viernes, 13 de febrero de 2009

Las apariencias engañan


Imagen tomada de: http://www.ieslasmusas.org/departamentos/filosofia/images/espejo.jpg
La Azotada Europea me confesó recientemente dos cositas. La primera, que por primera vez, después de más de diez años de matrimonio, penetró a su marido con un objeto y a él le encantó -a ella también-. La segunda, que muere de ganas de besar a una mujer, porque nunca lo ha hecho. Voy a relatar las dos.
Ella moría de ganas de contarme lo que llamó su "experiencia triple x" con su marido. Por fin pudo hacerlo esta tarde. Resulta que él está más o menos obsesionado con el trasero de su mujer y más específicamente, con el ano de su mujer. Quiere penetrarlo a como dé lugar y a ella, desgraciadamente, no le apetece en lo más mínimo. Bueno, hasta problemas y discusiones han tenido sobre la discrepancia de gustos, a tal grado que él no se explica cómo no le puede gustar si otras mujeres lo aceptan gustosas y hasta se lo han pedido. Claro, él se refiere a aquellas épocas, cuando ellos no se conocían. Pues la cosa es que no hay modo de convencerla, no le gusta, le incomoda muchísimo y por más que él busque excitarla, no puede hacer que ella cambie de opinión.
Recientemente estaban teniendo relaciones cuando él volvió sobre lo mismo y ella, en un momento de excitación y de imaginación sexual, le propuso que, en vez de que él la penetrara a ella por el ano, que fuera ella quien lo penetrara a él. Parece que a su marido le gustó la idea y se dejó hacer.
Gran sorpresa se llevaron los dos porque nunca lo habían experimentado. A él le gustó tanto que, después de un rato, él quiso penetrarla y así lo hizo pero le pidió a ella que le dejara el objeto que tenía insertado en el ano, y así tuvieron relaciones. Ambos quedaron exhaustos, satisfechos, asombrados, enmudecidos y ensimismados. No dijeron nada. Por varios días. Hasta que él decidió tocar el tema de la forma más natural.
A ella le gustó también la experiencia. Le excitó mucho pero no sabe cuándo la repetirán.
La segunda confensión surgió cuando, durante esa misma conversación me pidió que, en el verano próximo, la acompañara a algún lugar de tipo sexual. Creo que sus palabras fueron "un lugar donde se haga de todo". Yo, la verdad, no conozco ningún lugar con esas indescriptibles características, pero quise seguir la conversación y le pregunté a qué tipo de cosas se refería. Me dijo que se le antojaba besar a una mujer, pero que tendría que estar en situación para animarse, pero que ésa era una de sus fantasías largamente acariciadas y ninca satisfechas.
Creo que estas dos confesiones tienen muchas cosas en común. Las veo asociadas a la frase que da nombre a esta entrada. Mi amiga siempre ha tenido la imagen de ser una mujer sexualmente muy liberada, muy activa, muy puesta en lo sexual y muy dispuesta también. Habla de ello con familiaridad, ha tenido muchas parejas sexuales, ha estado casada dos veces, ha vivido con varios hombres, etcétera ¿cómo es posible entonces que, con su marido con quien lleva más de diez años de casada no halla practicado la penetración a él? La verdad, lo encuentro un poco raro, peoro bueno. La segunda cosa, lo de los besos con otra mujer, me parece ahora tan pueril, tan inocente, tan simple de realizar. Claro, lo dice alguien que ha vivido su bisexualidad desde hace más o menos nueve años, pero igual se me hace que, si ha tenido tantas ganas de realizarlo y si, tal como dicen ahora, el rollo lésbico está tan de moda que a los hombres les gusta y a las mujeres no les asombra, pues como que siento que pierde su carga de tabú, de cosa prohibida, de límite último.
Por lo menos, de la primera ella puede darle check a la casilla, eso está bien. Habrá que ayudarla con lo segundo, que a mis ojos resulta simple de satisfacer.
Lo cierto es que la confesión terminó en un autoanálisis de cuán conservadora es sexualmente. A pesar de que le gusten mucho las experiencias fuera del matrimonio o de que sea tan sexualmente abierta e insistente con el tema, siento que mi amiga es, tal como ella lo dijo, más bien pasiva en lo sexual y espera que él haga todo.
Ella viene en verano. Quiere que nos veamos en esa fecha. Poner atención a las cursivas es muy importante en la frase anterior. ¿Será que le tendré que enseñar algunas de esas cosas que se aprenden como a los veinte o a lo más, a los treinta? Ya veremos.