viernes, 23 de octubre de 2009

¿Dónde está la clave?




Camino por la calle y muchas veces voy mirando a la gente con quien me topo. Los miro a la cara, les miro el cuerpo, observo sus movimientos, sus proporciones, su sonrisa, la expresión de su mirada. Miro a la gente adulta y también a los jóvenes. Hay gente que me atrae inmediatamente. Cuando me doy cuenta de ello, trato concientemente de conocer la razón de esa atracción. Sé que tengo una fijación con la boca, con la forma de los labios, de los dientes, de la sonrisa, pero a veces no es la boca la que me gusta. A veces me gusta por ejemplo la forma de la cabeza, el modo en que el pelo enmarca la cara. Pero también me gustan los hombres pelones, sobre todo después de aquella historia con el Neurólogo Catalán.
Me fijo en hombres y mujeres. No me fijo en personas muy jóvenes, no me atraen. En niños, menos. Digamos que de treinta para arriba la cosa se pone interesante.
Trato de definir ese secreto que provoca mi atracción. No puedo dar con él por más que lo intento. Es algo físico, es algo que debería ver claramente porque está ahí, a la vista y debería ser descriptible, pero no lo es. Por el contrario pareciera como un suspiro, algo resbaloso que se escapa. Algo que es apenas un asomo de luz en una oscuridad permanente, una especie de insight.
Me he sorprendido muchas veces observándo indiscretamente a una persona porque me gusta pero no sé qué es exactamente lo que me gusta. Es como esos cuadros que ves de lejos y que te parecen hermosos o por lo menos atractivos, pero de cerca pierden esa fuerza, se ven sus defectos.
Pienso todo esto porque en las últimas semanas he sentido esos chispazos de atracción. En la calle, en encuentros profesionales. En mi oficina, en cambio, eso no me sucede con nadie con quien yo sienta esa magia de encontrarme de pronto atraído.
Demonios, qué es. No es la delgadez, porque me he sentido atraído por gente con buenas carnes. Nunca por gordos, de plano eso es un deal breaker pero sí por gente que tiene sus kilos. Antes pensaba que tenía preferencia por la gente morena, de tipo latino, pero ahora me doy cuenta que mi gusto está mucho más globalizado y, sin dejar de sentirme atraído por el tipo latino tanto en hombres como en mujeres, también otros rasgos físicos me resultan interesantes, como los negros, los asiáticos y claro, los caucásicos. Tampoco es la altura porque no necesariamente una persona alta me va a gustar más que una más bajita.
Creo que estoy escribiendo esto más a tientas que con algo claro, pero así resulta. Ese sex appeal, ese allure, ese no sé qué, que no puedo describir.