer con relación al cuerpo. Sentir esa libertad, sentir que estás en una situación de tal confianza con otros que puedes hasta hacer el amor delante de ellos y no pasa absolutamente nada, nadie se siente ofendido ni nadie se siente utilizado. Creo que esa sensación de acercamiento al sexo desde un punto de vista natural, es lo que más me erotiza.


En contraste, no soy muy afecto a imaginarme encuentros sexuales del tipo de un hombre muy macho. Me refiero a aquellos en los que el acto es tan violento que casi es una violación o en los que le digo groserías a alguien. De hecho, odio las groserías en el sexo, especialmente las que tienen que ver con ofensas dirigidas a la otra persona. Palabras como verga, culo, coger, mamar, etc. no me causan ningún problema y yo las digo de vez en cuando, pero ofensas a la otra persona, tanto recibirlas como que me pidan que las haga, son como un balde de agua fría en el sexo. Si alguien me dice alguna grosería puede llegar a arruinarme la sesión.


En uno de los primeros post decía que una de mis mayores fantasías es salir a media mañana de la oficina y encontrarme con alguien desconocido para tener sexo en un hotel y después bañarme y regresar a la oficina como si nada hubiera pasado. Esa es una de las fantasías más fijas que tengo y siempre que estoy fuera de la oficina -en horas de oficina- porque tengo que hacer algún trámite o algo por el estilo, pienso que eso me puede suceder y comienzo a sentir excitación sexual. Me daría miedo, ansiedad y no sé qué más, pero sé que también me atrae poderosamente la atención. De verdad me gustaría que me pasara algún día.


En el tema de los hombres, una fantasía recurrente es estar en un vapor, donde casi no se vea nada y que yo vea hacer el amor a dos chavos o tal vez yo sea uno de esos chavos que está haciendo el amor y que es visto por otros sin que ocurra nada más, es decir, sin que nadie más se acerque o se integre. Esa imagen de exhibicionista me atrae mucho, y eso que me encanta la desnudez pero no soy nada exhibicionista.
Al momento de escribir esto me estoy acordando de otras fantasías que he tenido a lo largo de la vida. Muchas se repiten en el tiempo, otras quizá hayan desaparecido el mismo día que las tuve. Las fantasías son para mí tan esenciales como el sexo. Seguramente no me podría masturbar si no fuera capaz de tener fantasías y muchas veces no podría llegar al orgasmo cuando estoy haciendo el amor con alguien si no echara mano de uno de esos recursos. Hace un tiempo leí una novela en la que una prostituta hablaba de que, a propósito de derechos de autor, habría que buscar una forma en la que pudiera cobrársele a los clientes los derechos de fantasear con ella después de haber prestado un servicio. El personaje consideraba que era justo que la gente pagara por ello porque se estaba usando una imagen que en esencia le pertenecía a ella, su cuerpo. Es absurdo el planteamiento, pero lo que plantea es esta necesidad del humano de recordar momentos gratos o de inventar eventos inexistentes para estimularse. Esa capacidad humana me fascina.

lunes, 14 de mayo de 2007

El uno, el dos y el tres


La infidelidad ha sido un palabra que ha estado presente durante largos años de mi vida adulta. La he practicado y la he padecido. Muchos de los que me conocen dirían que la infidelidad marcó mi vida para siempre y que el hombre que soy hoy está determinado por la infidelidad de la que fui víctima. Esa historia seguramente será material para muchos otros posts, pero en éste lo que quiero es hablar de algunas experiencias de infidelidad que he tenido a lo largo de la vida, siendo yo el infiel.


La primera vez que fui infiel ocurrió como a los 28 años, justo antes de empezar a vivir con la que había sido mi novia por casi un lustro y que en este blog se llamará Tita (es un sobrenombre que le puso mi hermano porque se creía la protagonista de la novela de Laura Esquivel Como agua para chocolate). No recuerdo bien, pero creo que dos o tres meses antes de dar el gran salto de vivir con Tita, tuve relaciones con una amiga que estaba medio enamorada de mí y de la cual yo nunca me enamoré. Era una chica que no conocía a mi novia pero sabía que yo tenía una relación con otra chava. No sé muy bien por qué lo hice. En ese entonces adoraba a mi novia y me encantaba nuestra vida sexual, sin embargo sé que yo trabajé esa situación para convencer a mi amiga de tener un encuentro sexual. Recuerdo que le pedí las llaves de su departamento a un amigo que estaba encantado con la idea de que yo me acostara con otra chava. Estuvimos toda la tarde ella y yo solos en aquel departamento y finalmente tuvimos relaciones. No recuerdo haberlas disfrutado mucho. Ella era bastante torpe en ese aspecto, pero aún así, seguí teniendo esporádicamente encuentros sexuales con esta chica (que se llamará Curly para estos efectos) aún mucho después de que Tita y yo nos fuéramos a vivir juntos.


Durante el primer año de mi vida en pareja con Tita nuestra relación sufrió muchos cambios que nos afectaron negativamente a ambos. Ella entró en una depresión que después supimos es bastante común en las recién "casadas". Yo en cambio, empecé una actividad laboral muy intensa y me hacía ausentarme de casa durante muchas horas y durante toda la semana, a veces, incluyendo el fin de semana. Esa combinación de cosas hizo que aquel primer año fuera un desastre y que eso se viera reflejado en nuestra vida de pareja y, claro, en nuestra vida sexual. Durante reiterados periodos ella perdió el apetito sexual o bien se la pasó sufriendo infecciones vaginales que nos obligaban abstenernos continuamente. En contraste, el éxito profesional que yo estaba viviendo me hacía sentir que yo era capaz de comerme al mundo entero y una de las formas en las que eso impactó en mi vida personal fue que me sentí abierto a tener otras relaciones sexuales. Paralelamente a Curly, con quien, como anoté más arriba, seguí saliendo, también empecé una relación con una compañera de trabajo que era uno o dos años mayor que yo y que era soltera.


De ese modo, me encontré a los 29 años viviendo una relación de pareja que estaba bastante mal y dos relaciones más o menos estables de forma paralela, la primera con Curly, a quien veía de vez en cuando en encuentros que siempre tenían como marco una salida a algún bar o a la casa de algunos de sus amigos, y la segunda con La Diseñadora, aquella compañera de trabajo con la que acordamos vernos en su casa todos los lunes por la tarde, después de la oficina y con quien mantuve contactos sexuales durante más o menos seis meses. Durante esta segunda relación fue que aprendí que uno no debe que tener relaciones sexuales con compañeras de trabajo y mucho menos con quienes trabajan bajo las órdenes de uno. Craso error que posteriormente pagué más o menos caro.


Entonces allí estaba yo, conviviendo en el año 1993 (más o menos) con tres mujeres al mismo tiempo, sin remordimientos de ninguna especie y tampoco sin ningún tipo de confusión sentimental, pues tenía claro que yo estaba enamorado de mi novia, con quien vivía y que las otras dos chicas eran relaciones que en algún momento se iban a terminar y que estaban determinadas por los encuentros sexuales y la búsqueda de la satisfacción mutua.


Esa situación duró más o menos el primer año de mi vida en pareja. Al segundo, gracias a un enrome esfuerzo de comunicación y a nuestros deseos de sacar adelante la relación de pareja, Tita y yo nos arreglamos y yo terminé esas otras dos relaciones. No me costó trabajo tomar la decisión de volverme nuevamente monógamo porque nunca las otras mujeres me gustaron más que la mía, la que era mi pareja, así que, iniciando el segundo año de nuestra relación, yo me encontraba totalmente volcado a mi vida de pareja, disfrutando de nuestra sexualidad y habiendo dejado atrás nuestros problemas de "recién casados". (Entrecomillo todos aquellos términos relacionados con el matrimonio porque nosotros nunca nos casamos, sin embargo, nuestra vida se convirtió más o menos en una relación matrimonial, con la venia de las dos familias, con amistades alrededor nuestro que nos consideraban un matrimonio común y corriente y con una sensación interna en cada uno de nosotros que nos hacía vivir la vida como si realmente estuviésemos comprometidos ante la ley, es decir, nos habíamos ido a vivir juntos para siempre).


Durante el tercer año de nuestra vida en pareja las cosas cambiaron sin que yo me diera cuenta y entonces el que sufrió la infidelidad fui yo. No voy a contar esa historia ahora porque hoy quiero hablar sobre mi propia infidelidad, pero seguramente ese tema volverá a aparecer en algún momento. Lo cierto es que, luego de que mi relación de pareja se terminó y yo volví a la soltería, no he vuelto a tener una relación de pareja en la que no haya sido infiel. No me arrepiento, pero tampoco me enorgullezco de ello.


Luego de mi ruptura, tuve una relación de cinco años con una chica a la que quise muchísimo, mucho de verdad, que me encantaba físicamente y con la que viví muchos de los mejores momentos de mi vida. Ella se va a llamar aquí la Internauta Italiana. Desgraciadamente yo no estaba emocionalmente preparado para valorar en su justa dimensión todo aquello que me daba y nunca pude enamorarme de ella. También fui infiel en ese caso. Tuve sexo con otra chica varias veces y la Internauta se enteró y la hice sufrir sin proponérmelo. Asumo esa culpa, le causé daño inintencionalmente pero también insensiblemente. A pesar de ello, la Internauta y yo continuamos nuestra relación amorosa porque ella sí estaba enamorada de mí y, aunque terminamos varias veces, siempre era yo el que acababa buscándola y volviendo con ella. Como dije, eso duró cinco años, hasta que un día decidí probar a tener sexo con un hombre.


De esta relación-experimentación también se enteró la Internauta. Ella lo comprendió y me ayudó a procesarlo, sin embargo, yo no estaba con la mente tan clara en ese momento. En realidad esa relación me causó una crisis de identidad muy fuerte, en la que ya no sabía si me gustaban las mujeres, si ahora solamente me gustaban los hombres, si en realidad yo había ocultado mi deseo por los hombres durante toda mi vida, etc., de modo que tenía mucho para reflexionar al respecto. Obviamente, gran parte de esto lo traté con mi terapeuta, quien fue una pieza clave para aprender a aceptarme y a no tener miedo de mis deseos sexuales. La relación con el hombre que conocí por internet duró unos cuantos meses y también fue en el marco de ser infiel a la Internauta. Después continue la relación con ella porque entendió de una forma mucho más profunda y abierta que yo qué era lo que me estaba pasando. Ella me confesó que también había sentido en algunos momentos de su vida una atracción muy fuerte por mujeres, pero que nunca se había atrevido a cruzar la línea y que le parecía muy bien que yo sí hubiese tenido el valor de hacerlo. Era una mujer mucho más maravillosa de lo que en ese momento yo podía ver y ahora la recuerdo con enorme cariño y todavía con muchos deseos sexuales.


Nuestra relación continuó, pero al poco tiempo yo conocí al Señor de las Imágenes y la relación con la Internauta empezó a vivir los últimos días de vida. Cuatro meses después de que yo iniciara la relación con ese cuate me separé de ella definitivamente.


Ahora he continuado esta última relación homoerótica. Este año se cumplen siete de que inició y todavía la disfruto mucho aunque a veces me queje, como en los post anteriores. Sin embargo, a pesar de que es una buena relación, he tenido sexo con varias chavas a lo largo de estos años y no tengo la menor idea de que él haya tenido encuentros sexuales con otras personas en este tiempo. Tal vez al principio de nuestra relación, pero ahora no. De cualquier manera nunca he tenido un indicio de alguna infidelidad de su parte. La cosa es que yo he estado durante este tiempo con Audrey, la Delgada y la Florecita, y no sé si estoy olvidando a alguien más. Siempre con mujeres.


¿Qué hay en mí en torno a la infidelidad? Difícil pregunta. La necesidad de sentir otra piel, de vivir una experiencia sexual distinta, el atractivo de transgredir una regla social básica en las relaciones de pareja. También a veces ha sido un paliativo para la soledad, una forma de oxigenar la vida de pareja, la búsqueda de una respuesta a una pregunta que está ahí siempre: ¿soy feliz aquí? Seguramente alguien podrá decir que también es una necesidad de cagarse en todo lo construído o de no aceptar que algo anda mal en la relación más importante. No necesariamente. A veces creo que lo he hecho simplemente porque "podía hacerlo", es decir, porque estaba ahí, porque era simple, porque era tentador y porque la otra persona estaba igualmente dispuesta a tener sexo conmigo y eso era muy provocador. También creo que lo he hecho porque es un verificador de que todavía puedo gustarle a otra persona distinta a mi pareja, que todavía puedo conquistar a alguien si me lo propongo (no siempre puedo, aclaro, y creo honestamente que cada vez menos).


Lo cierto es que ahí está. He sido una persona infiel muchas veces. Pero, tal como lo anotaba en uno de los posts donde escribía mi perfil, creo que la infidelidad no es un estado permanente del ser humano y ciertamente no es un estado permanente en mi caso. He sido fiel durante largas temporadas en las relaciones de pareja, sin embargo, todas ellas se han visto teñidas con conquistas sexuales a terceras personas.


Creo que tener relaciones sexuales extra pareja no debe ser considerado siempre algo negativo. A veces es una forma de probar si todavía estás contento con la relación que tienes o ya estás totalmente aburrido, y creo que cuestionarse ese tipo de cosas nunca está mal. Lo que creo que está mal es que la pareja se entere, ya sea que involutariamente dejemos huellas o bien que concientemente le descarguemos la confesión de nuestras aventuras para aliviar un poco el peso que eso representa. Eso me parece un enorme error. Si la aventura sexual no tuvo mayores repercusiones creo que uno tiene que mantenerlo en secreto y como parte de esa vida íntima que todos seguimos teniendo a pesar de que tengamos pareja. Sin embargo, si esa segunda relación cobra fuerza, si empieza a llenarse de sentimientos y parece que quisiera sustituir a la primera, ahí sí pienso que es el momento de hablar con la otra pareja y plantear el término de esa relación, porque la pareja oficial no debería sufrir esos largos periodos de soledad que necesariamente suceden cuando uno tiene un segundo frente.


Cualquier mujer que lea esto podrá decir que soy un desgraciado, pero prefiero decirlo abiertamente, sobre todo en este blog en donde lo que se trata es ser honesto, más que honorable.

sábado, 12 de mayo de 2007

El sustituto del diván



Este blog se va a convertir en eso, creo. Lo digo especialmente por el más reciente post, en el que me sentí igual que si estuviera con el terapeuta. Cuando empecé a escribir no sabía qué iba a decir y no fue mi intención hacer esa lista de quejas en torno a mi pareja ni nuestra vida sexual. Sin embargo, así salió y me pareció interesante que, sin querer, terminara enumerando una serie de problemas con nuestra actividad sexual. De alguna manera, el ejercicio de escribirlo en este blog me hizo más conciente de los problemas o las insatisfacciones por las que estoy atravezando y tal vez eso me ayude a buscar soluciones concretas. Bien dicen que el primer paso para solucionar un problema es identificarlo.

Pero digo lo del diván porque solamente en terapia (las veces que he tomado) he podido hacer este ejercicio de hablar abiertamente de cosas que están ocultas en mi corazón y darme cuenta de cuánto me cuesta sacarlas, describirlas, escoger las palabras para darle forma a eso que traigo adentro. También en terapia me he dado cuenta que, por más preparado que fuera para manejar un tema, siempre aparecía otro, siempre el tema que yo llevaba listo para abordar era únicamente una puerta de entrada a otro que aparecía en los últimos veinte minutos de la sesión. Después de una sesión de terapia siempre pensaba que los úlimos minutos eran los más valiosos y que lo demás era pura basura, solamente vueltas alrededor de algún asunto sin atacarlo de frente. Más tarde me di cuenta que no era posible llegar a esos veinte o quince minutos de médula de contenido sin atravezar ese largo espacio de caminos en círculos.

Así pues, aquí estoy con este blog. A falta de terapia y a falta de tener un grupo de amigos hombres con quienes hablar abiertamente de mi sexualidad tal como es, he pensado que escribir lo que siento, las reflexiones que me provocan las historias en torno a mi vida privada y la vida de los otros, lo aprendido y lo que falta por aprender será un buen ejercicio para la mente y para el espíritu. Desgraciadamente no tengo ese grupo de amigos con los que hablar sobre mis deseos sexuales, sobre mi gusto por los dos sexos, sobre mi estado de soltería, sobre mis 42 años, y otros tantos temas como los que apenas enumeré en los dos primeros post con los que inicié este blog. Irán saliendo uno a uno en este ejercicio de confesión y de mirar al espejo desde el otro lado.

"Get a life!!!", me acaba de decir una amiga que me acaba de encontrar conectado en el messenger, mientras le estaba contando que que es sábado y yo estoy sentado frente a la computadora de mi oficina. Supongo que su expresión quiso decir que me consiguiera alguien con quien estar en este mismo momento, que socializara un poco más. No lo sé, no lo tengo claro. No le pude decir que estaba escribiendo este blog porque, con excepción de mi amiga más cercana, nadie sabe que estoy escribiendo esto y no quiero que nadie sepa. ¿Cómo podría decirle a alguien que estoy haciendo un blog sobre mi vida sexual sin que se interese en leerlo? ¿Cómo explicarle que hacer cosas es solitario como escribir, leer, escuchar música, ir al cine, cocinar o navegar en internet son en gran parte actividades que definen el ritmo de mi vida y que lo han definido durante mucho tiempo y que implican, en muchos casos, un estado de soledad que yo considero muy agradable y satisfactorio?

Sí, incluso a veces me asusta esto de sentirme tan a gusto con la soledad. Porque veo que el tiempo pasa y yo no tengo una pareja con la que esté construyendo un camino para formar una familia, tener hijos, etc. En parte es así mi vida sexual. No creo haber realizado nada especialmente kinky en estos años, así que si alguien está buscando acá las aventuras más retorcidas o escandalosas, se decepcionará produndamente. Aunque habría que definir qué sería haber hecho cosas raras. ¿Tener relaciones con hombres? ¿Ser infiel? ¿Practicar de vez en cuando phone sex con alguien que no conozco? ¿Utiliza el internet para conocer gente con quien podría irme a la cama? Ya he hecho todas las anteriores. Pero ninguna suena muy exótica, la verdad. Honestamente trato de buscar en la memoria alguna aventura muy rebuscada y no encuentro ninguna. No sé si tomar eso como algo positivo o como algo negativo. Mejor lo tomo que algo que simplemente es.

Hace algún tiempo estuve saliendo con una chica que, para estos efectos será conocida como Audrey, porque ella admiraba a Audrey Hepburn y su estilo era muy parecido a esa actriz. Es la más reciente relación (o intento de relación) que he tenido con una chava. Desgraciadamente eso no fructificó porque, según mi punto de vista, teníamos dos enormes diferencias. Primero que nada ella era de una condición social muy superior a la mía. Yo soy un simple clase media y ella era una chava que lo tenía todo económicamente hablando. La segunda gran diferencia es que ella estaba a la mita de sus treintas y le urgía formalizar una familia y tener hijos a la voz de ¡ya! y, desgraciadamente yo quería tomar las cosas con calma. Creo que es un típico caso de tiempos distintos. También tendría que agregar que yo no estaba en ese momento pensando en dejar al Señor de las imágenes. Tampoco lo estoy ahora, aclaro, pero sí estaba dispuesto a explorar si había alguna posibilidad de convertir eso en una relación de "amigos con beneficios" que pudiera convertirse a la larga en otra cosa. Ella tomó la decisión de dejarme muchas veces. Y lo hizo. Y volvió a buscarme las mismas veces que me dejó. Hasta esta última que fue la definitiva.

¿Qué era lo que me atraía de ella? Que éramos maravillosamente compatibles en la cama. De verdad, desde que me separé de aquella que me enterró una estaca en el corazón, no había sentido nada parecido. Era como entrar en un laberinto en el que de algún modo yo me quería perder. Algunas veces me pasó que sentí que entraba en trance, por la forma en la que podía sumergirme en mis sensaciones y conectarme con ella en un intercambio de energía que quizá nunca había sentido. No he estudiado el tantra, pero me imagino que debe ser algo como eso.

Ella me decía, me acuerdo bien, que cuando hacía el amor con ella, parecía que yo estaba haciendo yoga, por la forma en que respiraba, por la cara de concentración que ponía y por lo pausado de mis movimientos. No sé qué sería, pero disfrutaba su cuerpo y su conexión conmigo. Alucinaba con las sesiones maratónicas que organizábamos que, si bien eran acrobáticas, no eran muy atléticas, sino más bien suaves, lentas, con interrupciones, con muchas caricias y extensas en tiempo. Extraño eso de ella. Y otras cosas, claro, que no tienen que ver con el sexo, pero extraño más su cuerpo, su olor y su disposición a hacer el amor conmigo. Recuerdo que a ella le encantaba que yo le dijera "eres como una isla", porque así sentía su cuerpo cuando estaba con ella. Sentía como si hubiera nadado durante mucho tiempo y por fin hubiera alcanzado tierra firme, un lugar donde dejarme caer. Un lugar donde soltar todos mis deseos.

Una de las cosas que más me gustaba hacer con ella era darle sexo oral. Podía estar todo el tiempo que fuera necesario. Me encantaba su sabor, su textura, su temperatura. Ahhh, me enamoraba estar ahí. A Audrey fue a quien le dije un día una frase que ella adoraba. Hablando de sexo oral justamente, le conté un secreto de esos que uno aprende con la experiencia. Le pregunté "¿sabes cómo se le hace sexo oral a una mujer? como si le quitaras la miel a las alas de una mariposa". Si ella leyera este post sabría perfectamente de quién es este blog-

viernes, 11 de mayo de 2007

Waiting in vain


Más enamorado de la espera que esperando el amor. Así anuncia el disco de Bob Marley la canción Waiting in vain, que siempre me ha gustado tanto. No solamente me gusta la canción sino también esa frase que dice más sobre estar en relación con algo abstracto que con algo real y materializado. Así me siento en estos momentos en relación con mi vida sexual, con mi deseo erótico. Estoy esperando que suceda algo, estoy queriendo que suceda algo, un encuentro sexual nuevo, que me sacuda y que me haga sentir nuevamente lleno de energía erótica. Sin embargo, cuando me planteo seriamente salir a buscar la materialización de ese deseo, cuando me imagino contactando a través de la red a alguien, cuando pienso que algún amigo o alguna amiga pudiera presentarme alguien con quien iniciar algo y terminar por irme a la cama, las ganas no florecen y la consideración de las miles de consecuencias que eso podría traer, el daño que quizá pudiera causar a mi pareja y, en consecuencia, el daño que me pudiera causar a mí mismo hacen que mis pasos se detengan y no intente nada.

Y es que es cierto, estoy un poco aburrido sexualmente hablando. La vida sexual con mi pareja actual (que de ahora en adelante será conocido como El señor de las imágenes) no es nada entretenida y para ponerlo claro voy a enumerar por qué lo digo:

1. La mayor parte de las veces yo tengo que hacer el rol activo porque a él lo que más le gusta es recibir una penetración.
2. Nuestros encuentros sexuales se han ido restringiendo lentamente a tener relaciones en la cama. Hace mucho tiempo que no salimos de la habitación para tener sexo en otro lugar de la casa.
3. No es muy bueno haciendo sexo oral porque me da la impresión que me hace sexo oral para su propio placer y no para darme placer a mí y eso me enfada.
4. Detesta hablar o compartir fantasías en voz alta mientras tenemos relaciones. Dice que no se puede concentrar si está hablando o si yo le estoy hablando. Necesita abstraerse con el silencio. Para mí, en cambio, la cosa es completamente al revés, me encanta hablar para compartir las sensaciones y las fantasías cuando estoy teniendo sexo.
5. Si tenemos coito penetrativo no podemos durar más de 10 o 15 minutos porque él empieza a sentirse irritado. Y no es que yo tenga un portento de pene ni nada por el estilo, sino simplemente él empieza a quejarse de irritación y entonces debo apurar el orgasmo para terminar pronto.
6. Siempre soy yo el que debe decir cómo vamos a tener un encuentro sexual. Cuando le pregunto qué es lo que se le antoja, cuál es su deseo en ese momento, nunca puede responder y siempre prefiere que yo decida qué posición, qué práctica, etc.
7. Nuestras relaciones sexuales son bastante genitalizadas. Si no soy yo el que trato de hacer algún ejercicio o alguna práctica distinta, no penetrativa, algo sensual o incluso romático para conectarnos mutuamente y para extender el encuentro sexual, a él no se le ocurre nunca nada.
8. Tampoco le gusta hablar mucho sobre nuestro erotismo cuando no estamos en la cama y nos encontramos en un contexto completamente distinto. No es que él tenga rechazo al tema, sino que se chivea (se corta), le da vergüenza o bien no se le ocurre qué decir.
9. Durante mucho tiempo, al principio de nuestra relación, siempre teníamos sexo cuando ya habíamos tomado varias copas de alcohol. Un día protesté por eso y lentamente empezamos a cambiar esa dinámica, sin embargo siempre me quedé con la idea de que él necesitaba nublarse un poco la razón para poner tener buen sexo y eso me parecía que escondía algo que yo no acababa de entender. Tal vez fuera que no se aceptaba él mismo, tal vez otra cosa, no lo sé.
10. Hemos tenido varias veces discusiones sobre su pasividad a la hora de tener sexo. No solamente en el sentido de la iniciativa, sino también en la actitud durante el coito. Siempre busca la posición más cómoda para él, ya sea que esté recostado recibiendo sexo oral o recostado dando sexo oral. Siempre prefiere estar abajo que arriba, prefiere que yo me mueva a él moverse, etc. Eso termina por restringir muchísimo el tipo y la calidad de los encuentros sexuales y termina convirtiéndose en algo monótono.

¿Por qué estoy entonces con una pareja como esa? sería la pregunta que salta inmediatamente. Hay muchas razones muy buenas, muchas. No tienen que ver tanto con el sexo como con otras cosas que complementan muchísimo la vida. Pero seguramente eso será tema de otro post.

Lo importante ahora es retomar lo que empecé diciendo. Quisiera una nueva historia en el terreno sexual, un terremoto, un vuelco del corazón, el descubrimiento de una veta no explorada. Quisiera un encuentro con una mujer porque ya empieza a acumularse el tiempo y yo no he tenido sexo con ninguna desde hace unos meses y nunca he pensado dejar de tener sexo con mujeres. Incluso sería más fácil pensar que ya no tuviera sexo con hombres. De hecho, no se me antoja mucho tener sexo ahora con otro hombre. Quisiera encontrar una mujer que esté dispuesta a compartir esa urgencia conmigo.

lunes, 7 de mayo de 2007

Spencer Tunick en México


No lo puedo evitar. Tengo que mencionar acá lo que ha significado la visita de Spencer Tunick a México. Hoy, que es el día siguiente de la toma de la muy anunciada fotografía del artista neoyorkino en el Zócalo de la ciudad de México, todos los periódicos lo reportan. Algunos en sus primeras planas (véase La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, por mencionar apenas algunos).

El acto performativo puede mirarse desde muchos puntos de vista y pareciera que la propuesta plástica de Tunick se quedó atrás ante el fenómeno social que desató en la ciudad de México. Las notas en los periódicos no hablan del artista, sino de la gente que asistió, de los que se asomaron a ver, de los que no pudieron entrar y también de los que pensaron que nunca lo harían. Me refiero a posar desnudos rodeados por otros miles de cuerpos en las mismas circunstancias. Para el caso de México se me ocurren varias aristas desde donde observar este suceso.

Primero que nada es impresionante la cantidad de gente inscrita: más de 40 mil interesados. De ellos, aproximadamente la mitad se decidió a participar, sumando, claro está, los que se inscribieron de último momento. En total se calcula que cerca de 20 mil cuerpos cubrieron la principal plaza de la ciudad el domingo pasado de madrugada. En una ciudad que se considera habitualmente conservadora, muy religiosa y llena de los prejuicios que caracterizan a los latinoamericanos, es todo un fenómeno.

Contrario a lo que pudiera pensarse, el evento transcurrió en "casi" total calma. Salvo algunos enfrentamientos entre los que no pudieron participar porque llegaron a último momento y que enfurecidos quisieron forzar los accesos, no pasaron mayores incidentes. En este sentido el performace de Tunick en México se convirtió en un acto que muchas otras ciudades del mundo tendrían que mirar con atención, por lo menos para darse por enterados.

También es de llamar la atención la felicidad, la satisfacción y hasta el júbilo con que la gente salió de la plancha de Zócalo después de su participación en ese proyecto artístico. La mayoría de los que fueron entrevistados en los medios dijeron que representaba una experiencia liberadora, que hacía dejar atrás los pudores del cuerpo, que igualaba a los hombres con las mujeres, a las mujeres con las mujeres y a los hombres con los hombres en el sentido de que todos estaban uniformados únicamente con su propia piel. Muchos -la mayoría, me atrevería a decir- no conocía mayor cosa de Tunick hasta estas últimas semanas en que se mencionó en los medios de comunicación su llegada a México y esto podría hacer pensar que no era tan importante "posar para la foto", sino tener la experiencia de la desnudez en un espacio público.

Muchos de los que supimos del lugar en el que finalmente se llevó a cabo el acto, levantamos la ceja al pensar que es también el lugar de la Catedral Metropolitana, edificio emblemático del catolicismo en el país y sede donde el cardenal Norberto Rivera oficia dominicalmente sus misas y en donde ha lanzado sus más conservadoras opiniones. Pese a que Tunick dijo que la Catedral no saldría en la foto, es de señalarse como muy significativo el hecho de que miles de personas se desnudaran frente a ella.

La participación de 20 mil personas en este evento nos da información sobre la sociedad de la capital mexicana que seguramente no sabíamos. La simpatía por el proyecto, el reto personal, el deseo de vivir una experiencia que por muchos motivos es única, la necesidad de trasgredir con el cuerpo al natural, entre otras, fueron algunas de las razones por las que la gente asistió; sin embargo, no son todas, quedaría mucho por averiguar sobre los resortes que motivaron la masiva participación de gente de todas las edades y de todas las condiciones sociales.

Personalmente me llamó la atención de mi madre, quien estaba encantada con la idea de que se haya hecho la foto de Tunick y, si bien cree que nunca se animaría a mostrarse así como los 20 mil que sí lo hicieron, consideraba que era sensacional que la gente no tuviera temores sobre aceptar su cuerpo tal como es. Eso es en parte lo que propone el neoyorkino con sus fotos. Más que una reflexión estética del cuerpo, es usar la piel de los sujetos como pintura para sus composiciones y así desintegrar el cuerpo de las fuerzas sociales a las que está sometido.

En fin, hay mucho para pensar sobre esto que acaba de suceder acá. Termino esta reflexión rascándome la cabeza al pensar que, una vez más, fue un extranjero quien logró en México lo que nadie más ha podido hacer. ¿Qué más hay que desprender de esta experiencia? Ante esta increíble convocatoria ¿estaremos en México listos para campos nudistas o para otro tipo de reorganizaciones sociales en torno del cuerpo? ¿Somos una sociedad mucho menos pudorosa de lo que pensábamos? ¿O fue acaso un día de carnaval en medio de una cuaresma permanente?

jueves, 3 de mayo de 2007

Tercera llamada (segunda parte)


Lo prometido. Intentaré llegar al número 100.

51. Mi posición favorita es el doggy style, aunque no creo tener ningún santo aborrecido.

52. Cuando era chico y empecé a masturbarme, creía que el placer de las mujeres dependía del orgasmo y de la eyaculación de los hombres. Luego aprendí que no, que cada quien tiene su orgasmo independientemente o simplemente no tenerlo. Eso marcó una enorme diferencia para mí, porque sentí que entonces el sexo era mucho más individual, es decir, algo más privado, personal, algo casi egoísta. Luego, leyendo a Bataille sobre el abismo que hay entre una persona y la otra, me acordé de ese descubrimiento de la adolescencia. Ese aislamiento que sentí cuando supe cómo funcionaba el placer en pareja es el abismo del que hablaba el filósofo.

53. Durante la adolescencia me masturbé frenéticamente, como muchos hombres. Eso sí, siempre con una culpa tremenda de no ser lo suficientemente fuerte de carácter como para evitar dejarme caer en la tentación todas las noches. Pensaba que el resistir la tentación fortalecería mi persona, mi temple y mi espíritu. ¿De dónde habré sacado eso si mi familia no es religiosa?

54. En la actualidad extraño mucho a una ex pareja que tuve entre los 31 y los 36 años. Frecuentemente cuando me masturbo pienso en ella y en nuestras sesiones de sexo, que eran maravillosas.

55. No me parece desagradable tragar semen, ni el mío ni el de las parejas masculinas que he tenido. Sin embargo, me da bastante asco cuando veo ese tipo de escenas en películas porno.

56. Del porno tampoco me atrae la acción de chava con chava. Me parece bastante aburrida. En cambio sí me gusta ver acción de hombre con hombre, pero lo que más me gusta es ver acción de hombre con mujer y en tríos ya lo mencioné en el post anterior en el punto 33.

57. Cuando va a visitarme mi pareja actual, que es un hombre, siempre me da cierta incomodidad que los vecinos nos encuentren llegando o saliendo de casa. A pesar de que ya tenemos muchos años juntos todavía eso me incomoda. Él no vive conmigo.

58. Puedo tener un coito de muy larga duración. Horas incluso. No tengo problemas para controlar mi eyaculación. Lo que sí no puedo hacer es tener muchos coitos en una misma noche. Tal vez tres o cuatro serían lo máximo, pero por lo general es uno, muy largo o dos a lo más.

59. Como he tenido relaciones sexuales tanto con hombres como con mujeres, puedo decir que, en mi experiencia, es más rico tener sexo con una mujer. Puedes penetrar durante mucho tiempo, cambiar de posición y volver a empezar cuantas veces sea necesario. Con un hombre en cambio, la cosa es más rápida, más directa y, si hay penetración, eso no durará mucho porque al poco rato el penetrado se sentirá un poco irritado y pedirá terminar. Insisto, es en mi experiencia.

60. Creo que soy un gran voyeur, no solamente porque me gusta mirar en el sexo sino que me gusta mucho mirar a la gente en la calle, observar a la gente que no conozco y me gusta inventarme historias. Un juego común es tratar de imaginar qué tipo de persona será aquella que estoy mirando, sexualmente hablando.

61. No me considero un fetichista, para nada. Pero sí sé que hay algunas cosas que me encienden maravillosamente: el pelo largo de una mujer, los calzones cuadraditos en los que se les ve apenas la parte baja de las nalgas, los vestidos sueltos. De los hombres, los pectorales desarrollados y el abdomen firme.

62. He tenido sueños eróticos con algunos familiares. Todos hombres, por lo que ahora recuerdo. En realidad han sido solamente con dos familiares. Nunca nada más que eso.

63. En mi oficina actual he tenido sexo una sola vez. Consistió en dar sexo oral a mi pareja.

64. Cuando tuve la relación con otro hombre a los 35 años -lo que considero oficialmente mi primera relación homoerótica- terminé llorando en el consultorio de mi terapeuta. Él me tranquilizó y me ayudó a entenderlo y a aceptarlo. Al poco tiempo sentí que había sido muy valeroso de mi parte haber "traspasado" la línea de la heterosexualidad y pensaba: por lo menos no me quedé con la duda.

65. Mi hora favorita para hacer el amor es por la tarde, después de comer, o mejor aún, después de dormir la siesta. La segunda mejor hora es por la mañana, al despertar.

66. Mi día favorito para el sexo es el sábado. Si combinamos mi día favorito con mi hora favorita, puedo llegar a alcanzar el nirvana.

67. Tuve, durante algunos años, sexo esporádico con una chica 15 años menor que yo. La primera vez yo tenía 33 y ella 18. La última vez ella tenía 27 y yo 42. Nunca lo disfruté mucho. No pude quitarme el pudor que me daba la diferencia de edad. Nunca sentí que estaba haciendo el amor con una mujer, sino con una niña.

68. Nunca he tenido sexo con una mujer mucho mayor que yo.

69. No me arrepiendo de haber hecho el amor con nadie en particular. Lo que sí pienso es que con algunas personas lo debería haber hecho muchas veces menos y terminar esa relación mucho antes.

70. La única factura que tengo pendiente es no haber tenido sexo con la chica que me gustaba de mi trabajo actual. A lo mejor algún día.

71. Una vez tuve que llevar a la novia con la que viví a abortar. Tal vez un día cuente la historia acá. A pesar de estar a favor del derecho a decidir, después de vivir la experiencia me di cuenta que no tiene nada de gracioso, ni para el hombre que apoya ni, por supuesto, para la mujer que se lo practica.

72. Durante algún tiempo me pasó por la cabeza que yo podría ser estéril. No por algo en particular, sino simplemente lo llegué a pensar. De cualquier manera, nunca me he realizado un conteo espermático.

73. Soy un convencido de que hay que usar condón en las relaciones sexuales, a menos de que quieras tener hijos. Viviendo en pareja he preferido usar condón a que mi mujer sufra los efectos de las pastillas anticonceptivas o las broncas con el dispositivo intrauterino.

74. He tenido muchas veces sexo sin protección y corriendo el riesgo de embarazar a alguien. Dado que no ha sucedido, de ahí me venía, creo, la idea de mi supuesta esterilidad.

75. A pesar de las muchas opiniones negativas que he oído sobre el sexo cibernético (chat, e-mails, webcam, foros, páginas web, blogs, etc.) a mí me ha resultado una de las formas más poderosas de excitación. La combinación de anonimato, riesgo y excitación básicamente por la lectura y la interacción escrita, detonan en mí una capacidad de erotización muy singular. Con esas prácticas me quedó claro que el principal órgano sexual es el cerebro.

76. Como ya comenté, conocí por chat a un hombre con el que luego nos vimos y tuvimos una relación de cuatro meses. Luego de eso contacté con otros hombres y a algunos los conocí personalmente y todos fueron un fiasco, salí prácticamente huyendo de la cita. Eso pasó como tres o cuatro veces hasta que desistí por completo.

77. Por alguna razón no me atraen los hombres gay, sino los hombres bisexuales o bicurious. Quizá porque me identifico más con estos que con los primeros.

78. Me gusta dar beso negro, no tengo ningún problema con eso. Obviamente el área en cuestión tiene que estar impecable, de lo contrario me regreso por donde venía.

79. De mis parejas homo, a uno le encantaba darme beso negro, al otro ni de broma.

80. Me corto los vellos púbicos pero no totalmente. Me parece más higiénico que dejarlos largos y también evito así que se enreden con el pene y que lo lastimen.

81. Una de mis fantasías sería conocer a un hombre igualmente bisex como yo pero que más que mi pareja fuera mi confidente. Igual me gustaría tener sexo con él, pero lo quisiera como para hablar abiertamente de sexo entre hombres.

82. Me asombra el nivel de ignorancia que tiene la gente adulta respecto al sexo. No tienen ni siquiera el suficiente vocabulario para hablar de ello, además que viven con mitos e información errónea durante toda su vida.

83. Lo primero que veo en una persona que me atrae es la boca. Lo segundo, el pelo.

84. Me gusta hacer el amor con música. Durante mucho tiempo me encantaba poner un disco de acid jazz que se llama After Hours vol. 2 Last Call.

85. Una de mis parejas femeninas quiso aprender más sobre sexualidad cuando me conoció y me pidió algunos libros para leerlos. Después de eso, aprendió a reconocer que podía eyacular durante nuestras relaciones sexuales. Para ella fue todo un descubrimiento. Para mí fue una fuente de placer extra. Eso sí, la cama pasaba mojada o había que ingeniárselas con toallas. Recientemente otra amiga me contó que lo consiguió con la masturbación utilizando un dildo. También quedó fascinada de ella misma.

86. Nunca he estado en un cuarto oscuro ni se me antoja.

87. Otra de mis fantasías es hacer el amor con mi pareja mujer y con otra pareja hetero y hacer cambio de parejas.

88. Una de las cosas más cachondas de la vida es nadar desnudo, ya sea en un río o en el mar.

89. He hecho el amor en el mar, flotando, con visor y snorkel, y viendo peces. Es increíble.

90. También he hecho el amor en la noche en la arena. Es romántico pero no muy recomendable por la arena.

91. Me he masturbado en sitios insólitos como el vestidor de una tienda departamental de ropa, en los baños de la oficina, en el cine, viajando de noche en un camión foráneo, en medio de un bosque durante el día, en el mar.

92. Muchos hombres, simplemente por el enorme prejuicio que tenemos y por nuestra cultura culpígena, nos perdemos de lo agradable que es la estimulación del ano. Eso no tiene nada que ver con preferencias sexuales, pero es algo que tendemos a asociar.

93. Nunca he estado con una prostituta.

94. Practicar el travestismo nunca me ha parecido algo excitante, para nada, aunque alguna vez
me he puesto los calzones de mi novia, solamente por jugar y para reirnos un rato de cómo se me ven.

95. Muchas de mis novias me han confesado que se han sentido atraídas por otras mujeres, pero que no se han atrevido a llegar a más. En ese aspecto, creo que la libertad que viven las mujeres para hablar más abiertamente de lo que sienten es algo que los hombres deberíamos imitar.

96. Siempre me ha maravillado el hecho de que las mujeres pueden ser multiorgásmicas. Es una de las muchas envidias que les tengo en materia sexual.

97. Uno de los recuerdos más cachondos que tengo de una experiencia sexual real es haber ido manejando en la carretera de regreso a la ciudad y, mientras controlaba el auto con la mano izquierda, masturbaba a mi novia con la mano derecha. Se iba haciendo de noche y al principio a ella le daba un poco de vergüenza que la gente de otros autos se diera cuenta. Después la excitación le ganó y terminó desnuda junto a mí. No me acuerdo si alcanzó uno o varios orgasmos pero yo, que no podía hacer nada más que manejar, quedé excitadísimo.

98. Otra de las cosas que me gusta mucho hacer es despedirme de mi pareja antes de ir a trabajar y en ese momento hacer el amor y que se me haga tarde.

99. La mayor intensidad orgásmica que pueda alcanzar trae como resultado un latigueo de mi columna vertebral, algo como así un cosquilleo recorriera la médula espinal.

100. El espejo. Me encanta hacerlo en frente de un espejo o frente a un ventanal, cuando es de noche y la habitación está a oscuras y nadie te puede ver pero uno sí puede ver lo que hay afuera.

Cumplí. Pensé que iba a ser más difícil pero, una vez iniciado, la cosa fluye fácilmente. Como en todo, el chiste es empezar. Ahora pienso que se me quedaron otras cosas en el tintero.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Tercera llamada


Bueno, empecemos. ¿Será que puedo hacer 100 datos básicos de mi vida sexual? Aquí vamos:

1. Ahora que empiezo este blog tengo 42 años.

2. Perdí mi virginidad tarde, como a los 18 años más o menos. Eso sí, tuve muchos juegos sexuales previos.

3. Durante los primeros años de mi vida sexual todos los encuentros fueron con mujeres.

4. Tuve por primera vez encuentros sexuales con un hombre (que no me gustaba pero éramos muy amigos) cuando yo tenía como 30 años.

5. Puedo relacionarme sexualmente con hombres o con mujeres siempre y cuando me atraiga alguna parte de su personalidad, además de su físico.

6. Como a muchos de nosotros, me ha preocupado el tamaño de mi pene. En mi caso no cuando está en erección, sino cuando no lo está.

7. Durante mucho tiempo me pasó que me costaba tener erección y orgasmos en los primeros encuentros sexuales con una persona. Necesitaba repetir la experiencia dos o tres veces para empezar a sentirme cómodo, menos inhibido, menos preocupado de dar placer y más relajado para recibirlo.

8. Creo que he tenido pocas parejas sexuales. Serán unas 15, cuando mucho, no lo sé. Un día las trataré de contar en este blog. Eso sí, con muy pocas excepciones, todas esas relaciones han sido de largo plazo, de modo que he me mantenido sexualmente activo durante mucho tiempo.

9. Cuando tuve 23 años, me enamoré de una chica que tenía 19 y a esa edad ella había tenido seis parejas sexuales anteriores a mí. Eso me costó un poco de trabajo entenderlo y aceptarlo, pero lo hice.

10. Nunca he estado en un ménage a trois. Si bien me funciona maravillosamente como fantasía, no sé si me sentiría cómodo haciéndolo en la vida real. Tendría que tener unos cuantos tragos encima, por lo menos.

11. Creo que el sexo y la mota se combinan maravillosamente. Si fuera legal, deberían venderla en las sex shops.

12. Me encanta el sexo anal, sobre todo ser la parte activa, con mujeres o con hombres. No tanto la receptiva, aunque de vez en cuando me viene bien.

13. Adoro el sexo oral, sobre todo dar. Aunque me han tocado un par de mujeres que son maravillosas dándolo y ahí soy el mejor receptor. Lástima que no han sido muchas las que dominen ese arte. Hombres tampoco.

14. Cada vez me gusta menos el porno, porque siento que ya no tengo estómago para aguantarlo. Odio el softporn también, sobre todo el que pasan en la noche en los canales de cable. Lo que hoy se ve en las películas porno no me parece muy erótico, más bien escatológico.

15. No hay nadie de mi trabajo que me atraiga. Hubo una chica de la que caí enamorado en cuanto la vi, pero desgraciadamente se fue al poco tiempo. Fuera de eso, nada.

16. A pesar de que he ido muchas veces a bares gay, sobre todo acompañando a un amigo que salió del clóset hace mucho tiempo, nunca se me ha ocurrido ir yo solo. En realidad no me gusta el ambiente gay, con todo y que quiero mucho a mi amigo.

17. Una de las cosas que me causa más placer es estar desnudo en casa. Afortunadamente vivir solo me da esa oportunidad y lo practico regularmente. Casi todos los días, si el tiempo lo permite.

18. Lo que considero mi primera relación con otro chico no fue la que mencioné anteriormente sino una que empezó cuando yo tenía 35 años. Lo conocí en un chat y después de una breve plática nos pusimos de acuerdo para vernos. Desde el día que nos encontramos personalmente tuvimos una relación que duró como cuatro meses y que la sentí tan intensa como si fuera la primera vez que me sucedía. Mi psiquiatra me dijo que, con esa relación, estaba viviendo mi adolescencia homoerótica.

19. Soy dominante en la cama. Siempre o casi siempre.

20. Cuando viví en pareja con otra chica, a los 28 años y hasta los 31, fui infiel, con otras mujeres; luego me fueron infiel a mí y la cosa se terminó trágicamente.

21. Mi mayor fantasía sexual es escaparme un día de la oficina a media mañana y encontrar a alguien con quien hacer el amor. Alguien desconocido, que me lo tope de casualidad en una librería, en el supermercado o en lugares así. Luego de hacer el amor, regresar a mi oficina como si nada hubiera pasado. Nunca lo he hecho.

22. He tenido phone sex con muchos hombres, solo con hombres. Uno de ellos se convirtió en una especie de "relación" permanente. Hemos tenido mucho sexo telefónico y nunca nos hemos visto, no nos hemos mandado fotografías ni nada. No tengo la menor idea cómo será físicamente. Y los más chistoso de eso es que no me gusta mucho como habla.

23. Creo que me he enamorado una sola vez en mi vida, de aquella chica que conocí a los 23 años. Era la novia de mi mejor amigo y también él me gustaba. Luego ella y yo nos hicimos novios a pesar de mi amistad con él. No me arrepiento de haber vivido lo que viví, pero me duele que mi amigo y yo nos hayamos separado porque había una atracción muy particular, por lo menos de mi parte hacia él.

24. A los 31 años empecé a andar con una chica con la que duré cinco años. El sexo era muy bueno. Desgraciadamente nunca sentí que me enamoré.

25. Una de las razones por las que el sexo era tan bueno con esta chica es que le gustaba tanto como a mí tener sexo anal. Ella lo disfrutaba muchísimo. Alguna vez llegué a pensar que, a pesar de que no estaba enamorado de ella, nunca podría dejarla porque tal vez no encontraría a nadie que le gustara tanto recibir sexo anal.

26. En la actualidad tengo una relación de pareja con un tipo un año más grande que yo. Llevamos más de seis años. El sexo nunca ha sido nada muy bueno, a veces hasta muy pobre, no por la frecuencia, sino por la calidad. De cualquier manera la relación perdura porque nos queremos muchísimo, de eso estoy seguro. Sin embargo, siempre he pensado que eso va a acabar y yo nunca más volveré a tener una relación estable con un hombre.

27. No me gusta el mundo gay, para nada.

28. Mi bisexualidad es totalmente de clóset.

29. Durante mucho tiempo me gustó la literatura erótica. Incluso estuve en un taller de lectura. En la actualidad casi no leo de ese tipo de libros y en cambio me está pareciendo muy interesante leer blogs sobre el tema de la vivencia sexual, sobre todo de heteros o bicurious.

30. Cuando me separé de la chica con la que viví, fue tan trágico que nunca en adelante tuve algún sueño erótico con ella. Siempre fueron pesadillas de que volvía a instalarse en mi vida.

31. No he hecho muchas cosas locas sexualmente hablando. Sin embargo, tampoco siento mucha necesidad de hacerlas ahora. Eso sí, me gusta mucho el sexo.

32. Una de las cosas locas que recuerdo haber hecho hace años es haber tenido sexo con una chica en la cocina de una casa que nunca había visitado, con la luz apagada y con otra pareja haciendo lo mismo -supongo- que nosotros, al otro lado de la habitación. Nosotros no los vimos y ellos no nos vieron teniendo sexo, pero éramos amigos y me imagino que hicieron lo mismo que nosotros.

33. Si de ménage a trois se trata, prefiero uno HMH (hombre, mujer, hombre) que uno MHM. Pero ya dije, solamente en fantasía, porque nunca lo he hecho.

34. Me masturbo muy seguido. Practicamente a diario y el orgasmo sigue siendo diferente cada día.

35. Cuando he tenido sexo con otro hombre y he sido receptor en el sexo anal, el orgasmo es fuertísimo y casi incontrolable. Diríase que padezco de una especie de eyaculación precoz en ese caso porque me excita mucho y no lo puedo controlar, la sensación es muy fuerte. En otra circunstancia nunca tengo eyaculación involuntaria y más bien si de algo padeciera sería de orgasmo retardado.

36. Me choca ver películas porno en las que se ve gente demasiado joven. No me resulta excitante.

37. Una vez, hace muchos años, posé completamente desnudo para un fotógrafo que era gay y que me daba clases en una escuela de fotografía. Las fotos salieron pésimas pero me pareció que la experiencia fue buena. No tuve nada que ver con ese cuate.

38. He tenido solamente dos relaciones estables con hombres. En la primera, él era completamente activo y yo tenía que ser receptivo porque de lo contrario no podíamos tener sexo. En la segunda, él totalmente pasivo y yo tengo que penetrar. Ninguna de las dos me ha satisfecho plenamente. Me gustaría una pareja homoerótica en la que los papeles se intercambiaran libremente. Toparme con un hombre así es incluso una de mis fantasías.

39. Casi no me gustan las groserías durante el sexo. Algunas palabras fuertes sí, pero no insultos. Eso sí, me gusta hablar y fantasear con la pareja en esos momentos. Desgraciadamente no se puede con todo el mundo. No todos tienen imaginación a esa hora.

40. Tengo un dildo, que compré hace muchos años en un viaje a Estados Unidos. Lo uso de vez en cuando, sobre todo con las parejas. También lo he usado algunas veces en solitario pero no soy muy fan.

41. Me gusta el sexo a un ritmo más bien suave, delicado. No me atraen mucho los movimientos rápidos o muy rudos. Mi mejor orgasmo es cuando lo alcanzo prácticamente sin moverme, casi como si fuera un ejercicio de excitación únicamente mental.

42. La mayor parte de las veces que he tenido sexo he recurrido a las fantasías sexuales para alcanzar el orgasmo. De lo contrario, una forma de alcanzarlo es ver la penetración.

43. Mis fantasías sexuales no son ideas muy gráficas, es decir, no son visualizaciones de gente teniendo sexo. Son más bien ideas poco figurativas como por ejemplo: "yo dentro de ti", "nosotros hemos tenido sexo muchas veces", "dar-recibir", "yo sé quien eres sexualmente", "libertad", "prohibido", "yo soy hombre, tú eres mujer", "yo soy hombre, tú eres hombre", "nadie lo sabe", etc. ¿Son raras, no?

44. Como muchas personas, también a veces tengo miedo al desempeño.

45. Debido a que he estudiado sexualidad desde hace muchos años, algunas mujeres me han confesado que se sienten inhibidas y con miedo al desempeño la primera vez que están conmigo porque creen que mis expectativas son muy altas.

46. Muchas veces aplico la estrategia del seductor invencible. Sé cocinar, tengo música muy buena y medio rara, mi casa está siempre ordenada y tengo paciencia para escuchar toooodo lo que me quieran contar.

47. Hace relativamente poco tiempo, cuando estaba por cumplir los 40 años, una chica cuatro años más joven que yo, es decir, de 36, fue a la casa a cenar, conversamos, tomamos vino, escuchamos música y luego nos dimos unos besos. Cuando yo quería llevarla a mi habitación, me paró en seco y me dijo "espera, espera, es que no sé a dónde nos va a llevar esto. No sé qué tipo de relación quieres tener conmigo y no sé si yo lo pueda manejar". Lo curioso es que ella vivía en ese entonces en Estados Unidos así que no sé qué tipo de relación se estaba queriendo plantear. Lo menciono aquí porque no creí que a los 40 años me pasara algo así, con una mujer que quisera saber si yo quería ser su novio y tener una relación estable antes de irse a la cama por primera vez conmigo. Pensé que eso dejaba de pasar como a los 25, pero estaba equivocado.

48. Me soprende que hay hombres a los que no les guste dar sexo oral a una mujer. No lo entiendo.

49. Durante los años que he tenido una pareja masculina, también he mantenido otras relaciones, siempre femeninas. En cambio, cuando he tenido parejas femeninas, casi nunca he tenido otras relaciones masculinas.

50. No creo en la fidelidad como una característica de la persona. Más bien pienso que es un estado de la persona en el momento presente, que puede durar mucho o poco y que puede darse con unas personas y no con otras.

Bueno, hasta aquí por ahora. Las siguiente 50 las tendré que hacer en la próxima.