lunes, 8 de diciembre de 2008

Blink

Imagen tomada de: http://www.madetosucceed.com/books/1598200879.htm

Estoy leyendo un libro del cual varios amigos me habían comentado. Se llama Blink. Inteligencia intuitiva, escrito por Malcolm Gladwell y publicado por Punto de lectura, 2007. Apenas lo estoy empezando pero está muy interesante. Habla de esos dos primeros segundos cuando nos topamos con algo desconocido -una situación, una cosa, una persona- y tenemos una reacción intuitiva, espontánea e incontrolable como respuesta. Esa respuesta puede ser positiva o negativa pero es totalmente inconciente y en innumerables ocasiones resulta ser una reacción acertada, pero que no podemos explicar. Es un libro que se trata de estas "corazonadas" o sentimientos difíciles de definir pero que son el resultado de nuestra reacción involuntaria ante algo.
En el segundo capítulo, titulado "La puerta cerrada: vida secreta de las decisiones instantáneas", el autor relata algunos experimientos hechos con hombres y mujeres que quieren encontrar parejas y que participan en "citas express", es decir, encuentros con personas del sexo opuesto que tienen una duración de seis minutos. En ese tiempo -y en la mayoría de los casos, mucho antes- una persona puede darse una idea y reconocer si se siente atraído por aquel que tiene en frente. Basta con un par de minutos, un tiempo muy corto, para tener una opinión y una reacción sobre quien está sentado al otro lado de la mesa.
Pero entre las cosas que dice este autor, está algo que me hizo pensar en escribir este post. Dice que, según estudios, cuando se le pregunta a una persona sobre el tipo ideal de pareja que le haría sentirse atraído, esta persona describirá un prototipo de persona que, en la práctica, es muy distinto de aquel que verdaderamente le causa atracción. En el ejemplo que él describe, una mujer definió su prototipo como intelingente y sincero, cuando en realidad las personas que más le llamaron la atención caían en la descripción atractivo y simpático. Si a esa persona se le pregunta, al final de la sesión lo mismo que al principio, es decir qué es lo que más le atrae de una persona, ella responderá que sea atractiva y simpática, pero solamente al día siguiente o en un periodo corto, ya que si se le vuelve a preguntar un mes más tarde, volverá a decir que busca inteligencia y sinceridad. ¿Raro no?
Bien, esto me llevó a pensar en torno a cuál es mi prototipo de pareja y cuál es la que en verdad me atrae y que, según este autor, suelen ser distintos modelos. Esto está casi como el chiste de la diferencia entre la teoría y la práctica.
Lo que yo creo que me atrae son las personas inteligentes, que tienen humor ácido, que son dignas de admiración por alguna razón, que son independientes y que tienen estilo, que tienen onda, pa' que me entiendan.
Sin embargo, con los años de terapia que llevé y observando mis relaciones de pareja de los últimos años, creo que no es exactamente eso que dije en el párrafo anterior lo que termina enganchándome con alguien. Quizá es más acertado decir que me siento atraído por personas simpáticas, que tienen apariencia de ser buenas, que de algún modo están desvalidas y yo puedo ayudarlas, que necesitan algo de mí, con las que puedo hacer una relación en la que yo tengo algo de poder extra -es decir, con quien puedo establecer una relación asimétrica, ya sea porque tengo un carácter más fuerte o bien porque con ella me siento atraído pero no como para dejarlo todo, o sea que de algún modo no son indispensables.
Tal vez estoy siendo demasiado duro conmigo mismo, pero lo que quiero resaltar aquí es esta diferencia entre lo que uno se imagina que es y lo que es en realidad. También me parece que, tal como se lo escuché muchas veces a un psiquiatra con el que trabajé un tiempo, las personas se atraen por sus debilidades, más que por sus fortalezas o, en otras palabras, "siempre hay un roto para un descocido", tal como decía mi abuelita, que era una sabia. Uno piensa que son solamente las características positivas de los sujertos las que serán de atracción, cuando muchas veces son aquellos rasgos negativos los que enganchan con nuestra historia, con la manera en que aprendimos a querer, a sentirnos cómodos con los demás y eso es lo que termina atrayéndonos. Más allá de todos esos valores abstractos y socialmente aceptados, políticamente correctos respecto a las parejas, ubicados en el terreno de juego, las cosas se vuelven más oscuras y retorcidas.

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