Así han sido las cosas entonces. Un reencuentro con una agenda oculta, la de ella, unas ganas de conectarse emocionalmente eliminando las barreras, todas las barrera, incluyendo el uso del condón -esas ganas fueron las mías-, y un acto de fe en que nada va a ocurrir, eso sí, basado en la información, la de ella, y... ¡bam! A quedó embarazada. ¿Por dónde empezar para hablar de este pasaje? Tal vez podría iniciar diciendo que el acto de no usar condón fue algo completamente premeditado, pero tenía sus bases. Yo en realidad no soy ningún kamikaze que se aviente así nomás porque sí a tener relaciones desprotegido. De hecho, yo no tengo relaciones sin condón y eso supongo que está claro en este blog. Es una "política" permanente y sistemática. No tengo problema con los preservativos y soy inflexible en ese aspecto, por más que me insistan, y debo decir que sí ha habido unas cuantas personas que han insistido. Bueno, así fueron las cosas, en esa visita que ella me hizo a la casa, después de algunos meses de no vernos y después de mucho tiempo de no tener relaciones sexuales entre nosotros, yo decidí que fuera sin condón y eyaculé dentro de ella lleno de emoción y de gozo. Sin embargo, mientras eso sucedía no dejaba de darme vueltas en la cabeza, en el fondo de mis pensamientos, que eso no estaba bien. Luego de esa ocasión que sucedió hace ya algunos meses, y una vez establecida la posibilidad de un reencuentro más en nuestra ya larga y atormentada relación, fue difícil pensar en usar condón de nuevo. Yo me convencí de que ella no podía quedar embarazada y, si así fuera, me lo diría (¿realmente pensaba que me lo diría?). En fin, quise creer eso y seguí teniendo relaciones así nomás. Una mañana me desperté de sobresalto en mi casa. Había soñado que Tita se sentaba a la orilla de la cama y se tocaba la panza. Estaba embarazada y lucía una sonrisa amplia cuando me miraba. Habíamos vuelto de nuevo y ese hijo que cargaba era mío. En ese momento me desperté de golpe y angustiado. Comenté eso con A unos días después. Le dije lo que me había pasado y lo que pensaba. Algo en mi cabeza daba vueltas inconcientemente y había asomado en forma de este sueño angustiante. Ella me aseguró en ese momento que no había prácticamente ninguna posibilidad de que ella quedara embarazada, por lo que no tenía de qué preocuparme. Yo me sentí incómodo con este tema, es decir, si bien es cierto que era de lo más agradable tener relaciones sin estar preocupado por el uso de preservativos, también el no usar nada representaba una especie de recordatorio de que estábamos haciendo esto así porque ella no podía tener hijos. En el fondo de mi corazón era como si yo le estuviera recordando su infertilidad, dado que yo le he dicho infinidad de veces que no quiero tener hijos. En este sentido, pienso que tal vez me hubiera sentido más cómodo usando condón, porque así no quedaba esta sensación de sus dificultades reproductivas. Qué locura, lo sé, es un enredo de ideas y emociones. Días después ella decidió que nos dejáramos de ver otra vez. Necesitaba pensar cosas que tenían que ver con una relación reciente que había terminado o por lo menos había quedado en pausa. Yo solamente escuché y estuve dispuesto a la nueva separación. Era algo que esperaba en cualquier momento, como ha sucedido siempre con ella. Yo estaba preparado. Nos dejamos de ver. Días más tarde A me avisó que estaba embarazada. Mi sueño aquél había sido como una predicción. Yo sabía que eso estaba mal y lo había hecho de todos modos. Ese sueño no ha dejado de inquietarme. Lo consulté con mi gurú y me dijo que Tita quedó en mi vida como la corporeización de todas mis debilidades y mis miedos y por ello, cada vez que yo sienta angustia por alguna situación, estaré vulnerable a que ella se me aparezca en los sueños, representando mi angustia sobre algo que mantengo a nivel inconciente. Yo bromeaba al respecto. ¿Es entonces que T se convirtió en una especie de ángel de la guarda que me estaba protegiendo de mí mismo al pegarme tremendo susto cuando se sentó a la orilla de la cama y me mostró su panza de embarazada? ¿Era un aviso de que eso me podía pasar si seguía teniendo sexo sin protección? De la consistencia de los sueños.
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lunes, 20 de febrero de 2012
De la consistencia de los sueños.
Imagen tomada de http://bitsonbeats.blogspot.com/2012/01/cosas-que-quizas-no-sabias-sobre-los.html
martes, 18 de agosto de 2009
Imágenes, evocaciones y recuerdos.

Imagen original del autor de este blog.
En la playa, mirando el cuerpo de una mujer que permanecía recostada junto a su pareja, a unos metros junto a mí recordé historias de otros tiempos que se mezclaron con imaginarios de algo que nunca fue. El cuerpo sensual de esta anónima compañera de playa me hizo viajar con el pensamiento entre los recuerdos y la imaginación hacia el cuerpo de una de las mejores amantes y mejores parejas de toda mi vida.
Al acomodar ese bikini, pensé que por un momento vería debajo del triangulito a rayas de esta playista un pubis bien recortado, muy como se usa en la actualidad. Esa imagen en mi cabeza me hizo tener el recuerdo de un pubis y la fantástica sensación de hacerle sexo oral a una mujer. Sentir sus jugos, percibir su olor, disfrutar todas las texturas que la lengua puede captar en el pubis de una mujer, desde la aspereza del vello recortado, hasta la lubricidad salada de la paredes internas de una vagina que cede a la penetración oral.
Lo recordé todo. Me lo imaginé también. Me imaginé haciéndole sexo oral allí mismo, sin que nada alrededor importara.
Me imaginé levantando su bikini y deslizándolo hacia abajo para acercar mi boca y mi nariz. Ese olor, ese sabor lo conozco.
La imagen derivó rápidamente en el pubis de Audrey y entonces el pensamiento se tornó en recuerdo. A la memoria vinieron esas imágenes, las de su pubis apareciendo al retirarle lentamente la tanga y la manera en la que elevaba la cadera, un poco para que la ropa interior deslizara más fácilmente y otro poco para ofrecer su entrepierna a mis ojos y mis ganas.
Ese recuerdo provocó otro, el del pubis de La Internauta Italiana, con sus sabores y olores tan distintos, mucho más fuertes, y entonces la oralidad dio paso al coito total, a caballo, yo tumbado de espaldas y ella montada encima de mí y a punto de venirse, mirándome a los ojos y avisándome que su orgasmo estaba próximo. Recordé que ella se podía venir muchas veces y también eyacular y que lo hacía con abundancia. Recordé las veces que me decía ¡no te muevas, no te muevas! en aviso de que su eyaculación sucedería a continuación. Mientras recordaba eso me imaginé la escena, es decir, no fue un recuerdo, sino que la imaginé nueva, como si lo estuviéramos haciendo en ese momento. Y esa imagen me hizo recordar algo muy especial, que lo tenía casi borrado, que cuando ella eyaculaba se le salía un par de lágrimas. Pero no lágrimas de tristeza o de emoción, sino lágrimas como de bostezo, de esas que no tienen que ver con las emociones. La recordé sacándose las lágrimas y expresando un enorme alivio después de la eyaculación, pues había liberado esa misteriosa carga de líquido incoloro, inodoro, cuya sensación de liberación se parecía a la micción, pero no igual.
La recordé entonces recogiéndose las lágrimas mientras yo permanecía extasiado por la sensación de su eyaculación con mi pene adentro y me hubiera empapado completamente el pubis, los testículos y el perineo.
Ese recuerdo me hizo pensar en algo de lo cual no tengo memoria que hayamos hecho y la verdad, es una lástima. Nunca eyaculó encima de mí, en otra parte fuera de mi pubis. Nunca lo hizo en mi estómago, por ejemplo, o en mi pecho, que hubiera sido mucho mejor. Así, mientras pensaba en eso y creaba esas imágenes en mi cabeza, imágenes que, como digo, no sucedieron, me imaginé a La Internauta Italiana eyaculando en mi cara, en todo mi rostro y dejándome caer todos sus jugos en la boca. ¿Por qué no lo hicimos nunca? Qué estúpido. No sería entonces una imagen, sino un recuerdo de algo vivido, de lo experimentado. Imaginé bebiendo su líquido, expresándole así mi aceptación total, mi comprenetración profunda con ella. Cualquier cosa que de ella viniera estaría bien y más ese líquido que únicamente era producto de nuestra interacción.
Esto último encendió mi cuerpo, que reaccionó con una erección que tuve que disimular en mi traje de baño y que al mismo tiempo me arrancó de mis sueños e imaginarios y me devolvió a la realidad, a ese bikini a rayas en la palapa que estaba junto a la mía, y también de regreso a mi lectura de ese momento, la historia de las epidemias en México. Eso apaciguó todas las señales de deseo y ni la playista junto a mi, ni nadie más se dio cuenta de mis viajes íntimos al pasado y a la fantasía.
Al acomodar ese bikini, pensé que por un momento vería debajo del triangulito a rayas de esta playista un pubis bien recortado, muy como se usa en la actualidad. Esa imagen en mi cabeza me hizo tener el recuerdo de un pubis y la fantástica sensación de hacerle sexo oral a una mujer. Sentir sus jugos, percibir su olor, disfrutar todas las texturas que la lengua puede captar en el pubis de una mujer, desde la aspereza del vello recortado, hasta la lubricidad salada de la paredes internas de una vagina que cede a la penetración oral.
Lo recordé todo. Me lo imaginé también. Me imaginé haciéndole sexo oral allí mismo, sin que nada alrededor importara.
Me imaginé levantando su bikini y deslizándolo hacia abajo para acercar mi boca y mi nariz. Ese olor, ese sabor lo conozco.
La imagen derivó rápidamente en el pubis de Audrey y entonces el pensamiento se tornó en recuerdo. A la memoria vinieron esas imágenes, las de su pubis apareciendo al retirarle lentamente la tanga y la manera en la que elevaba la cadera, un poco para que la ropa interior deslizara más fácilmente y otro poco para ofrecer su entrepierna a mis ojos y mis ganas.
Ese recuerdo provocó otro, el del pubis de La Internauta Italiana, con sus sabores y olores tan distintos, mucho más fuertes, y entonces la oralidad dio paso al coito total, a caballo, yo tumbado de espaldas y ella montada encima de mí y a punto de venirse, mirándome a los ojos y avisándome que su orgasmo estaba próximo. Recordé que ella se podía venir muchas veces y también eyacular y que lo hacía con abundancia. Recordé las veces que me decía ¡no te muevas, no te muevas! en aviso de que su eyaculación sucedería a continuación. Mientras recordaba eso me imaginé la escena, es decir, no fue un recuerdo, sino que la imaginé nueva, como si lo estuviéramos haciendo en ese momento. Y esa imagen me hizo recordar algo muy especial, que lo tenía casi borrado, que cuando ella eyaculaba se le salía un par de lágrimas. Pero no lágrimas de tristeza o de emoción, sino lágrimas como de bostezo, de esas que no tienen que ver con las emociones. La recordé sacándose las lágrimas y expresando un enorme alivio después de la eyaculación, pues había liberado esa misteriosa carga de líquido incoloro, inodoro, cuya sensación de liberación se parecía a la micción, pero no igual.
La recordé entonces recogiéndose las lágrimas mientras yo permanecía extasiado por la sensación de su eyaculación con mi pene adentro y me hubiera empapado completamente el pubis, los testículos y el perineo.
Ese recuerdo me hizo pensar en algo de lo cual no tengo memoria que hayamos hecho y la verdad, es una lástima. Nunca eyaculó encima de mí, en otra parte fuera de mi pubis. Nunca lo hizo en mi estómago, por ejemplo, o en mi pecho, que hubiera sido mucho mejor. Así, mientras pensaba en eso y creaba esas imágenes en mi cabeza, imágenes que, como digo, no sucedieron, me imaginé a La Internauta Italiana eyaculando en mi cara, en todo mi rostro y dejándome caer todos sus jugos en la boca. ¿Por qué no lo hicimos nunca? Qué estúpido. No sería entonces una imagen, sino un recuerdo de algo vivido, de lo experimentado. Imaginé bebiendo su líquido, expresándole así mi aceptación total, mi comprenetración profunda con ella. Cualquier cosa que de ella viniera estaría bien y más ese líquido que únicamente era producto de nuestra interacción.
Esto último encendió mi cuerpo, que reaccionó con una erección que tuve que disimular en mi traje de baño y que al mismo tiempo me arrancó de mis sueños e imaginarios y me devolvió a la realidad, a ese bikini a rayas en la palapa que estaba junto a la mía, y también de regreso a mi lectura de ese momento, la historia de las epidemias en México. Eso apaciguó todas las señales de deseo y ni la playista junto a mi, ni nadie más se dio cuenta de mis viajes íntimos al pasado y a la fantasía.
martes, 23 de junio de 2009
Intimidad vs. sexo

Imagen tomada de: http://arielarrieta.com/2008/09/02/la-industria-online-es-de-marte-los-anunciantes-de-tv-de-venus/
¿Qué es primero? ¿el huevo o la gallina? Ése es el tipo de pregunta cuando uno opone esos dos conceptos que titulan este post: intimidad y sexo.
Pareciera existir un patrón de comportamiento completamente opuesto entre hombres y mujeres. Según dice el librito, para las mujeres es básico construir un escenario de intimidad antes de tener entusiasmo de irse a la cama. Para ello, ser escuchadas, intercambiar opiniones, saber del otro, todo eso es indispensable o, al menos, una forma de disfrutar el sexo con mayor intensidad. Para los hombres, por el contrario -dice también el librito- el camino es a la inversa. Pareciera que el sexo es en realidad una puerta hacia la intimidad. No es necesario contruir un acercamiento emocional previo para irse a la cama, sin embargo sí puede haber buenas oportunidades de que un hombre abra su corazón después de que tuvo un buen sexo y se sienta más relajado, más sensible y también, acaso, más vulnerable.
Justamente por esta diferencia la película Better Than Sex (Mejor que el sexo) dirigida por Jonathan Teplitzky en 2000 me gustó tanto cuando la vi por primera vez. Y me siguió gustando las decenas de veces que la he visto posteriormente. Se trata de eso. Una pareja que se conoce casualmente durante una fiesta decide irse a la cama esa misma noche. Todo sucede en australia, ambos son nacidos allá pero él vive en Londres y se tiene que ir en un tres días. Ella encuentra en esa circunstancia el incentivo perfecto para invitarlo a pasar a su departamento cuando a la salida de esa fiesta comparten un taxi. Al fin que igual se va, piensa ella, así que será un sexo sin repercusiones ni complicaciones. Sexo puro. La historia de esa película es aquello que sucede durante esos tres días, antes que él se tenga que ir a Londres.
Intimidad vs. sexo puede titularse también la historia que tuve con Audrey durante el tiempo que intentamos armar una relación de pareja. La trama de esta otra historia es precisamente una relación de tensiones entre la construcción de una cierta intimidad para hacer vida de pareja en contraste con la búsqueda de la intimidad a través del acercamiento sexual en un momento que yo estaba dispuesto a abrir las puertas del corazón a través de la experiencia física.
Nunca terminamos por entendernos. Aunque no solamente por eso, debo aceptar. Yo mantenía en ese entonces una relación de muchos años con El Señor de las Imágenes y no pensaba terminarla, así que los límites de mi relación con Audrey estabam más o menos establecidos.
Como hombre que soy, yo sí creo en un proceso de acercamiento con otra persona una vez que has tenido encuentros sexuales. De hecho me gusta que así sea. Sé también, lo recuerdo perfectamente, que algunas relaciones sentimentales que yo he tenido en la vida han seguido un recorrido distinto. Primero se ha establecido una relación de amistad, comunicación, respeto, etcétera y luego hemos intentado ser pareja. En algunas ocasiones incluso ese cambio de amistada a pareja ha resultado difícil, sin embargo, en mis tiempos mozos pensaba que ése era el cambio para emparejarse. Si bien sigue teniendo sentido esa fórmula, creo que en los tiempos actuales el acercamiento con alguien tiene una manera distinta de desarrollarse y creo que la prefiero del modo actual. En pocas palabras, primero sexo, luego vemos. Se oye brutal, lo sé, pero no se me ocurre otra manera más concisa para decirlo.
Pareciera existir un patrón de comportamiento completamente opuesto entre hombres y mujeres. Según dice el librito, para las mujeres es básico construir un escenario de intimidad antes de tener entusiasmo de irse a la cama. Para ello, ser escuchadas, intercambiar opiniones, saber del otro, todo eso es indispensable o, al menos, una forma de disfrutar el sexo con mayor intensidad. Para los hombres, por el contrario -dice también el librito- el camino es a la inversa. Pareciera que el sexo es en realidad una puerta hacia la intimidad. No es necesario contruir un acercamiento emocional previo para irse a la cama, sin embargo sí puede haber buenas oportunidades de que un hombre abra su corazón después de que tuvo un buen sexo y se sienta más relajado, más sensible y también, acaso, más vulnerable.
Justamente por esta diferencia la película Better Than Sex (Mejor que el sexo) dirigida por Jonathan Teplitzky en 2000 me gustó tanto cuando la vi por primera vez. Y me siguió gustando las decenas de veces que la he visto posteriormente. Se trata de eso. Una pareja que se conoce casualmente durante una fiesta decide irse a la cama esa misma noche. Todo sucede en australia, ambos son nacidos allá pero él vive en Londres y se tiene que ir en un tres días. Ella encuentra en esa circunstancia el incentivo perfecto para invitarlo a pasar a su departamento cuando a la salida de esa fiesta comparten un taxi. Al fin que igual se va, piensa ella, así que será un sexo sin repercusiones ni complicaciones. Sexo puro. La historia de esa película es aquello que sucede durante esos tres días, antes que él se tenga que ir a Londres.
Intimidad vs. sexo puede titularse también la historia que tuve con Audrey durante el tiempo que intentamos armar una relación de pareja. La trama de esta otra historia es precisamente una relación de tensiones entre la construcción de una cierta intimidad para hacer vida de pareja en contraste con la búsqueda de la intimidad a través del acercamiento sexual en un momento que yo estaba dispuesto a abrir las puertas del corazón a través de la experiencia física.
Nunca terminamos por entendernos. Aunque no solamente por eso, debo aceptar. Yo mantenía en ese entonces una relación de muchos años con El Señor de las Imágenes y no pensaba terminarla, así que los límites de mi relación con Audrey estabam más o menos establecidos.
Como hombre que soy, yo sí creo en un proceso de acercamiento con otra persona una vez que has tenido encuentros sexuales. De hecho me gusta que así sea. Sé también, lo recuerdo perfectamente, que algunas relaciones sentimentales que yo he tenido en la vida han seguido un recorrido distinto. Primero se ha establecido una relación de amistad, comunicación, respeto, etcétera y luego hemos intentado ser pareja. En algunas ocasiones incluso ese cambio de amistada a pareja ha resultado difícil, sin embargo, en mis tiempos mozos pensaba que ése era el cambio para emparejarse. Si bien sigue teniendo sentido esa fórmula, creo que en los tiempos actuales el acercamiento con alguien tiene una manera distinta de desarrollarse y creo que la prefiero del modo actual. En pocas palabras, primero sexo, luego vemos. Se oye brutal, lo sé, pero no se me ocurre otra manera más concisa para decirlo.
miércoles, 19 de marzo de 2008
El amor después del amor

Imagen tomada de: elmejo.blogspot.com/ 2007/10/sabanas.html
El título de una canción de Fito Páez me sirve para nombrar esta entrada que he tenido en la cabeza dándome vueltas y sin oportunidad de escribir. Ahora que son vacaciones puedo hacerlo con un poco más de calma.
Finalmente Audrey apareció de nuevo en mi vida y por lo que se ve, quiere instalarse e intentarlo de nuevo. Yo no estoy tan seguro de hacer un intento por vez ¿número...? En fin, ese no era el tema que quería plantear acá.
Un día, de esos de fin de semana que se ha quedado en casa y que nos la hemos pasado haciendo el amor como chamaquitos, ella de pronto sacó un lindo tema sobre las sutilezas del sexo. Antes debo decir que a Audrey le encanta hablar de sexo y plantear sus puntos de vista y conocer otros, bueno, por lo menos conocer el mío y eso está bien porque a mí también me gusta intercambiar ideas sobre el sexo, la sexualidad y los misterios del amor. Lo digo por si alguien a esta altura de este blog no se ha dado cuenta.
Ella dijo de repente:
-El otro día estaba platicando como mi amiga La Gordita Norteña sobre estos asuntos del sexo y yo le decía que me encanta cómo es que una como mujer puede darse cuenta perfectamente de que, en plena relación sexual, un hombre deja de dar placer y comienza a moverse de manera distinta, buscando su propio placer, entonces una deja de ser receptora de placer y se convierte en proveedora, y eso también da placer.
Esto que dijo me pareció que era un planteamiento muy sutil, muy inteligente, muy de esos que me gustan de Milán Kundera, por ejemplo. Algo tan pequeño, tan íntimo, que incluso podría no tener mucha notoriedad pero que en el fondo encierra un montón de misterio, un mundo alucinante, diría Antonio Skármeta.
-Lo que cambia es la intención -le contesté yo, mientras me quedaba pensando en lo que ella acababa de decir- a veces ni siquiera cambia el ritmo, pero sí, en efecto, cambia la intención de cómo uno está haciendo el amor o para qué se está moviendo. A veces es algo casi imperceptible, pero igual se siente. Es un punto de inflexión que a veces sucede gradualmente, como casi sin proponérselo. Otras, el cambio es rápido, muy marcado, muy claramente identificable.
Es cierto, en ese punto los papeles cambian. No se invierten, sino que cambian. Yo normalmente soy el sujeto que da placer, el que acaricia, el que besa, el que desnuda y el que excita a la otra persona. Sea que esté con un hombre o con una mujer, mi personalidad en la cama es básicamente activa, dominante. Soy el proveedor de placer. Puedo estar mucho tiempo besando, acariciando, tocando, abrazando e incluso puedo no tener erección durante todo ese tiempo. Puedo también tener una buena erección y disfrutar de una sesión penetrativa con calma, provocando un movimiento ondular, suave o hacerlo un poco más rápido y con golpes finales más o menos violentos, pero todo ello es para el placer de la otra persona. Si bien yo disfruto de todo, sé que no voy a llegar al orgasmo así. Para eso tiene que pasar algo, tiene que suceder un cambio, tengo que hacerme cargo de mi propio placer, egoísta, individual. Llega un punto en el que te das cuenta o simplemente decretas que ya diste mucho placer. Yo me doy cuenta que Audrey se ha venido varias veces y estoy seguro que podría seguir haciéndolo, pero también estoy yo, y a veces, casi siempre, la decisión es unilateral. No sé qué pienso en ese moemento pero es algo así como "bueno ya, voy yo".
Entonces la cosa cambia y lo que fue el personaje generoso y complaciente, se convierte en otro egocéntrico, solitario. Estoy con ella pero sobre todo estoy conmigo, buscando en mi propio ser, en mis sensaciones, en mis fantasías, en mis recuerdos aquello que me haga llegar a un orgasmo. Entonces, el movimiento toma una forma distinta. Ya no es para ella, es para mí y ella se da cuenta del cambio, en ese momento ella percibe que los papeles han cambiado, que ella se ha convertido en fuente de placer más que en objeto que recibe la acción del sujeto activo que soy yo. Es un cambio que dura poco tiempo, casi siempre. Voy tras la búsqueda de mi orgasmo y sé que voy a tener una batalla conmigo mismo, una especie de encuentro personal. Es cierto que muchas cosas externas influyen, claro, como los ruidos de ella, los olores, las sensaciones en el cuerpo, incluso la música que me gusta poner para acompañar la sesión. Pero tienen un lugar preponderante aquellas cosas que están sucediendo en mi cabeza. Estoy completamente de acuerdo con ese planteamiento que dice que el orgasmo tiene un alto porcentaje cerebral. ¿Qué otra cosa podría hacerme llegar al orgasmo considerando que no sufro, afortunadamente, de eyaculación precoz? ¿Qué estímulo me podría llevar hasta las alturas de mi fase trémula? ¿Qué otra cosa si no es mi cerebro el que me lleva en ese viaje? Viaje, tal cual, como cuando uno se da un toque. En todo ese tiempo estoy conmigo mismo y eso se nota en la intención de la forma en que hago el amor. Un hombre a la búsqueda de un orgasmo.
Lo que más me gustó de esta conversación con Audrey es darme cuenta que ella se da cuenta de todo ello, que es conciente de lo que está sucediendo en ese momento y que lo disfruta tanto como el placer que recibe de mis caricias y de mis embestidas.
Durante un acto sexual suceden tantas cosas que es prácticamente infinito lo que puede escribirse sobre ello. Esa mañana hablamos también de la curva de excitación de un hombre y lo diferente que es con respecto a la de una mujer, pero eso será cuestión de otra entrada.
Un día, de esos de fin de semana que se ha quedado en casa y que nos la hemos pasado haciendo el amor como chamaquitos, ella de pronto sacó un lindo tema sobre las sutilezas del sexo. Antes debo decir que a Audrey le encanta hablar de sexo y plantear sus puntos de vista y conocer otros, bueno, por lo menos conocer el mío y eso está bien porque a mí también me gusta intercambiar ideas sobre el sexo, la sexualidad y los misterios del amor. Lo digo por si alguien a esta altura de este blog no se ha dado cuenta.
Ella dijo de repente:
-El otro día estaba platicando como mi amiga La Gordita Norteña sobre estos asuntos del sexo y yo le decía que me encanta cómo es que una como mujer puede darse cuenta perfectamente de que, en plena relación sexual, un hombre deja de dar placer y comienza a moverse de manera distinta, buscando su propio placer, entonces una deja de ser receptora de placer y se convierte en proveedora, y eso también da placer.
Esto que dijo me pareció que era un planteamiento muy sutil, muy inteligente, muy de esos que me gustan de Milán Kundera, por ejemplo. Algo tan pequeño, tan íntimo, que incluso podría no tener mucha notoriedad pero que en el fondo encierra un montón de misterio, un mundo alucinante, diría Antonio Skármeta.
-Lo que cambia es la intención -le contesté yo, mientras me quedaba pensando en lo que ella acababa de decir- a veces ni siquiera cambia el ritmo, pero sí, en efecto, cambia la intención de cómo uno está haciendo el amor o para qué se está moviendo. A veces es algo casi imperceptible, pero igual se siente. Es un punto de inflexión que a veces sucede gradualmente, como casi sin proponérselo. Otras, el cambio es rápido, muy marcado, muy claramente identificable.
Es cierto, en ese punto los papeles cambian. No se invierten, sino que cambian. Yo normalmente soy el sujeto que da placer, el que acaricia, el que besa, el que desnuda y el que excita a la otra persona. Sea que esté con un hombre o con una mujer, mi personalidad en la cama es básicamente activa, dominante. Soy el proveedor de placer. Puedo estar mucho tiempo besando, acariciando, tocando, abrazando e incluso puedo no tener erección durante todo ese tiempo. Puedo también tener una buena erección y disfrutar de una sesión penetrativa con calma, provocando un movimiento ondular, suave o hacerlo un poco más rápido y con golpes finales más o menos violentos, pero todo ello es para el placer de la otra persona. Si bien yo disfruto de todo, sé que no voy a llegar al orgasmo así. Para eso tiene que pasar algo, tiene que suceder un cambio, tengo que hacerme cargo de mi propio placer, egoísta, individual. Llega un punto en el que te das cuenta o simplemente decretas que ya diste mucho placer. Yo me doy cuenta que Audrey se ha venido varias veces y estoy seguro que podría seguir haciéndolo, pero también estoy yo, y a veces, casi siempre, la decisión es unilateral. No sé qué pienso en ese moemento pero es algo así como "bueno ya, voy yo".
Entonces la cosa cambia y lo que fue el personaje generoso y complaciente, se convierte en otro egocéntrico, solitario. Estoy con ella pero sobre todo estoy conmigo, buscando en mi propio ser, en mis sensaciones, en mis fantasías, en mis recuerdos aquello que me haga llegar a un orgasmo. Entonces, el movimiento toma una forma distinta. Ya no es para ella, es para mí y ella se da cuenta del cambio, en ese momento ella percibe que los papeles han cambiado, que ella se ha convertido en fuente de placer más que en objeto que recibe la acción del sujeto activo que soy yo. Es un cambio que dura poco tiempo, casi siempre. Voy tras la búsqueda de mi orgasmo y sé que voy a tener una batalla conmigo mismo, una especie de encuentro personal. Es cierto que muchas cosas externas influyen, claro, como los ruidos de ella, los olores, las sensaciones en el cuerpo, incluso la música que me gusta poner para acompañar la sesión. Pero tienen un lugar preponderante aquellas cosas que están sucediendo en mi cabeza. Estoy completamente de acuerdo con ese planteamiento que dice que el orgasmo tiene un alto porcentaje cerebral. ¿Qué otra cosa podría hacerme llegar al orgasmo considerando que no sufro, afortunadamente, de eyaculación precoz? ¿Qué estímulo me podría llevar hasta las alturas de mi fase trémula? ¿Qué otra cosa si no es mi cerebro el que me lleva en ese viaje? Viaje, tal cual, como cuando uno se da un toque. En todo ese tiempo estoy conmigo mismo y eso se nota en la intención de la forma en que hago el amor. Un hombre a la búsqueda de un orgasmo.
Lo que más me gustó de esta conversación con Audrey es darme cuenta que ella se da cuenta de todo ello, que es conciente de lo que está sucediendo en ese momento y que lo disfruta tanto como el placer que recibe de mis caricias y de mis embestidas.
Durante un acto sexual suceden tantas cosas que es prácticamente infinito lo que puede escribirse sobre ello. Esa mañana hablamos también de la curva de excitación de un hombre y lo diferente que es con respecto a la de una mujer, pero eso será cuestión de otra entrada.
jueves, 7 de febrero de 2008
Toma de decisiones
Esta bitácora no estaría completa si no comentara nada sobre cosas que tienen que ver con la sexualidad pero que escapan de ese ámbito exclusivo. Este es el caso de lo que me acaba de pasar con Audrey y que tiene que ver con otras mujeres también y con las decisiones que yo tengo que tomar al respecto.
Como ya he contado acá, he vuelto a ver a Audrey en los meses recientes. Fue fácil volver a establecer un nivel de confianza grande y poco tiempo después de vernos de nuevo hemos vuelto a tener relaciones. Muy pocas en realidad, pero muy profundas en cuando a los sentimientos y a la compenetración que sentimos los dos.
Ella me contó que durante el año 2007 ella decidió que iba a embarazarse sin tener pareja. Empezó con inseminación artificial, en dos intentos y recientemente inseminación in vitro. Todos los intentos han resultado fallidos con el consecuente sentimiento de frustración y desencanto, además de una fuerte suma de dinero (que desconozco a cuanto alcanza) desembolsada para nada.
Cuando me contó sus intenciones de ser mamá soltera y no contar con la participación de un hombre conocido en este proceso, yo la escuché con atención, le manifesté mi interés por el procedimiento que estaba llevando y le expresé mi apoyo. Eso le gustó porque, me comenta, ha sido una regla más o menos general que a los hombres a quienes les ha compartido sus intenciones les impresiona mucho lo que está haciendo y le sugieren caminos más "tradicionales" para llevar a cabo sus propósitos. Eso, obviamente nos unió más y ayudó a que meses después nos fuéramos a la cama.
Aquella vez que me contó de sus planes de inseminación, mucho antes de que se practicara el primer intento, yo inmediatamente pensé que ella me había buscado para pedirme una donación de semen. Así, tan simple como eso, una donación de semen. Sin embargo, afortunadamente no lo hizo y seguimos siendo amigos.
He estado cerca de ella durante estos tratamiento para la fertilidad y, ahora que el tercer intento ha resultado fallido, he recibido una carta suya escrita a mano, como para darle un toque más personal, pidiéndome que tengamos un hijo, que intentemos ser padres y que participe en el nivel que yo crea conveniente.
Algunos años antes, cuando estábamos terminando no sé qué número de intento de relación me pidió lo mismo, que la embarazara porque ella quería tener un hijo, que aunque la relación estuviera terminando, que hiciéramos el intento y que procreáramos un niño. En aquel momento le dije que no, que no tenía intenciones de ser papá en el corto plazo y que no le entraba a su propuesta. La cosa terminó con un final melodramático pero no se mencionó más el asunto.
Ahora ella lo vuelve a hacer. Vuelve a pedirme mi participación en su proyecto de maternidad, pero ahora de manera distinta. En la primera ocasión simplemente me pidió, palabras más, palabras menos "que la embarazara". En esta otra, lo que me pide es que compartamos un proyecto de paternidad, que yo me involucre hasta el punto que yo considere conveniente: mínimo, poco, suficiente, mucho. Lo que sea, pero que entre los dos nos planteemos hacer un niño juntos.
No puedo decir que la propuesta me sorprendió pero sí me tomó sentimentalmente desprevenido. Acompañar a Audrey en su intento por lograr la maternidad me ha hecho preguntarme a mí mismo qué pienso yo al respecto de mi paternidad. Vamos, tengo 43 años, no he sido padre nunca y tal vez sea hora de tomarme en serio el asunto de tener hijos. Es cierto que los hombres no tenemos ese reloj biológico que a las mujeres tanto angustia, pero también es verdad que dado que soy un hombre mayor, la diferencia de edad con mi descendencia se está haciendo muy grande. Simplemente me pongo a pensar que, si tuviera un hijo ahora, hoy, cuando él estuviera cumpliendo 15 años, yo tendría 58 y viviría su adolescencia en mi sexta década, con todas las diferencias generacionales que eso acarrea. También pienso que, mientras más deje pasar el tiempo, más jóvenes se quedarán mis hijos -o mi hijo único- sin su padre porque seguramente moriré cuando ellos estén todavía muy jóvenes.
Por todo eso, pienso que el tiempo igual pasa para los hombres. Tal vez no dejamos de ser fértiles y, teniendo capacidad física para embarazar a una mujer, podemos ser padres a la hora que sea. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla cuando hacemos cálculos con la edad.
Así las cosas, al ver el dolor de Audrey, la desesperación por ser mamá, los tratamientos a los que ha tenido que someterse, la fortaleza y al mismo tiempo la vulnerabilidad con la que ha escuchado los resultados de las inseminaciones, la frustración con la que ha lidiado en este tiempo, más mis propias preguntas sobre el tema, en ese contexto, la nueva propuesta de que hagamos un hijo, de que seamos padres juntos me conmueve, me toca de una forma distinta a la anterior.
En este marco, no puedo dejar de pensar en El Señor de las Imágenes. Mi relación con él sigue y aceptar la propuesta de Audrey seguramente nos destruiría como pareja, no lo aguantaríamos. Él sabe que yo tengo también este tema pendiente. Él es papá y disfruta como loco de su hijo, que es todo un adolescente, maravilloso, inteligente, que hace ponerse orgullosísimo a su padre cada vez que habla de su hijo. ¿Y yo qué? ¿y yo para cuando?
Este post se está poniendo muy largo. Es mucho lo que tengo que reflexionar al respecto. Por el momento lo único que puedo decir es que todavía no he dado una respuesta a Audrey y mi cabeza da vueltas y vueltas en torno al tiempo que pasa y que nos vamos volviendo viejos.
Como ya he contado acá, he vuelto a ver a Audrey en los meses recientes. Fue fácil volver a establecer un nivel de confianza grande y poco tiempo después de vernos de nuevo hemos vuelto a tener relaciones. Muy pocas en realidad, pero muy profundas en cuando a los sentimientos y a la compenetración que sentimos los dos.
Ella me contó que durante el año 2007 ella decidió que iba a embarazarse sin tener pareja. Empezó con inseminación artificial, en dos intentos y recientemente inseminación in vitro. Todos los intentos han resultado fallidos con el consecuente sentimiento de frustración y desencanto, además de una fuerte suma de dinero (que desconozco a cuanto alcanza) desembolsada para nada.
Cuando me contó sus intenciones de ser mamá soltera y no contar con la participación de un hombre conocido en este proceso, yo la escuché con atención, le manifesté mi interés por el procedimiento que estaba llevando y le expresé mi apoyo. Eso le gustó porque, me comenta, ha sido una regla más o menos general que a los hombres a quienes les ha compartido sus intenciones les impresiona mucho lo que está haciendo y le sugieren caminos más "tradicionales" para llevar a cabo sus propósitos. Eso, obviamente nos unió más y ayudó a que meses después nos fuéramos a la cama.
Aquella vez que me contó de sus planes de inseminación, mucho antes de que se practicara el primer intento, yo inmediatamente pensé que ella me había buscado para pedirme una donación de semen. Así, tan simple como eso, una donación de semen. Sin embargo, afortunadamente no lo hizo y seguimos siendo amigos.
He estado cerca de ella durante estos tratamiento para la fertilidad y, ahora que el tercer intento ha resultado fallido, he recibido una carta suya escrita a mano, como para darle un toque más personal, pidiéndome que tengamos un hijo, que intentemos ser padres y que participe en el nivel que yo crea conveniente.
Algunos años antes, cuando estábamos terminando no sé qué número de intento de relación me pidió lo mismo, que la embarazara porque ella quería tener un hijo, que aunque la relación estuviera terminando, que hiciéramos el intento y que procreáramos un niño. En aquel momento le dije que no, que no tenía intenciones de ser papá en el corto plazo y que no le entraba a su propuesta. La cosa terminó con un final melodramático pero no se mencionó más el asunto.
Ahora ella lo vuelve a hacer. Vuelve a pedirme mi participación en su proyecto de maternidad, pero ahora de manera distinta. En la primera ocasión simplemente me pidió, palabras más, palabras menos "que la embarazara". En esta otra, lo que me pide es que compartamos un proyecto de paternidad, que yo me involucre hasta el punto que yo considere conveniente: mínimo, poco, suficiente, mucho. Lo que sea, pero que entre los dos nos planteemos hacer un niño juntos.
No puedo decir que la propuesta me sorprendió pero sí me tomó sentimentalmente desprevenido. Acompañar a Audrey en su intento por lograr la maternidad me ha hecho preguntarme a mí mismo qué pienso yo al respecto de mi paternidad. Vamos, tengo 43 años, no he sido padre nunca y tal vez sea hora de tomarme en serio el asunto de tener hijos. Es cierto que los hombres no tenemos ese reloj biológico que a las mujeres tanto angustia, pero también es verdad que dado que soy un hombre mayor, la diferencia de edad con mi descendencia se está haciendo muy grande. Simplemente me pongo a pensar que, si tuviera un hijo ahora, hoy, cuando él estuviera cumpliendo 15 años, yo tendría 58 y viviría su adolescencia en mi sexta década, con todas las diferencias generacionales que eso acarrea. También pienso que, mientras más deje pasar el tiempo, más jóvenes se quedarán mis hijos -o mi hijo único- sin su padre porque seguramente moriré cuando ellos estén todavía muy jóvenes.
Por todo eso, pienso que el tiempo igual pasa para los hombres. Tal vez no dejamos de ser fértiles y, teniendo capacidad física para embarazar a una mujer, podemos ser padres a la hora que sea. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla cuando hacemos cálculos con la edad.
Así las cosas, al ver el dolor de Audrey, la desesperación por ser mamá, los tratamientos a los que ha tenido que someterse, la fortaleza y al mismo tiempo la vulnerabilidad con la que ha escuchado los resultados de las inseminaciones, la frustración con la que ha lidiado en este tiempo, más mis propias preguntas sobre el tema, en ese contexto, la nueva propuesta de que hagamos un hijo, de que seamos padres juntos me conmueve, me toca de una forma distinta a la anterior.
En este marco, no puedo dejar de pensar en El Señor de las Imágenes. Mi relación con él sigue y aceptar la propuesta de Audrey seguramente nos destruiría como pareja, no lo aguantaríamos. Él sabe que yo tengo también este tema pendiente. Él es papá y disfruta como loco de su hijo, que es todo un adolescente, maravilloso, inteligente, que hace ponerse orgullosísimo a su padre cada vez que habla de su hijo. ¿Y yo qué? ¿y yo para cuando?
Este post se está poniendo muy largo. Es mucho lo que tengo que reflexionar al respecto. Por el momento lo único que puedo decir es que todavía no he dado una respuesta a Audrey y mi cabeza da vueltas y vueltas en torno al tiempo que pasa y que nos vamos volviendo viejos.
sábado, 5 de enero de 2008
Recuentos

Imagen tomada de: http://ellesirg.files.wordpress.com/2007/06/retrovisor1.jpg
Una vez ido el 2007, pienso en él como un año muy malo para mí. Después de conversar con algunas personas creo que fue malo también para ellas. No para todos, lo sé. Aquí haré algún recuento básico de lo que puedo recordar que caracterizó el año pasado en lo que respecta al tema que ocupa a este blog.
El 2007 empezó con una gran fiesta que organicé junto con una amiga en casa. Digo gran fiesta porque, a pesar de que no éramos muchos -unos ocho- sí fue un gran esfuerzo porque nos pusimos a cocinar desde temprano e hicimos no sé cuántas cosas de comida. En resumen, recibí el año con una gran fiesta entre amigos, bailando y riéndonos hasta más allá de las cinco de la mañana. Nada de sexo esa noche, pero estaba contento.
A principios del 2007 una amiga se fue a vivir al extranjero, con su pareja, con quien estaba a punto de casarse. Para despedirse, nos fuimos a tomar unos tragos y, una vez que le hicieron efecto, nos fuimos a mi casa e hicimos el amor. Mal, como siempre, pero digamos que nos la debíamos y que era seguro que así nos despediríamos. Me pregunto qué estaría haciendo el futuro marido, allá en el otro país, mientras esperaba que llegara su "esposa to be" ¿le habrán dado también su despedida?
Las cosas con El Señor de las Imágenes siguieron muy bien, llenas de afecto, de expresiones de cariño, de buscar momentos para estar juntos, etcétera, pero, gracias a este blog que también empecé el año pasado, comencé a darme cuenta de que hay cosas que no me gustan, que me gustaría reavivar la pasión, incluso empecé a sentir la falta de convivencia con una mujer, pues pasaron muchos meses en los que yo nomás tuve sexo con él.
A lo largo de este año, esporádicamente, se apareció La Flaca en mi vida y en mi cama, como para echarnos el acostón que cada tanto tiempo repetimos. No estuvo mal, pero tampoco de lo mejor.
Este año 2007 también tuve una visita inesperada, de La Azotada Europea, por un problema familiar. Pasó únicamente una noche en casa pero eso bastó para que después me hiciera el comentario-reclamación de que no le había tirado la onda ese día, que esperaba que yo lo hiciera. No las entiendo. Venía por un problema grande y serio, tiene a su marido en Europa, a su amante también y de todos modos quería sexo conmigo en esas circunstancias. Increíble. Yo no hubiera podido de haber estado en su lugar, creo. A veces los cambios de escenarios liberan la libido. Eso es algo que ya he escrito por acá.
Hubo un intento de otros amigos de presentarme a una chica muy jovencita, que no me gustó realmente mayor cosa y que no fructificó. La cosa quedó hasta ahí, por ahora.
Hacia finales de este año las emociones en torno a mi sexualidad se hicieron más presentes. Me enteré por La Mujer del Bosque que La Internauta Italiana le comentó a El Diplomático Oriental que yo tenía una relación con El Señor de las Imágenes. Eso hace que casi se me saliera el corazón. Cuando lo comenté con El Señor de las Imágenes entramos los dos en un estado mala onda, muy molestos y terminamos alejándonos un poco de La Mujer del Bosque, quien está pagando por nuestro malestar anímico. Uno de los costos que tuvo esa declaración fue que yo ya no puedo pensar eróticamente en La Internauta Italiana porque me viene a la mente su comentario y ahora la odio por eso. Al parecer, entonces, El Diplomático Oriental, uno de mis más queridos amigos, sabe mi rollo y, según supe, está molesto conmigo porque yo no le he contado directamente.
Días después me acosté con La Flaca y en algún momento empecé a sentir que podría tener sentido que tuviéramos una relación de "mantenimiento" mientras ambos conseguíamos pareja por otro lado. Fue una idea que me atravesó la mente pero que se estacionó por unos momentos y empecé a darle vueltas al asunto.
En tanto, el 2007 fue también el año en que apareció nuevamente Audrey y nuevamente empezamos el juego de seducción, conversando por mail, por teléfono, viéndonos para tomar café por las tardes, inventándonos cosas que sería bueno compartir. Para después de unas cuantas salidas, todo de gente muy decente, yo ya estaba listo para hacer el amor de nuevo con ella. En realidad estaba listo desde hacía tiempo, pero ahora sentía que ya no podía esperar más. Avanzamos las cosas y una vez me invitó a comer a su casa. Yo me porté como el provocador que soy y no le insinué nada, simplemente estuve correcto y encantador. Otro día cenamos en un lugar que nos gusta mucho a los dos. Al día siguiente ella tuvo un problema serio y yo estuve ahí para ayudarla, porque me llamó por teléfono para que fuera en su rescate. Pensé, ahora sí, esta noche, pero no fue posible. Se postergó hasta tres días más tarde cuando, después de una excursión al centro del DF acabamos besándonos en plena calle y a la vista de todos. Pasamos la noche juntos y estuvo maravilloso. Tanto, que el neurótico que traigo dentro empezó a sentirse genuinamente sacado de onda respecto a este momento de felicidad en una de las circunstancias más raras: ella estuvo todo este año en un proceso de tratamiento de su fertilidad para embarazarse por inseminación artificial. No ha podido terminarlo exitosamente hasta el momento y el 2008 será el año de intentarlo mediante la técnica de in vitro. En tanto, en la noche que pasamos juntos y al día siguiente que nos despertamos, yo hice el amor con estricto uso del condón. Lo disfruté como pocas cosas he disfrutado en el 2007 y como siempre he disfrutado del sexo con Audrey, que es una de las personas con quien ese tema resulta siempre a la perfección.
Me faltaba comentar que este año que ha muerto fue el que volví a ver a Mi Francesa Preferida, de quien he comentado en entradas anteriores. La volví a ver y me volvió a gustar tanto como siempre, volví a sentir húmedas las manos del sudor y volví a sentir palpitaciones cuando me la encontré. Hice lo posible para organizar encuentros para conversar. Así sucedió una vez, cuando conocí su nueva casa y salimos por un café. Realmente me gusta esa mujer, es linda, es inteligente, es algo así como todo lo que yo quisiera en alguien. El único problema es que parece que no le intereso prácticamente nada en el tema pareja porque, después de esa salida, yo la invité nuevamente para que hiciéramos algo juntos, no sé, el cine o algo así y me mandó un mail diciéndome que no tenía tiempo porque estaba ocupada, ocupadísima y que no le sería posible distraerse más porque su meta era terminar unos compromisos profesionales a la brevedad. Mensaje recibido: se acabó la historia con la francesa. Lo malo es que nunca me la cogí, y ésa era también una de mis ideas, lo lamento.
La sorpresa del año: encontarme primero a la familia de El Neurólogo Catalán. Casi me da un brinco el corazón, cuando encontré a sus dos hijos, que no conocía, y a su esposa -supongo que era su esposa, ¡qué fea!- con un cartel con su nombre apoyándolo en una carrera atlética. Los vigilé durante una hora para ver si yo también podía verlo, aunque fuera de lejos. No sucedió así y yo salí de ahí pensando en él. Fuera del estadio, hacia la sección de registro de corredores, lo vi. Estaba parece un poco más gordito. Lo vi incluso un poco más chaparro, pero era él, estoy seguro. Era de noche y no se distinguía bien todo, pero sí, era él. Pasé a unos metros de distancia. No sé si él no me vio o sí y se hizo el ciego, lo cierto es que yo lo dejé pasar. Yo iba con alguien de mi familia, pero incluso nada hubiera pasado. Pero no me atreví, lo vi pasar únicamente. Después de eso, me quedé como en blanco. Me costaba mucho responder a cualquier pregunta, estaba en la luna, pero no por la nostalgia de los buenos momentos con él, sino por el hecho de que no me atreví a abordarlo.
Por último, Leo, el amante telefónico anda desaparecido. He llamado a su número, la única forma de contacto que tengo con él y contesta una grabadora con una voz de mujer. ¿Se habrá mudado de casa? ¿estará viviendo con otra persona? ¿Se habrá casado? No me parece que eso pudiera ser cierto, se "oía" bastante gay, eso era justo lo que no me gustaba de él. La cosa es que, después de no sé cuántos intentos de llamadas, no he tenido la suerte de encontrármelo y tampoco él ha llamado. Buuuu y yo que quería que estas vacaciones fueran la fecha de nuestro encuentro personal por primera vez en nuestra historia. Ya no fue así en el 2007 ¿será en el 2008?
Acá estoy, a la vuelta de todas esas peripecias, pensando en mi futuro, disfrutando la soledad y al mismo tiempo queriendo tener más compañía, más sexo, mejor.
Lo mejor en el 2008 para todos quienes han leído alguna vez este blog.
El 2007 empezó con una gran fiesta que organicé junto con una amiga en casa. Digo gran fiesta porque, a pesar de que no éramos muchos -unos ocho- sí fue un gran esfuerzo porque nos pusimos a cocinar desde temprano e hicimos no sé cuántas cosas de comida. En resumen, recibí el año con una gran fiesta entre amigos, bailando y riéndonos hasta más allá de las cinco de la mañana. Nada de sexo esa noche, pero estaba contento.
A principios del 2007 una amiga se fue a vivir al extranjero, con su pareja, con quien estaba a punto de casarse. Para despedirse, nos fuimos a tomar unos tragos y, una vez que le hicieron efecto, nos fuimos a mi casa e hicimos el amor. Mal, como siempre, pero digamos que nos la debíamos y que era seguro que así nos despediríamos. Me pregunto qué estaría haciendo el futuro marido, allá en el otro país, mientras esperaba que llegara su "esposa to be" ¿le habrán dado también su despedida?
Las cosas con El Señor de las Imágenes siguieron muy bien, llenas de afecto, de expresiones de cariño, de buscar momentos para estar juntos, etcétera, pero, gracias a este blog que también empecé el año pasado, comencé a darme cuenta de que hay cosas que no me gustan, que me gustaría reavivar la pasión, incluso empecé a sentir la falta de convivencia con una mujer, pues pasaron muchos meses en los que yo nomás tuve sexo con él.
A lo largo de este año, esporádicamente, se apareció La Flaca en mi vida y en mi cama, como para echarnos el acostón que cada tanto tiempo repetimos. No estuvo mal, pero tampoco de lo mejor.
Este año 2007 también tuve una visita inesperada, de La Azotada Europea, por un problema familiar. Pasó únicamente una noche en casa pero eso bastó para que después me hiciera el comentario-reclamación de que no le había tirado la onda ese día, que esperaba que yo lo hiciera. No las entiendo. Venía por un problema grande y serio, tiene a su marido en Europa, a su amante también y de todos modos quería sexo conmigo en esas circunstancias. Increíble. Yo no hubiera podido de haber estado en su lugar, creo. A veces los cambios de escenarios liberan la libido. Eso es algo que ya he escrito por acá.
Hubo un intento de otros amigos de presentarme a una chica muy jovencita, que no me gustó realmente mayor cosa y que no fructificó. La cosa quedó hasta ahí, por ahora.
Hacia finales de este año las emociones en torno a mi sexualidad se hicieron más presentes. Me enteré por La Mujer del Bosque que La Internauta Italiana le comentó a El Diplomático Oriental que yo tenía una relación con El Señor de las Imágenes. Eso hace que casi se me saliera el corazón. Cuando lo comenté con El Señor de las Imágenes entramos los dos en un estado mala onda, muy molestos y terminamos alejándonos un poco de La Mujer del Bosque, quien está pagando por nuestro malestar anímico. Uno de los costos que tuvo esa declaración fue que yo ya no puedo pensar eróticamente en La Internauta Italiana porque me viene a la mente su comentario y ahora la odio por eso. Al parecer, entonces, El Diplomático Oriental, uno de mis más queridos amigos, sabe mi rollo y, según supe, está molesto conmigo porque yo no le he contado directamente.
Días después me acosté con La Flaca y en algún momento empecé a sentir que podría tener sentido que tuviéramos una relación de "mantenimiento" mientras ambos conseguíamos pareja por otro lado. Fue una idea que me atravesó la mente pero que se estacionó por unos momentos y empecé a darle vueltas al asunto.
En tanto, el 2007 fue también el año en que apareció nuevamente Audrey y nuevamente empezamos el juego de seducción, conversando por mail, por teléfono, viéndonos para tomar café por las tardes, inventándonos cosas que sería bueno compartir. Para después de unas cuantas salidas, todo de gente muy decente, yo ya estaba listo para hacer el amor de nuevo con ella. En realidad estaba listo desde hacía tiempo, pero ahora sentía que ya no podía esperar más. Avanzamos las cosas y una vez me invitó a comer a su casa. Yo me porté como el provocador que soy y no le insinué nada, simplemente estuve correcto y encantador. Otro día cenamos en un lugar que nos gusta mucho a los dos. Al día siguiente ella tuvo un problema serio y yo estuve ahí para ayudarla, porque me llamó por teléfono para que fuera en su rescate. Pensé, ahora sí, esta noche, pero no fue posible. Se postergó hasta tres días más tarde cuando, después de una excursión al centro del DF acabamos besándonos en plena calle y a la vista de todos. Pasamos la noche juntos y estuvo maravilloso. Tanto, que el neurótico que traigo dentro empezó a sentirse genuinamente sacado de onda respecto a este momento de felicidad en una de las circunstancias más raras: ella estuvo todo este año en un proceso de tratamiento de su fertilidad para embarazarse por inseminación artificial. No ha podido terminarlo exitosamente hasta el momento y el 2008 será el año de intentarlo mediante la técnica de in vitro. En tanto, en la noche que pasamos juntos y al día siguiente que nos despertamos, yo hice el amor con estricto uso del condón. Lo disfruté como pocas cosas he disfrutado en el 2007 y como siempre he disfrutado del sexo con Audrey, que es una de las personas con quien ese tema resulta siempre a la perfección.
Me faltaba comentar que este año que ha muerto fue el que volví a ver a Mi Francesa Preferida, de quien he comentado en entradas anteriores. La volví a ver y me volvió a gustar tanto como siempre, volví a sentir húmedas las manos del sudor y volví a sentir palpitaciones cuando me la encontré. Hice lo posible para organizar encuentros para conversar. Así sucedió una vez, cuando conocí su nueva casa y salimos por un café. Realmente me gusta esa mujer, es linda, es inteligente, es algo así como todo lo que yo quisiera en alguien. El único problema es que parece que no le intereso prácticamente nada en el tema pareja porque, después de esa salida, yo la invité nuevamente para que hiciéramos algo juntos, no sé, el cine o algo así y me mandó un mail diciéndome que no tenía tiempo porque estaba ocupada, ocupadísima y que no le sería posible distraerse más porque su meta era terminar unos compromisos profesionales a la brevedad. Mensaje recibido: se acabó la historia con la francesa. Lo malo es que nunca me la cogí, y ésa era también una de mis ideas, lo lamento.
La sorpresa del año: encontarme primero a la familia de El Neurólogo Catalán. Casi me da un brinco el corazón, cuando encontré a sus dos hijos, que no conocía, y a su esposa -supongo que era su esposa, ¡qué fea!- con un cartel con su nombre apoyándolo en una carrera atlética. Los vigilé durante una hora para ver si yo también podía verlo, aunque fuera de lejos. No sucedió así y yo salí de ahí pensando en él. Fuera del estadio, hacia la sección de registro de corredores, lo vi. Estaba parece un poco más gordito. Lo vi incluso un poco más chaparro, pero era él, estoy seguro. Era de noche y no se distinguía bien todo, pero sí, era él. Pasé a unos metros de distancia. No sé si él no me vio o sí y se hizo el ciego, lo cierto es que yo lo dejé pasar. Yo iba con alguien de mi familia, pero incluso nada hubiera pasado. Pero no me atreví, lo vi pasar únicamente. Después de eso, me quedé como en blanco. Me costaba mucho responder a cualquier pregunta, estaba en la luna, pero no por la nostalgia de los buenos momentos con él, sino por el hecho de que no me atreví a abordarlo.
Por último, Leo, el amante telefónico anda desaparecido. He llamado a su número, la única forma de contacto que tengo con él y contesta una grabadora con una voz de mujer. ¿Se habrá mudado de casa? ¿estará viviendo con otra persona? ¿Se habrá casado? No me parece que eso pudiera ser cierto, se "oía" bastante gay, eso era justo lo que no me gustaba de él. La cosa es que, después de no sé cuántos intentos de llamadas, no he tenido la suerte de encontrármelo y tampoco él ha llamado. Buuuu y yo que quería que estas vacaciones fueran la fecha de nuestro encuentro personal por primera vez en nuestra historia. Ya no fue así en el 2007 ¿será en el 2008?
Acá estoy, a la vuelta de todas esas peripecias, pensando en mi futuro, disfrutando la soledad y al mismo tiempo queriendo tener más compañía, más sexo, mejor.
Lo mejor en el 2008 para todos quienes han leído alguna vez este blog.
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domingo, 30 de diciembre de 2007
En oferta

Imagen tomada de: http://www.mundochica.com/imagenes/Septiembre/copas-vino.jpg
Temporada navideña o vacaciones o la acostumbrada solitude decembrina o algo peor, quizá una necesidad de volver a sentir mujeres o de volverme a sentir entre mujeres, para sentirme masculino de nuevo, para ser el único con pene en la cama. Lo cierto es que de pronto necesito heterosex y este fue el caso en estos días. Audrey revisitada y La Flaca también. ¿Qué poca, no? dirían los que me conocen. La verdad es que sí, que tengo poca y estoy en plan de que me vale todo.
Siempre he pensado que esto de probar con hombres es algo pasajero. Pero bien me lo dijo La Mujer del Bosque un día, la mala suerte fue que me topé con la mejor persona que podía encontrar. La peor persona para dejar, para escapar de él.
Lo extraño, lo sé. Volverá, volveremos a estar juntos, pero ahora disfruto las noches entre mujeres, mintiendo allí, disimulando allá y contando medias historias por todas partes. No me importa. Hoy soy uno de esos hombres que disfrutan de coleccionar historias de cama.
Anoche, mientras La Flaca aprovechaba su estado etílico para montarse en mí, yo me desdoblaba en el pensamiento y me veía allí como si estuviera fuera de mí, mirando desde arriba, observando a un hombre de más de cuarenta y una mujer más o menos de la misma edad dándose un gusto simplemente por hacerlo. Hacer volar la noche sin límites y disfrutar de una velada en donde sabes que te vas a emborrachar, sabes que te lo van a pedir y sabes que lo vas a dar. Eso sí, cero besos. Forma parte de mis irreductibles y caracterizan mi hijaputez con la susodicha. A momentos es triste, es sórdido es patético, pero lo disfruté, no puedo negarlo.
Claro que disfruté más aquella noche con Audry, hace unos días. Pero yo me sentía raro en aquella ocasión o la rareza me alcazó a mitad del encuentro. No sé qué fue lo que pasó. Quería estar con ella y me empezó a gustar mucho hacer el amor pero de pronto lo único que quería era acariciarla, hacerle sexo oral, disfrutar su olor, sus besos. Yo cantaba, mientras tanto: nada sabe tan dulce como su boca/ tan solo alguna cosa que no se nombra.
Me sentí solo allí con Audrey, me sentí como perdiendo frente a mis sentimientos, considerando la posibilidad de una vida juntos. Ella se dio cuenta de mi vulnerabilidad y me preguntó, pero yo no respondí, pero casi podía leerme, fui obvio. Demasiada ternura simpre termina en suspicacias. Luego ella lloró y eso me empezó a dar un poco de flojera. Dormimos muy abrazados. Yo la tenía toda rodeada. Por alguna razón mi boca estaba llena de pavor esa noche. Dormí mal. Pensaba en El Señor de las Imágenes pero trataba de borrarlo de mi mente para disfrutar el momento. Estaba totalmente consciente. También estaba demasiado consciente de mi cuerpo y mi pene se encargó de recordármelo. Ayer no. Estaba borracho, había fumado. No, no había fumado, fumé después, algo así. Hoy por la mañana seguía con ganas de tener el mejor sexo impersonal que puedo tener, el que tengo con La Flaca.
Me siento hoy como el personaje de Judy Dench en Escándalo. Cínico y divertido, escribiendo un diario inmoral.
Pero debo aceptarlo, lo extraño.
Siempre he pensado que esto de probar con hombres es algo pasajero. Pero bien me lo dijo La Mujer del Bosque un día, la mala suerte fue que me topé con la mejor persona que podía encontrar. La peor persona para dejar, para escapar de él.
Lo extraño, lo sé. Volverá, volveremos a estar juntos, pero ahora disfruto las noches entre mujeres, mintiendo allí, disimulando allá y contando medias historias por todas partes. No me importa. Hoy soy uno de esos hombres que disfrutan de coleccionar historias de cama.
Anoche, mientras La Flaca aprovechaba su estado etílico para montarse en mí, yo me desdoblaba en el pensamiento y me veía allí como si estuviera fuera de mí, mirando desde arriba, observando a un hombre de más de cuarenta y una mujer más o menos de la misma edad dándose un gusto simplemente por hacerlo. Hacer volar la noche sin límites y disfrutar de una velada en donde sabes que te vas a emborrachar, sabes que te lo van a pedir y sabes que lo vas a dar. Eso sí, cero besos. Forma parte de mis irreductibles y caracterizan mi hijaputez con la susodicha. A momentos es triste, es sórdido es patético, pero lo disfruté, no puedo negarlo.
Claro que disfruté más aquella noche con Audry, hace unos días. Pero yo me sentía raro en aquella ocasión o la rareza me alcazó a mitad del encuentro. No sé qué fue lo que pasó. Quería estar con ella y me empezó a gustar mucho hacer el amor pero de pronto lo único que quería era acariciarla, hacerle sexo oral, disfrutar su olor, sus besos. Yo cantaba, mientras tanto: nada sabe tan dulce como su boca/ tan solo alguna cosa que no se nombra.
Me sentí solo allí con Audrey, me sentí como perdiendo frente a mis sentimientos, considerando la posibilidad de una vida juntos. Ella se dio cuenta de mi vulnerabilidad y me preguntó, pero yo no respondí, pero casi podía leerme, fui obvio. Demasiada ternura simpre termina en suspicacias. Luego ella lloró y eso me empezó a dar un poco de flojera. Dormimos muy abrazados. Yo la tenía toda rodeada. Por alguna razón mi boca estaba llena de pavor esa noche. Dormí mal. Pensaba en El Señor de las Imágenes pero trataba de borrarlo de mi mente para disfrutar el momento. Estaba totalmente consciente. También estaba demasiado consciente de mi cuerpo y mi pene se encargó de recordármelo. Ayer no. Estaba borracho, había fumado. No, no había fumado, fumé después, algo así. Hoy por la mañana seguía con ganas de tener el mejor sexo impersonal que puedo tener, el que tengo con La Flaca.
Me siento hoy como el personaje de Judy Dench en Escándalo. Cínico y divertido, escribiendo un diario inmoral.
Pero debo aceptarlo, lo extraño.
jueves, 8 de noviembre de 2007
La espera
Hay algo en el juego de seducción que me atrae con un magnetismo especial. Es la espera. Lo he mencionado aquí antes, cierto. La tensión entre dos que surge cuando ambos quieren lo mismo pero ninguno de los dos se atreve. Yo sé lo que ella quiere -¿lo sé?- y sé que ella sabe que yo lo sé. Ella sabe lo que yo quiero y yo sé que ella sabe lo que yo quiero. Pero esperamos. Posmonemos los encuentros y alargamos la espera. A veces puede resultar un juego peligroso porque en realidad tal vez ninguno de los dos sepa exactamente qué terreno está pisando en esta nueva reunión con Audrey.
Ambos estamos mucho más allá en nuestra vida de lo que estábamos hace tiempo, cuando estuvimos juntos. Creo en realidad que ella está mucho más allá y yo no tanto. Sin embargo, estamos juntos de nuevo, medio inventando planes, medio expresándonos afecto, medio aceptando las demostraciones de afecto.
También creo que todo esto es un juego de poder. A ver quién es el que da el primer paso y se rinde. Quién es el que abre el juego de cartas y habla claramente.
Quisiera irme a la cama con ella. Eso es un hecho. Ohhh, sí, claro que quiero irme a la cama con ella de nuevo. Hace mucho, mucho tiempo que no estoy con una mujer y no quisiera que pasara más tiempo. Pero además, ella me encanta, me gusta mucho el sexo con ella... por peligroso, por costoso, no lo sé, pero el sexo con ella es algo que luego pago caro.
Aquí el problema son sus procesos para aquello del embarazo. Inseminación artificial, inseminación in vitro, etcétera. Ella tratando de quedar en cinta y yo, obviamente trataría que no estar involucrado en ese proceso. ¿Es raro, no? Pensar en que podría irme a la cama con alguien que está buscando embarazarse a partir de un banco de semen y yo tratando de que no se me escape ninguno de mis soldaditos para que ella no quede embarazada.
¿Realmente se dará algún encuentro sexual entre ella y yo en esas circunstancias?
Todo está por verse.
En tanto, la espera continúa.
Ambos estamos mucho más allá en nuestra vida de lo que estábamos hace tiempo, cuando estuvimos juntos. Creo en realidad que ella está mucho más allá y yo no tanto. Sin embargo, estamos juntos de nuevo, medio inventando planes, medio expresándonos afecto, medio aceptando las demostraciones de afecto.
También creo que todo esto es un juego de poder. A ver quién es el que da el primer paso y se rinde. Quién es el que abre el juego de cartas y habla claramente.
Quisiera irme a la cama con ella. Eso es un hecho. Ohhh, sí, claro que quiero irme a la cama con ella de nuevo. Hace mucho, mucho tiempo que no estoy con una mujer y no quisiera que pasara más tiempo. Pero además, ella me encanta, me gusta mucho el sexo con ella... por peligroso, por costoso, no lo sé, pero el sexo con ella es algo que luego pago caro.
Aquí el problema son sus procesos para aquello del embarazo. Inseminación artificial, inseminación in vitro, etcétera. Ella tratando de quedar en cinta y yo, obviamente trataría que no estar involucrado en ese proceso. ¿Es raro, no? Pensar en que podría irme a la cama con alguien que está buscando embarazarse a partir de un banco de semen y yo tratando de que no se me escape ninguno de mis soldaditos para que ella no quede embarazada.
¿Realmente se dará algún encuentro sexual entre ella y yo en esas circunstancias?
Todo está por verse.
En tanto, la espera continúa.
jueves, 9 de agosto de 2007
Razones que pesan
El otro día leí un artículo que reportaba resultados de una investigación sobre la relación de la obesidad y el deseo sexual. En ella se decía que existía evidencia estadística que indicaba que las mujeres y los hombres que sufren sobrepeso u obesidad tienden a ser menos activos sexualmente y a tener menos deseo sexual debido a sufren ciertos problemas de autoestima como su imagen corporal y la aceptación de su figura. Eso les lleva a tener poco ánimo para mostrarse desnudos frente a otra persona, incluso si esa persona es su pareja.
Los resultados de la investigación eran, desde mi punto de vista, bastante lógicos. Es fácil imaginarse a una mujer que no quiere exhibirse frente a otro porque piensa que a ese otro no le resultarán atractivas las carnes sueltas, el exceso de grasa corporal y los tejidos flácidos. Además de eso, es cierto que una persona con sobrepeso o con obesidad tiene menos capacidad física y el sexo es un acto que requiere cierta condición, no digamos atlética, pero sí una cierta habilidad para el movimiento.
Conforme han pasado los años, yo he ido ganando peso de una manera que no me tiene muy contento. No soy un hombre gordo, eso sería una exageración, pero digamos que estoy en un carnoso promedio para un hombre latinoamericano. No hago ejercicio así que tengo poca condición física, pero lo que más me ha molestado con el paso del tiempo es que la carne se afloja, los tejidos cambian de textura y se pierde volumen muscular. Es una desgracia pero es cierto, los años pasan.
De mi cuerpo, lo que más me molesta es no tener un abdomen plano y, sobre todo, tener cierta acumulación de grasa en la zona pectoral, es decir, para ponerlo en lenguaje llano, soy un poco chichón. Es una molestia grande, callada y contenida.
Sin embargo, no creo estar tan mal para mi edad. Otros, a mis años o mucho más jóvenes tienen un abdomen impresionante y, sobre todo, un aspecto de señores que me impacta, porque yo no me veo así, y he preguntado a mis cercanos y siempre me dicen que me veo más joven de lo que aparento.
Los kilos son desagradables para mi cuerpo pero no lo son cuando los veo en el cuerpo de otras personas y esto es un cambio que se ha venido dando en mi vida en los años recientes, digamos en la última década. Conforme avanzo en edad, me doy cuenta que las carnes me atraen. Cuando estaba en la preparatoria o en la universidad, lo que me gustaba de las mujeres era que fueran muy delgadas. Flacas. Recuerdo que tenía un compañero en la preparatoria que me decía que estaba loco, que cómo me podían gustar las mujeres de puros huesos, si lo bueno eran las buenas piernas, las caderas anchas, los senos frondosos. Yo no lo entendía y le decía que tenía gustos de naco, es decir, de gente del pueblo, sin educación.
Han pasado los años y de las muchas cosas que han cambiado en mi vida ha sido también eso. Ahora me gustan las mujeres como le gustaban a mi amigo hace veinte años, con carnes, con curvas, etc. Lo mismo me pasa con los hombres. A pesar de que un hombre atlético es tremendamente estético, me doy cuenta que me atrae mucho la figura de los hombres que son del tipo "osos", peludos y rechonchitos.
A este respecto tengo dos fantasías sobre la gordura, una con una mujer y otra con un hombre. La de la mujer está basada en un cuento erótico que leí hace mucho tiempo que se trataba de un hombre que moría asfixiado mientras le hacía sexo oral a una mujer muy gorda. Ella estaba sentada encima de su cara y él disfrutaba de su vagina y sus fluidos mientras se daba cuenta que le faltaba el aire hasta la asfixia y luego la muerte. Eso, por alguna razón que no alcanzo a reconocer, me excitó mucho y me di cuenta que me atraía la idea de hacerle sexo oral a una mujer hermosa pero bien entrada en carnes.
La otra fantasía, es con un hombre del tipo que dije antes. Siempre me he imaginado que me monto en él mientras me penetra y yo disfruto de la vista de su abdomen amplio y peludo así como de su pecho y sus brazos carnosos. A veces he logrado el orgasmo mientras me masturbo pensando concentradamente que, en esa posición sexual me vendría solamente de recargarme en su panza, mientras la acaricio y me embeleso con su vista.
Por otro lado, me parece de lo más maravilloso cuando en el cine o en la literatura aparece algún personaje gordo que tiene una enorme cachondería, un atractivo erótico que radica en la aceptación de sus carnes y en el disfrute de su figura, sin inhibiciones, sin complejos, sin apegarse a los esquemas socialmente establecidos. Eso me encanta.
Recuerdo que en la película El Piano, que dirigió Jane Campion y en la que actúa Holly Hunter y Harvey Keitel hay una escena en la que ese actor sale desnudo. Su personaje es un hombre entrado en años y con sobrepeso. Me pareció una de las escenas más eróticas que he visto en el cine, porque es acerca de un hombre mayor, que podría ser poco atractivo pero que mantiene su deseo erótico y que puede disfrutar con una mujer sin pensar en nada más.
Una vez, después de hacer el amor con Audrey, salió el tema de las películas pornográficas. Yo le comenté que a mí lo que no me gustaba de muchas de esa películas, sobre todo las softporno, es que todo en la imagen es tan estético que me termina pareciendo profundamente artificial. El sexo no es así, recuerdo que le dije, el sexo es antiestético, uno hace caras, suda, se pone colorado, se despeina, se le ve la panza, se pone en posiciones hasta ridículas. Pero se trata de eso, de salirse de todo lo otro, lo estético, lo socialmente aceptado, para disfrutar el sexo puro. Pienso que esa reflexión tiene que ver también con eso del sobrepeso.
No quiero decir que ya no me gusten los cuerpos bien formados, nada de eso, pero hay algo en esto de las carnes que me atrae, que me parece más auténtico y tal vez también tiene que ver con que yo estoy evolucionando tanto física como mentalmente y eso me hace relacionarme distinto con el cuerpo y sus formas.
sábado, 14 de julio de 2007
Algo personal
El erotismo es la apreciación subjetiva de la sexualidad, la interpretación intelectual, la forma en que le damos sentido y significamos esa realidad biológica de ser sexuados. Es, digamos, la parte más estrictamente humana de la sexualidad y, claro está, aquello que nos hace únicos.
No hay nada tan personal como el erotismo en las personas. Si uno hiciera una encuesta y preguntara a la gente qué es lo que le parece erótico, encontraríamos un gran tronco de coincidencias, un cuerpo simbólico que remite a nuestra cultura y a los valores que compartimos en común. También encontraríamos aquellos que socialmente es considerado no sexual, un saber y una forma de percibir el mundo que está allá afuera y que es aprendida individualmente por cada uno de nosotros. Sin embargo, el detalle fino, la diferencia que nos hace únicos se encuentra en las ramas de ese gran árbol, esas pequeñas hojitas que dan cuenta de nuestra personal interpretación del mundo y del sexo, es por decirlo de algún modo, el lente con la que enfocamos nuestra experiencia sexual.
Esa individualidad erótica se vive en la práctica en el encuentro de las parejas. Toparnos con gente que hace el amor tal como nos gusta es bastante difícil, es casi un golpe de suerte, pero hacer coincidir todo nuestro mapa erótico con alguien me parece que es una empresa imposible.
Como en todas las etapas de mi vida en pareja, hoy me encuentro en una con la que tenemos grandes coincidencias en lo sexual pero también grandes diferencias. Por ejemplo, a él no le gusta mucho hablar durante el sexo, porque dice que se desconcentra, en cambio a mí me encanta. Él muere de ganas de que un día nos bañemos de aceite, de gel, de crema o de cualquier sustancia resbaladiza y nos frotemos el uno contra el otro. Esa es, de hecho, una de unas mayores fantasías no satisfechas en nuestra relación de pareja. A mí, en cambio, eso no me atrae mayor cosa y siempre le contesto que sí lo podemos hacer, pero no en mi cama, que es donde siempre o casi siempre hacemos el amor.
En el terreno de la imaginación las diferencias también existen. A él le gustaría que hiciéramos un trío con alguien más, un hombre siempre, con el que organizáramos un ménage a trois en el que él estuviera en el medio y fuera penetrado por mí y por el invitado especial. Eso le parece sumamente erótico. A mí no tanto. En cambio, cuando se trata de ménages a trois, lo que a mí se me antoja es un trío con una mujer, en la que nosotros dos estemos penetrándola, mientras nos vemos a los ojos.
La Flaca, en cambio, tiene una persistente fascinación por el exhibicionismo. Le excita poderosamente la idea de ser observada mientras hace el amor con alguien. Nunca ha llevado a cabo su fantasía, pero simplemente con que se le venga a la mente la idea se enciende sexualmente. Otra cosa que le erotiza es imaginar que ella deja entrar a un hombre a su casa con la intención de hacer algún servicio doméstico, como plomería, carpintería, pintura, etcétera, lo seduce y tiene relaciones con él.
El amigo telefónico tiene la fantasía de penetrarme violentamente, de una sola vez y atestiguar que me duele. Eso le excita porque supongo que tiene una callada fascinación por ser un atacante. Le gusta decir malas palabras durante el sexo, insultar y eso también tiene coherencia con el perfil que estoy haciendo de él. Es un hombre amable, muy respetuoso y seguramente tímido, pero cuando estamos imaginando hacer el amor, se vuelve alguien agresivo y vive su fantasía de esa forma. A pesar de ser gay, tal como él me lo ha hecho saber, no le gusta mucho dar sexo oral a un hombre, tampoco lo han penetrado nunca, ni le gusta mucho la idea. Su personaje erótico es algo que yo francamente no comparto mucho. Bueno, hay una parte que sí, una pequeña parte de su persona sexual que sí me gusta a veces y que es el uso de cierta fuerza aplicada para la provocación, para tener relaciones aunque la otra persona diga que no. Para mí un "no" es excitante y convertirlo en un "sí" se vuelve un objetivo.
A Audrey le gustaba mucho el drama, la personificación. Era toda una actriz de clóset y creo que secretamente guardaba su gusto por ser una dominatriz, alguien fuerte en la cama, que pudiera atar a su hombre y tener el control de todo. Si eso es cierto, fue una fantasía que nunca llevamos a cabo, pero creo que por ahí iba la cosa. A veces yo sentía además que ella estaba viviendo su propio cuento cuando hacíamos el amor. Como que se desconectaba o como que actuaba demasiado sus expresiones. Sus gemidos eran bastante cinematográficos, tanto que a veces yo pensaba que debía estar exagerando. Ella aseguraba que no, pero yo no me quedaba muy convencido. A mí me gustaba imaginar escenas en las que ella era una mujer que estaba más arriba en la escala social (realmente lo estaba) que yo. Por ejemplo, que era una princesa medieval y yo un guerrero que hacía el amor con ella secretamente, evadiendo la vigilancia de sus padres quienes me habían conferido a mí la responsabilidad de cuidar su virginidad. Otras veces me imaginaba siendo un guerrero árabe que cuidaba del harem de un sheik poderoso y, burlando las reglas, hacía el amor con una de sus mujeres. Así mis fantasías.
Puedo seguir contando otras formas del erotismo en las personas que conozco sexualmente, o de aquellas con las que no he tenido sexo pero que los momentos de intimidad han permitido hacer espacio para las confesiones. Lo que quería expresar acá es esta vivencia personal que es el erotismo, esto único que tenemos como individuos, aquello que nos hace personas, que nos separa y al mismo tiempo nos une con los demás es algo que todos llevamos dentro y que ponemos en marcha tanto en la intimidad como en la esfera de lo público, que moldea nuestra personalidad y le da forma a esa huella digital, a ese código genético único que es nuestra experiencia del sexo.
sábado, 12 de mayo de 2007
El sustituto del diván

Este blog se va a convertir en eso, creo. Lo digo especialmente por el más reciente post, en el que me sentí igual que si estuviera con el terapeuta. Cuando empecé a escribir no sabía qué iba a decir y no fue mi intención hacer esa lista de quejas en torno a mi pareja ni nuestra vida sexual. Sin embargo, así salió y me pareció interesante que, sin querer, terminara enumerando una serie de problemas con nuestra actividad sexual. De alguna manera, el ejercicio de escribirlo en este blog me hizo más conciente de los problemas o las insatisfacciones por las que estoy atravezando y tal vez eso me ayude a buscar soluciones concretas. Bien dicen que el primer paso para solucionar un problema es identificarlo.
Pero digo lo del diván porque solamente en terapia (las veces que he tomado) he podido hacer este ejercicio de hablar abiertamente de cosas que están ocultas en mi corazón y darme cuenta de cuánto me cuesta sacarlas, describirlas, escoger las palabras para darle forma a eso que traigo adentro. También en terapia me he dado cuenta que, por más preparado que fuera para manejar un tema, siempre aparecía otro, siempre el tema que yo llevaba listo para abordar era únicamente una puerta de entrada a otro que aparecía en los últimos veinte minutos de la sesión. Después de una sesión de terapia siempre pensaba que los úlimos minutos eran los más valiosos y que lo demás era pura basura, solamente vueltas alrededor de algún asunto sin atacarlo de frente. Más tarde me di cuenta que no era posible llegar a esos veinte o quince minutos de médula de contenido sin atravezar ese largo espacio de caminos en círculos.
Así pues, aquí estoy con este blog. A falta de terapia y a falta de tener un grupo de amigos hombres con quienes hablar abiertamente de mi sexualidad tal como es, he pensado que escribir lo que siento, las reflexiones que me provocan las historias en torno a mi vida privada y la vida de los otros, lo aprendido y lo que falta por aprender será un buen ejercicio para la mente y para el espíritu. Desgraciadamente no tengo ese grupo de amigos con los que hablar sobre mis deseos sexuales, sobre mi gusto por los dos sexos, sobre mi estado de soltería, sobre mis 42 años, y otros tantos temas como los que apenas enumeré en los dos primeros post con los que inicié este blog. Irán saliendo uno a uno en este ejercicio de confesión y de mirar al espejo desde el otro lado.
"Get a life!!!", me acaba de decir una amiga que me acaba de encontrar conectado en el messenger, mientras le estaba contando que que es sábado y yo estoy sentado frente a la computadora de mi oficina. Supongo que su expresión quiso decir que me consiguiera alguien con quien estar en este mismo momento, que socializara un poco más. No lo sé, no lo tengo claro. No le pude decir que estaba escribiendo este blog porque, con excepción de mi amiga más cercana, nadie sabe que estoy escribiendo esto y no quiero que nadie sepa. ¿Cómo podría decirle a alguien que estoy haciendo un blog sobre mi vida sexual sin que se interese en leerlo? ¿Cómo explicarle que hacer cosas es solitario como escribir, leer, escuchar música, ir al cine, cocinar o navegar en internet son en gran parte actividades que definen el ritmo de mi vida y que lo han definido durante mucho tiempo y que implican, en muchos casos, un estado de soledad que yo considero muy agradable y satisfactorio?
Sí, incluso a veces me asusta esto de sentirme tan a gusto con la soledad. Porque veo que el tiempo pasa y yo no tengo una pareja con la que esté construyendo un camino para formar una familia, tener hijos, etc. En parte es así mi vida sexual. No creo haber realizado nada especialmente kinky en estos años, así que si alguien está buscando acá las aventuras más retorcidas o escandalosas, se decepcionará produndamente. Aunque habría que definir qué sería haber hecho cosas raras. ¿Tener relaciones con hombres? ¿Ser infiel? ¿Practicar de vez en cuando phone sex con alguien que no conozco? ¿Utiliza el internet para conocer gente con quien podría irme a la cama? Ya he hecho todas las anteriores. Pero ninguna suena muy exótica, la verdad. Honestamente trato de buscar en la memoria alguna aventura muy rebuscada y no encuentro ninguna. No sé si tomar eso como algo positivo o como algo negativo. Mejor lo tomo que algo que simplemente es.
Hace algún tiempo estuve saliendo con una chica que, para estos efectos será conocida como Audrey, porque ella admiraba a Audrey Hepburn y su estilo era muy parecido a esa actriz. Es la más reciente relación (o intento de relación) que he tenido con una chava. Desgraciadamente eso no fructificó porque, según mi punto de vista, teníamos dos enormes diferencias. Primero que nada ella era de una condición social muy superior a la mía. Yo soy un simple clase media y ella era una chava que lo tenía todo económicamente hablando. La segunda gran diferencia es que ella estaba a la mita de sus treintas y le urgía formalizar una familia y tener hijos a la voz de ¡ya! y, desgraciadamente yo quería tomar las cosas con calma. Creo que es un típico caso de tiempos distintos. También tendría que agregar que yo no estaba en ese momento pensando en dejar al Señor de las imágenes. Tampoco lo estoy ahora, aclaro, pero sí estaba dispuesto a explorar si había alguna posibilidad de convertir eso en una relación de "amigos con beneficios" que pudiera convertirse a la larga en otra cosa. Ella tomó la decisión de dejarme muchas veces. Y lo hizo. Y volvió a buscarme las mismas veces que me dejó. Hasta esta última que fue la definitiva.
¿Qué era lo que me atraía de ella? Que éramos maravillosamente compatibles en la cama. De verdad, desde que me separé de aquella que me enterró una estaca en el corazón, no había sentido nada parecido. Era como entrar en un laberinto en el que de algún modo yo me quería perder. Algunas veces me pasó que sentí que entraba en trance, por la forma en la que podía sumergirme en mis sensaciones y conectarme con ella en un intercambio de energía que quizá nunca había sentido. No he estudiado el tantra, pero me imagino que debe ser algo como eso.
Ella me decía, me acuerdo bien, que cuando hacía el amor con ella, parecía que yo estaba haciendo yoga, por la forma en que respiraba, por la cara de concentración que ponía y por lo pausado de mis movimientos. No sé qué sería, pero disfrutaba su cuerpo y su conexión conmigo. Alucinaba con las sesiones maratónicas que organizábamos que, si bien eran acrobáticas, no eran muy atléticas, sino más bien suaves, lentas, con interrupciones, con muchas caricias y extensas en tiempo. Extraño eso de ella. Y otras cosas, claro, que no tienen que ver con el sexo, pero extraño más su cuerpo, su olor y su disposición a hacer el amor conmigo. Recuerdo que a ella le encantaba que yo le dijera "eres como una isla", porque así sentía su cuerpo cuando estaba con ella. Sentía como si hubiera nadado durante mucho tiempo y por fin hubiera alcanzado tierra firme, un lugar donde dejarme caer. Un lugar donde soltar todos mis deseos.
Una de las cosas que más me gustaba hacer con ella era darle sexo oral. Podía estar todo el tiempo que fuera necesario. Me encantaba su sabor, su textura, su temperatura. Ahhh, me enamoraba estar ahí. A Audrey fue a quien le dije un día una frase que ella adoraba. Hablando de sexo oral justamente, le conté un secreto de esos que uno aprende con la experiencia. Le pregunté "¿sabes cómo se le hace sexo oral a una mujer? como si le quitaras la miel a las alas de una mariposa". Si ella leyera este post sabría perfectamente de quién es este blog-
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