martes, 21 de octubre de 2008

El transporte público, muchos años después


Hace unos días me subí al metro de esta ciudad. Hacía tiempo que no lo hacía. También hacía tiempo que no me subía a otros transportes públicos porque, afortunadamente, mi trabajo está muy cerca de mi casa así que voy y vengo en automóvil.
La cosa es que, cerca de las ocho de la mañana de un día de semana, yo trataba de treparme al tren ligero y, oh sorpresa, venía a reventar. De plano mejor dejé pasar ese tren y decidí esperar el que sigue con la esperanza de que viniera más desocupado. Vanas esperanzas. El siguiente tren venía tanto o más ocupado que el primero y no me quedó otra opción que decidirme a subir a la fuerza, aunque fuera como en una lata de sardinas.
Más que eso. Las puertas no cerraban porque yo no terminaba de entrar en el vagón. Desde afuera sentí cómo alguien me empujaba por la espalda para que yo avanzara unos cuantos milímetros hacia el interior y que las puertas automáticas pudieran finalmente encontrarse. Luego de varios intentos, las puertas cerraron y el tren partió. En ese esfuerzo por entrar "a como diera lugar" en el vagón, de pronto sentí un crack y pensé que habían sido mis lentes para leer los que habían sonado así, pero en ese momento no podía saberlo ni averiguarlo porque estaba completamente inmóvil y casi sin poder poner los pies en el suelo.
En esa situación me encontraba cuando, delante de mí, un chico de unos 18 o 20 años trataba de acomodar algo en la mochila que llevaba a la espalda. Por lo menos eso fue lo que entendí que trataba de hacer cuando una mano se movía y me rozaba el cierre del pantalón. Sentía que su mano insistía mucho en moverse pero me pareció que era parte del trabajo que daba hacer cualquier movimiento en ese apretujamiento digno de Cuando el destino nos alcance.
La cosa es que el chico se demoraba mucho en dejar su mano quieta y realmente quería cerrar algún bolsillo de su mochila o qué era lo que no terminaba de hacer. Después de un tiempo que me pareció prudente, empecé a pensar que no se trataba de lo que yo pensaba, sino que, de plano, estaba aprovechando la situación para sobarme por encima del pantalón, aprovechando que nadie podía ver nada. Primero no supe bien qué hacer, porque no estaba seguro de lo que estaba pasando, pero cuando de plano sentí que entusiasmado por mi pasividad, lo siguiente iba a ser intentar bajarme el cierre, ahí sí le puse un alto y traté de girarme sobre mi propio eje un poco para alejarme de su mano.
Parece que sí estaba yo en lo correcto cuando pensé que el chico estaba divirtiéndose aprovechando los apretujones porque luego de mi movimiento su mano finalmente encontró el modo de acomodarse y no insistió más. Luego sacó la mano y todo quedó en paz, hasta que, pocas estaciones más adelante, él salió por la puerta de enfrente y yo no me fijé bien cuándo salió. Nunca le vi la cara.
Al llegar a la estación terminal, me bajé del tren y entré a la estación del metro. Venía pensando en lo que había sucedido en el transporte anterior y seguía con dudas de lo correcto de mi interpretación.
Pasó todo el día y yo tuve que tomar los mismos transportes de regreso a mi casa. Primero el metro y luego el tren ligero. Ya me habían comentado que las cosas habían cambiado mucho en el metro de esta ciudad. Que era cada vez más frencuente que jóvenes parejas del mismo sexo caminaran por los andenes de la mano, abrazados o de plano se besaban sin importarles mucho la mirada de la demás gente. Yo no lo había visto y justamente me tocó ese día por la noche.
Vi a una pareja de chicos que de plano se dieron un beso en la boca y vi otra pareja de hombres, un poco mayores, muy evidentemente gays y muy evidentemente pareja.
Pero eso no fue todo. Cuando me tocó transbordar y pararme a esperar que llegara el siguiente tren, me di cuenta que, frente a mí, al otro lado de las vías estaba parado un tipo que me miraba fíjamente. Lo miré primero con una ojeada fugaz y justo en ese momento se tocó el pene muy discretamente, como si se acomodara el pantalón, nada demasiado evidente. Sin embargo, cuando levanté la vista y lo miré a los ojos, de plano me sonrió y me lanzó un beso. Yo en realidad no podía creerlo porque me parecía demasiado. ¿Cómo que te estén ligando así? Miré para otra parte en lo que terminaba de "caerme el veinte" y me atreví a mirarlo de nuevo. Él volvió a hacer lo mismo, se tocó el pantalón y después me volvió a lanzar un beso.
En ese momento llegó mi tren y yo, antes de que subirme, me toqué el pantalón como si me agarrara los testículos, muy discretamente y solamente por divertirme. Yo no estaba ligando ni mucho menos y no me interesaba el tipo, pero me pareció divertido e inofensivo ya que yo iba en dirección contraria a él en ese momento iba a desaparecer de esa estación.
Entonces, entre el toqueteo matutino, los besos y las parejas que vi de regreso y este otro tipo que de plano me estaba ligando, me di cuenta que las cosas han cambiado muchísimo en esta ciudad, que lo que antes era impensable, ahora se está volviendo de lo más común.
No sé si esté bien o mal. Definitivamente creo que si la homosexualidad se normaliza cada vez más, es mejor para todos, sin embargo el rollo de que te tiren la onda así se me hace "un poco demasiado", como que eso ya de plano es una agresión. Quizá otro en mi lugar hubiera terminado golpeando a alguno de estos tipos que mencioné.
Esa fue entonces mi aventura erótica del transporte público de hoy.

lunes, 20 de octubre de 2008

Soundtrack

Éste es el soundtrack para la tristeza de hoy.

Mal

Imagen tomada de: http://www.ojodigital.com/foro/paisajes/76305-un-arbol-solitario.html

Cuánto tiempo sin visitar este blog. Más de tres meses, pero parece una eternidad. En el transcurso, he acumulado experiencias, reflexiones y ganas de volver a escribir sobre lo que pasa por mi cabeza, por mi corazón y por algunos otros lados también.
¿Por qué estoy volviendo a este blog? Muy seguramente por mi estado de ánimo, que no es el mejor últimamente y siempre el estado pensativo, reflexivo, triste me hace volver a escribir para tratar de, de a poco, sacar algunos sentimientos que traigo atorados.
¿Razón por la que hoy estoy triste? Ando en crisis con El Señor de las Imágenes. Un desencuentro en nuestra conversación, dos puntos de vista sobre la misma cosa, más una enorme incapacidad de verbalizar los sentimientos han dado como resultado que no nos dirijamos la palabra en una semana. Y lo peor de todo es que ni siquiera tuvimos una bronca entre nosotros. Así de frágil es el asunto. No daré más detalles porque me parece innecesario en este blog que no es en sentido estricto un "Querido Diario", sino un lugar para hablar, un punto de llegada para dejar partir las emociones sobre la sexualidad y el erotismo.
La cosa es que estamos mal y de malas y no sé qué seguirá en todo esto. No habernos hablado en estos días me ha hecho pensar mucho en qué más quiero seguir haciendo con él. También me ha hecho sentir lo atado que estoy, emocionalmente hablando, a una relación que ya cumple ocho años. También me ha provocado deseos casi irrefrenables de irme a la cama con otra persona, sea hombre o mujer y también, tristemente, he pensado la posibilidad de que la relación termine y quedemos, si bien nos va, como cuates que se verán cada tanto, para contarse las grandes generalidades y haciendo un esfuerzo por buscar puntos de coincidencia como cuates cuando nosotros nunca fuimos cuates.
No sé qué va a pasar. Tal vez mañana nos llamemos por teléfono y, después de una discusión, todo se arregle. Tal vez sigamos en las mismas por un rato, pero estoy seguro que seré yo quien quiera terminar esta situación. Tal vez él se manifieste, tal vez no. Tal vez uno de los dos termine diciendo que ya no quiere más y será ahí cuando de verdad sienta que la oscuridad se apodera de mí de nuevo.
Estoy muy triste. Lo he estado toda la semana pasada. Este sábado quise evitar las penas visitando a mi familia y el domingo saliendo todo el día para no estar solo en casa. No sé qué más hacer. Ya llamé, ya busqué, pero no hay respuesta.
En fin, insisto, este blog no es para detallar los avatares de mi vida día con día, sino para hablar de otras cosas, pero hoy no pude evitar hacer una excepción en la regla.