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jueves, 25 de febrero de 2010

El inicio


Imagen tomada de http://fugapermanente.wordpress.com/2009/08/

Un día lo vi llorar. Bueno, tal vez no llorar, rogar sería más preciso. Yo estaba en plena crisis. No sabía qué hacer. Me sentía mal en la relación, estaba inseguro de seguir. No nos estábamos llevando bien y, más importante aún, yo no estaba seguro de seguir con esta relación gay y quería recuperar mi vida "normal".
La escena la recuerdo claramente. Teníamos más o menos tres o cuatro años de estar juntos, como pareja. Hay muchas cosas en esta historia de amor que han desaparecido de mi memoria, pero esa no. Yo estaba en mi cama, parece que me sentía enfermo o algo así. Estábamos en mi habitación. Él estaba vestido y nos encontrábamos en una post discusión. Yo estaba sentido por algo, pero no recuerdo qué era. Parece que finalmente no lo recuerdo tan bien como me imaginaba. Yo estaba sentado en la cama, bajo las colchas, con las piernas cruzadas en flor de loto. Él vió en mi cara una expresión diferente. Vio algo que lo asustó, creo. Me imagino que vio mi cara con una sombra gris, con un velo helado, con una expresión de desencanto. Tal vez pensó que a mí se me había roto algo por dentro y que esa fisura tenía un reflejo en mi cara.
Yo le dije- mira, no sé...
El se acercó. Acurrucó su cabeza entre mis piernas flexionadas y me abrazó con un solo brazo.
No me botes -susurró despacito- no me botes por favor.
En ese momento sentí toda su fragilidad. Todos sus miedos se encarnaban allí y yo podía verlos, tocarlos, era algo completamente tangible. Él siempre es un hombre duro, fuerte, que no cede. En ese momento parecía otra persona. Un niño frágil, abandonado.
Tuve la sensación de entender toda su vida en ese momento. Comprendí de pronto su infancia, los miles de lugares, las casas temporales, los días solitarios y la terca necesidad de aferrarse a sus mundos fantásticos, a sus amigos imaginarios.
Toqué su cabeza y me pareció comprender todas sus pérdidas. Su padre, su matrimonio, la separación de su hijo, sus años entregándolo todo por una causa... y entendí que estaba solo, que él, mucho más que yo, estaba solo. A pesar de ser un hombre famoso y querido por todos, era un ser humano solo, y por eso frágil y por eso vulnerable.
Amé en ese momento todo eso que vi y que sentí. Amé su enfermedad, por decirlo de algún modo. Amé su necesidad de mí, su miedo, su angustia y su expectativa ante mi decisión. Yo solamente había dicho "mira, no sé..." y parecía que él estaba conteniendo el aliento esperando que yo continuara la frase y terminara de enterrarle mi decisión en el pecho.
Sentí que era mío en ese momento, que de verdad me quería y me necesitaba. Que me necesitaba porque me quería. Lo sentí pequeño, como un niño, como si fuera mi hijo. Decidí no continuar mi frase y me quedé callado.
Nos quedamos en silencio un buen rato. Yo le acariciaba la cabeza. Él me abrazaba y enterraba su cara en mis piernas. Solamente escuchábamos los ruidos que venían de afuera del departamento.
Yo apagué mis dudas. Él, después, recuperó su fortaleza. Yo me quedé. Los dos seguimos.
Eso fue hace como siete años y todavía creo que ese momento es el verdadero inicio de nuestra relación.

lunes, 6 de julio de 2009

Estos días


En estos días que corren yo me la paso de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Las pocas interrupciones de esa rutina consisten en actividades igualmente rutinarias, como ir al supermercado, hacer algún trámite o meterme a ver alguna película. Una o dos veces en la semana visito a mi mamá. Nunca visito a mi papá.
En estos días la crisis económica que mantuve durante algún tiempo ha sido eliminada y quisiera que eso se mantuviera así por mi propia conveniencia económica, que es también salud emocional. No era nada de qué preocuparse. Se trataba de una deuda menor, pero no tener deudas económicas por lo menos me ayuda a sentir que ha tenido sentido este largo periodo de vivir que si aplicara una economía de guerra, sin hacer ningún gasto superfluo, controlando cada peso.
En estos días me sigo preguntando si voy a realizar un día mis sueños profesionales, si por fin daré el paso para embarcarme en una aventura académica nueva que me haga redireccionar mi carrera profesional y finalmente dedicarme a lo que yo creo que más me gusta hacer. Me estoy preguntando si hay una olla llena de monedas al final del arcoiris y en qué consisten esas trabas que me impiden alcanzar mis sueños.
En estos días también me pregunto por mi edad y por la oportunidad que tengo para hacer cosas nuevas. Formar una familia, tener hijos, casarme, cambiarme de trabajo, mejorar mi situación económica. También pienso si en verdad quiero hacer todo ello o simplemente se trata del funcionamiento de mi estado mental, una añoranza perpetua, una constante insatisfacción, una permanente sensación de algo inacabado, incompleto, imperfecto.
En estos días no hago ejercicio y me la paso pensando que quiero bajar de peso y que debería tener una mejor dieta y que mi condición física es un desastre y que eso seguramente me traerá consecuencias en un plazo más o menos breve. Pero cuando dejo de pensar en ello, vuelvo a pegarme a la computadora, sentado en mi escritorio o acostado en mi cama, pensando en que debería hacer ejercicio y bajar de peso.
En estos días tengo una pareja que me quiere mucho, que me adora y que se encarga de decírmelo todos los días. Pero al mismo tiempo me pregunto si acaso no soy una especie de tabla de salvación para una soledad que es concreta y avasallante. Me pregunto si acaso me quiere porque doy más de lo que debería. Tengo una pareja que quiere estar conmigo, que quiere seguir en pareja conmigo y yo no me siento tan seguro de hacerlo porque sé que estoy sacrificando mucho más que él. Y cuando pienso todo eso me siento egoísta y mal.
En estos días pienso siempre en mujeres, en ganas de tener diez años menos para sentir el entusiasmo de salir, de socializar más, de divertirme. Me gustaría tener más ánimo y más dinero disponible para hacer eso, para pasarla bien sin preocuparme de nada.
En estos días me comparo profesionalmente con mis amigos de la universidad y pienso que muchos de ellos me han dejado atrás, muy lejos, especialmente en lo que se refiere al aspecto económico. No tanto en el aspecto intelectual, académico. Sigo siendo el culto y el inteligente para muchos de ellos. Pero muchos de ellos, creo, estarán ganando en estos días mucho más de lo que gano yo.
En estos días conecto por las noches la computadora y veo pornografía. Me masturbo. Apago la computadora y me duermo. En la mañana muchas veces repito la sesión antes de levantarme para ir a trabajar.
En estos días pienso que mi mamá sabe que tengo una pareja de mi mismo sexo y que se hace la loca para llevar la fiesta en paz. A veces, por el contrario, pienso que no, que ni se imagina lo que pasa realmente en mi vida y eso me hace sentir culpable.
En estos días quisiera sentir lo que alguna vez sentí que era mi cuerpo. Algo lleno de energía, muchas ganas de hacer el amor. Me gustaba sentirme bello y joven. Hace tiempo que no tengo la sensación de ninguna de las dos cosas. Pensaba que un día más era un día menos y que había que aprovecharlos todos para el sexo y el placer. Ahora no pienso eso y los días pasan a la misma velocidad que antes.
En estos días y desde hace algún tiempo, he pensado que estoy sufriendo una depresión y que necesito pastillas para ver mejor las cosas, para descansar mejor en las noches y para controlar mejor las ganas de ya no seguir.
En estos días hay días que no son como estos y que, aunque esporádicos, me reafirman que la felicidad no es euforia, que la vida no es un permanente estado alterado, que, por el contrario, tiene el sentido de una colina de suaves curvas que muy de vez en vez se alteran con nuevas formas y que yo voy navegando en ellas, como surfeando por encima de sus líneas y trato de sentir que sigo vivo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Que no, que no y que no.


Imagen tomada de: http://alfredo-reflexiones.blogspot.com/2008_09_01_archive.html

Ok, tengo que aceptarlo, me está costando trabajo aguantar los comentarios de la gente cuando se enteran de que tengo 44 años y sigo soltero y sin hijos.
Pienso que lo primero que se les viene a la cabeza es que soy gay y, sí, me molesta que piensen eso, no lo puedo evitar, me hace sentir inseguro y lo que más odio es que esa incomodidad se refleja en mi cara porque me pongo rojo y eso parecería confirmar el supuesto. Pero eso no es todo. La confesión de la edad junto con el estado civil y la no paternidad, también me hace incomodarme porque me da la sensación de que eso se convierte en las coordenadas para identificar a un hombre con "problemas de compromiso de pareja", o alguien que es "más bien inmaduro". Eso lo odio.
Ahora la bronca es saber por qué me causa tanta incomodidad la reacción de la gente a mi alrededor. Por lo menos eso es lo que seguramente mi terapeuta me preguntaría. ¿Por qué le causa tanta incomodidad? Bueno, no lo sé bien. Posiblemente porque eso me devuelve a la cara aquello que soy en realidad, que tengo una relación con un hombre y que he decidido no salir del closet. Todo eso es cierto, pero no estoy en condiciones de aceptarme así frente a los demás. No solamente por mí, que eso es ya un gran paquete, sino porque El Señor de las Imágenes se muere si lo involucro en un proceso de ese tipo. Él tiene un hijo y lo que menos le interesa es que su hijo se entere que su papá tiene una relación amorosa con otro hombre. No sé qué tan mal se pondría pero mucho, eso seguro. Me atrevo a pensar que tal vez hasta querría terminar la relación solamente para apagar los rumores u opiniones.
Aquí vienen los sentimientos contradictorios al respecto. ¿No es acaso cierto que yo también quiero terminar la relación a veces? ¿No es acaso cierto que cada vez me cuesta más tener relaciones sexuales con él porque me la paso pensando en sexo hetero? Pero no, no existe esa posibilidad todavía. Yo lo amo, lo sé. No me atrevería a terminar la relación. En términos afectivos nuestra relación podría recibir la calificación de 10 sobre 10. Es un buen momento éste en el que estamos ahora. En fin, esta confesión tomó un camino distinto de que yo tenía pensado al inicio del texto. No va por aquí la cosa. Vuelvo y retomo la cuestión.
También mi terapeuta me preguntaría ¿por qué le molesta que la gente piense que es usted inmaduro y con problemas para comprometerse a nivel de pareja? ¿Se siente acaso usted inmaduro y con esos problemas? No, sería mi respuesta inmediata, no me siento inmaduro en absoluto aunque sé que me falta la experiencia de la paternidad y que a lo mejor esta experiencia no la tenga nunca. Eso no se sabe. La cosa es que no aguanto que alguien invalide mis comentarios o me coloque en un lugar de "inferioridad" por no haber cumplido con algunas cosas que indica el librito que se tienen que cumplir.
Hay algo al fondo de mi corazón que me hay más. Que en parte coincido con la gente porque yo mismo me siento un hombre incompleto. No sé si es por la falta de una pareja heterosexual, o por la ausencia de hijos a esta altura de mi vida o porque hay muchos otros retos profesionales, especialmente los académicos, que están pendientes en mi vida y eso me hace sentir como que no he cumplido mis sueños. Lo cierto es que hay algo ahí al fondo que sí, que rebota cuando me incomodo frente a la gente. Tengo 44 años. Muchas cosas dejaron de ser chistosas y, aunque trato de convencerme de lo contrario, me cuesta mucho más trabajo realizar mis sueños.
Pero quiero decir aquí que voy a seguir remando despacio.

sábado, 19 de enero de 2008

Tan lejos, tan cerca

Imagen tomada de: http://claraboya.blogia.com/upload/20070103235801-estrellas..jpg

Cuando vi por primera vez a El Neurólogo Catalán, él y yo ya habíamos hablado de sexo. Dado que nos conocimos en un chat gay, ambos estábamos buscando a alguien para un encuentro con fines sexuales. Como ya he contado en otras entregas, primero chateamos, luego me animé a darle mi número de teléfono y pude escuchar su voz por primera vez. Me gustó, tanto su tono de voz como su manera de hablar, de pronunciar. Era el tono de una persona educada. Era demasiado serio, incluso un poco pesado, pero decidí aceptar el reto de un más allá. Más tarde, cuando finalmente nos encontramos en un restaurante, ambos íbamos nerviosos porque sabíamos que nos íbamos a encontrar con alguien con quien teníamos intensiones de irnos a la cama y queríamos gustarle a la otra persona y al mismo tiempo que la otra persona nos gustara. Las expectativas de ese encuentro eran altas, para los dos.
Esa misma tarde que él y yo nos vimos, vinimos a mi casa. En el restaurante nos habíamos tomado una taza de té y habíamos tenido tiempo de platicar y, sobre todo, de vernos, de sentir cuál era la vibra que podía haber entre él y yo.
Arriesgadamente, irresponsablemente o como ustedes quieran llamarlo, me animé a aceptar la propuesta de él para que nos viniéramos a mi casa. Creo que si él no lo propone, yo no lo hubiera hecho, seguramente habría pensado que era demasiado prematuro y que era suficiente con una conversación en un lugar público. Él fue quien insistió y yo me animé a decirle que me siguiera hasta mi casa. Movido por el deseo sexual, por las ganas de transgredir finalmente el gran tabú de ir a la cama con un hombre, de hacer algo que era una decisión absolutamente personal, accedí a que fuéramos a mi casa. En el camino, mientras yo manejaba mi auto y veía por el espejo retrovisor el de él que iba detrás de mí, sentía que el corazón me saltaba. Tenía miedo, excitación, sentía que la cabeza me daba vueltas. ¿Era una buena idea meter a un desconocido a mi casa? Tenía apariencia de gente decente y además estaba casado y con hijos pequeños, por lo que seguramente no le interesaría hacer ningún escándalo después. ¿Se darían cuenta mis vecinos cuando nos vieran llegar? ¿Realmente quería hacerlo? ¿Quería hacerlo con él o simplemente había sido excitante llegar al punto de conocer a alguien que, como yo, quería ocultar sus deseos de los ojos de la gente pero al mismo tiempo experimentarlos, conocerse por dentro?
Con esas preguntas en la cabeza llegamos a la casa y nos sentamos en la sala después de que yo abrí una botella de vino. Recuerdo que yo tenía las manos heladas, el estómago apretado, tenía taquicardia, pero trataba de disimularlo todo. Nos sentamos en un sillón y le dimos un trago a las copas. Él se veía mucho más seguro que yo. A pesar de mis esfuerzos por mostrarme sereno, él se dio cuenta de mi inquietud. Me senté en el mismo sillón que estaba él pero a la distancia acostumbrada en la que un hombre se sienta a conversar con otro. Él me pidió que me acercara, que me sentara al lado de él. Para ese momento me estaba dando cuenta que quien llevaría la batuta de este encuentro sería él, porque yo no ataba ni desataba. Luego me tomó una mano. En ese momento yo sentí algo nuevo. Cuando entrelazamos nuestros dedos una descarga de energía pasó de su cuerpo a mi cuerpo y de regreso a su cuerpo saliendo por la otra mano. Fue una especie de conexión, como si nuestras personas se comunicaran a través de ese mínimo contacto físico. Nunca había sentido algo así, pero lo percibí instantáneamente. Después, él me pidió que le diera un beso. Juntamos nuestros labios por primera vez y yo sentía que el corazón se me iba a salir por la boca. Era una caída al vacío, un despeñarse víctima de mi propia decisión. Lo besé con fuerza y su beso fue exquisito. Sin embargo tuvo también algo de perturbador porque, al juntar mis labios con los suyos sentí el mismo olor que tiene mi papá, el olor de una loción para después de afeitar, el olor de un hombre. Además, sentí y mis labios lo rasposo de su vello facial que le empezaba a aparecer en la zona del bigote. Eran como las siete de la tarde, supongo, y para era hora su barba había crecido algo a pesar de que se afeitaba todos los días meticulosamente.
Unos cuantos besos después, seguramente no habría pasado ni diez minutos, él se levantó, me tomó de la mano y se dirigió hacia el pasillo, buscando mi recámara. Solamente recuerdo que lo seguí y que continuamos besándonos allá. Nos desnudamos, nos acostamos y en ese momento sentí que estaba perdiendo mi virginidad. Yo tenía treinta y cinco años pero era la primera vez que iba a hacer el amor de esa manera, con un hombre. ¿Qué era exactamente lo que haríamos? No tenía la menor idea, pero ver su cuerpo desnudo y verme yo también desnudo junto a él fue equivalente a cruzar el umbral hacia mi bisexualidad y me estaba gustando.
Él me besó mucho y, con una erección firme e insistente, empezó a buscar mi ano para penetrarme. Él estaba muy excitado y quería hacerlo ya. Presionaba su cuerpo contra el mío. En un instante levantó mis piernas y quiso abrir mi ano para introducir su pene. Yo tuve que detenerlo para decirle que se pusiera un condón y le dije que yo nunca había sido penetrado y no sabía si me iba a doler mucho, que lo hiciera con calma. Él accedió, pero no tenía mucha calma que ofrecer. Me lubricó, se puso el condón y otra vez levantó mis piernas. Lo empecé a recibir poco a poco, pero me dolía. Le insistía que lo hiciera despacio y, entre besos, me decía que eso era despacio, que me relajara, que estaba muy rico. Finalmente logró penetrarme, pero yo no podía relajarme mucho. Era demasiado para un solo día. Me dolía. Aguanté un rato, pero no fue mucho.
Después invertimos las posiciones, él se puso boca arriba y yo me senté en él. En esa posición me sentía mucho más cómodo y podía ver cómo él disfrutaba de tener su pene completamente dentro de mí. Puse mis manos en sus pectorales. A pesar de ser un hombre sumamente delgado tenía los pectorales marcados. Eso me encantaba. Trató de masturbarme y lo disfruté, pero me sentía lejos de llegar al orgasmo. Siempre me ha pasado que la primera vez con alguien encuentro dificultades tanto para mantener la erección como para llegar al orgasmo. Me es casi imposible. Él insistió pero después de un rato le dije que no insistiera más, que así estaba bien.
No recuerdo cómo fue que él terminó. De verdad, ahora que estoy haciendo este recuento me doy cuenta que recuerdo muchas cosas pero ese detalle no. Estoy seguro que sí se vino, pero no recuerdo cómo. No sé si fue en esa posición, -creo que sí- o en otra. Tal vez yo estaba de rodillas y él me penetró por atrás. No lo sé, pero él logró terminar. Nos abrazamos después. Estuvimos un buen rato besándonos. Nos bañamos y volvimos a vestirnos. Él no quería dejarme. Me pidió que lo acompañara al hospital, que fuéramos juntos en su coche. Tenía que volver para realizar una ronda de visitas con sus pacientes. Me dijo que esperara en la cafetería. Yo simplemente accedí a todo. Lo esperé en la cafetería mientras recordaba las escenas de hacía apenas unos minutos y todavía en mi cuerpo podía sentir los efectos de esa penetración.
Cuando regresó, comimos algo allí mismo. En nuestras caras se reflejaba la intoxicación que nos había producido nuestro encuentro. Un rato más tarde me llevaba de regreso a mi casa. En el auto yo iba callado, sin saber qué decir. Él me preguntó si me había gustado. Me dijo que a él le había encantado, que se sentía loco. Me dijo que nos viéramos otra vez, otro día. Yo no sabía qué responderle. Me dijo incluso que esto le interesaba como para algo fijo, como para tener una relación de amantes. No utilizó esas palabras pero tampoco recuerdo cuáles fueron. Dijo algo así como que podíamos compartir esto, que sentía que ahí había algo bueno, que los dos estábamos buscando lo mismo y que lo habíamos encontrado. Que él no andaba por ahí, de cama en cama, que quería estar con un hombre y que ese hombre ella yo. Para mí era demasiado, no podía contestar. Ni siquiera podía saber qué era lo que yo quería. En ese momento pensaba que lo que quería ya lo había conseguido, es decir, tener un encuentro sexual completo con un hombre. Ok, misión cumplida, ¿ahora qué? No tenía una propuesta para su proposición.
Llegamos a mi casa y nos despedimos en el auto, según recuerdo. Obviamente íbamos a seguir en contacto. Me dijo que me llamaba al día siguiente. Entré a mi departamento. No encendí las luces, tampoco el televisor ni la radio. Quería estar en silencio y a oscuras. Tampoco quería pensar pero estaba pensando o recordando o imaginando o todo junto. Me acurruqué en la cama y me puse a llorar. Así terminó la primera vez con El Neurólogo Catalán.
La primera vez que me encontré con El Señor de las Imágenes fue en un contexto laboral, en mi oficina. Me habían recomendado contactar con él por su calidad profesional y le había llamado a su casa. Él no estaba así que me contestó la grabadora. Dejé un mensaje. En ese momento no tenía la menor idea de que él no se encontraba en la ciudad, ni en el país, ni el continente. Simplemente no recibí ninguna respuesta en los días siguientes.
Un mes más tarde aproximadamente él se reportó. Le expliqué el propósito de mi llamada y acordamos que vendría a mi oficina a una reunión de trabajo. Cuando llegó, en ese primer momento no me di cuenta de su atractivo físico. Él me recordó después que se sentó a esperar afuera de mi oficina a que yo terminara de hablar por teléfono. Tuvo que esperar bastante porque yo no sabía que era él y que ya había llegado, así que yo hablaba por teléfono sin ninguna prisa. Luego alguien de mi oficina me dijo que me estaban esperando y lo hice pasar. Se sentó y le expliqué nuevamente qué era lo que queríamos. Él traía algunas muestras de su trabajo y me gustó de inmediato. Creo que en ese momento sentí cierta atracción, pero era una atracción divertida, solamente para mí. Le dije que esperara a mi jefa para presentarle lo que él había traído así que salió y se sentó nuevamente donde había estado esperando. Yo tenía que revisar el trabajo de otras personas y para hacerlo tenía que cruzar por enfrente de él. Lo hice varias veces y ahí sentí cierta tensión, no lo sé bien. Tal vez me di cuenta que me miraba cada vez que pasaba. No era nada muy evidente, pero estaba seguro de que había sentido una muy buena vibra con él.
Finalmente mi jefa lo recibió, conversaron largamente y se cayeron bien, así que él tenía que volver en los siguientes días con más muestras de su trabajo. Al despedirse y justo antes de salir, le dije que me encantaría conocer un poco más de su material y él me dijo que, si quería, podía ir un día a su casa y allí me mostraría lo que hacía. Yo le dije que encantado lo haría, que me daría mucho gusto. Segundos antes de cruzar la puerta intercambiamos miradas por última vez y allí fue que yo le lancé una llena de intensión. Fue un segundo, un instante, pero yo sentía que había sembrado la semilla.
En aquella ocasión yo le había dado mi número telefónico de casa y por la noche de ese mismo día, cuando yo estaba cenando, pensé que si me llamaba a la casa la cosa ya estaba hecha, es decir, él había recibido el mensaje y estaba respondiendo. Si no llamaba, entonces el asunto podía quedar en amigos, tal vez un día me invitaría efectivamente a su casa y yo conocería más de su trabajo. Tal vez seríamos buenos cuates y podríamos compartir algunos intereses comunes, todo muy buga. Tal vez incluso no sería nada de eso y a él no le interesara nada, ni siquiera mi amistad, eso también podría estar bien. Sin embargo, esa misma noche sonó mi teléfono. Era él.
Me dijo que llamaba porque se había quedado con ganas de seguir conversando sobre los temas que teníamos en común. Así lo hicimos, pero para cuando la conversación había avanzado ya era obvio que ambos nos sentíamos atraídos, ya no había que disimular mucho. Como en las películas, yo había lanzado el anzuelo y había sido mi día de suerte, había picado.
Acordamos una fecha para reunirnos en su casa. Me dijo que fuera a comer, que prepararía una comida para platicar. Recuerdo que era el año 2000 y estábamos a punto de salir de las vacaciones de diciembre. Yo tenía una semana bastante complicada, con un montón de compromisos, pero hice lugar en la agenda. Quedé de llegar a las tres de la tarde.
Llegó el día acordado y, según yo, traté de apurarme lo más posible para dejar espacio por la tarde porque sabía que no iba a volver a la oficina, sin embargo, inconscientemente creo que hice las cosas más lento, tratando de evitar que llegara la hora acordada. Estaba nervioso. Sabía que habría un encuentro y, si bien yo estaba listo para él, no quería involucrarme sentimentalmente. Había salido dificultosamente de la relación que tuve con el personaje anterior y no quería meterme en rollos sentimentales de nuevo. Esto era buena onda de cuates y un rollo físico, nada más.
Debido a que se me empezó a hacer tarde conforme avanzaba el día, tuve que llamarle para posponer una hora mi llegada a su casa. Me dijo que no había problema, que él estaría allí así que podía esperarme. Pasó esa hora y yo todavía no me había desocupado. Llamé de nuevo para ofrecerle una disculpa y pedirle que me esperara un rato más. Aceptó sin problemas. Después de dos o tres llamadas más finalmente llegué a su casa, nervioso, apenado, emocionado, excitado.
Me recibió atento, amable, tierno, buena persona, pero tenía en el rostro un velo de impenetrabilidad. Yo no podía identificar claramente cuál era el juego que él estaba jugando. ¿Sería que simplemente quería tener un encuentro sexual y ya? ¿se trataba únicamente de una conquista más para él? ¿querría algo más después como sucedió con El Neurólogo Catalán? ¿por qué tan rápidamente estaba yo en su casa invitado a comer y, tal vez, a algo más? ¿tendría algún propósito profesional su invitación? ¿estaría yo malinterpretándolo todo?
Nos sentamos en su comedor y él sirvió la comida: pasta y ensalada. Comimos nerviosos, pero rápidamente la conversación derivó en el asunto de la atracción por otros hombres. Yo le conté mi historia anterior y él escuchó atento. Cuando llegó su turno fue bastante evasivo, dijo cosas como que él sentía que había que ser libre para experimentar, que lo importante era conectarse con gente, sin importar de qué sexo era, pero no abundó en detalles de su vida pasada. Al final me quedó la impresión de que estaba frente a alguien que vivía su vida sin restricciones y que no tenía empacho en irse a la cama con quien se le daba la gana.
No recuerdo bien pero llegó el momento en que nos levantamos de la mesa, nos dimos un abrazo y nos besamos. Fue emocionante y al mismo tiempo inquietante. Yo tenía la sensación de que estaba con un joker, con un niño travieso, con alguien que le gustaba divertirse. Yo también quería divertirme pero el estado impersonal que él proyectaba era mayor al grado que yo estaba proyectando y eso me inquietaba. Nos fuimos a su habitación y nos desnudamos. Él se sacó lo que traía en la parte superior -no recuerdo qué era, si una playera o una camisa, creo que una camisa- y me mostró una enorme cicatriz en el pecho. Puso una cara muy especial que recuerdo claramente como una de las cosas que me conquistaron de él. Por primera vez lo sentí vulnerable, desnudo, mostrándose pero no de una manera agresiva, ni siquiera juguetona. Era una cara como pidiendo aceptación, como mostrando su humanidad tal cual. Eso me encantó. Lo abracé, nos acostamos. Nos besamos mucho y nos acariciamos. Él no hablaba, yo era el único que decía cosas y él simplemente respondía. De pronto empecé a hacerle sexo oral y a masturbarlo. Fue largo rato y de pronto comenzó a hacer señales de que iba a venirse. Yo tenía su pene en la boca y, cuando él ya no podía más, trató de separarse para eyacular. Yo mantuve mi boca con su pene dentro y dejé que se viniera ahí. Fue un acto medio suicida, lo sé. Yo no tenía la menor idea de quién era este tipo, si estaba con alguien más, si andaba de cama en cama. No sabía nada, pero yo estaba también excitado y no me importó. Esa vez yo tampoco pude lograr el orgasmo. Era de nuevo la primera vez con alguien y no podría. No lo conseguí.
Cuando llegué a su casa le había dicho que no iba a poder estar mucho tiempo con él porque tenía un compromiso más tarde y mis amigos me estarían esperando en un lugar para cenar con motivo de la próxima navidad, así que poco después de que terminamos de hacer el amor tuve que vestirme y, dándole miles de explicaciones para que no lo tomara a mal y asegurándole que lo lamentaba muchísimo, me despedí y salí de su casa más o menos rápido, con más de una hora de retraso para mi siguiente cita. Él me acompañó al auto, fue amable y se despidió de mí como se despide un compadre, pero en sus ojos había un brillo de complicidad, un gusto, una cosa encendida. Su mirada era distinta a la que tenía cuando me abrió la puerta de su casa. Esa tarde habíamos hecho el amor y nos había gustado mucho, había sido divertido, había que repetirlo ¿no? Era eso, un encuentro que había salido bien y podía ser buena idea tener una segunda sesión, una con más calma.
Me fui de ahí pensando en él y en el par de horas que habíamos estado juntos. Pensaba que iba directo a ver a mis amigos y trataba de concentrarme en las estrategias que tendría que poner en marcha para que no se me notara nada. ¿Qué diría? ¿qué explicación daría por llegar tan tarde? ¿Tenía cara de haber hecho el amor?
A diferencia de mi experiencia anterior en esta primera vez con El Señor de las Imágenes yo fui el que llevó un papel más activo en el encuentro. En vez de dejarme llevar, yo llevé y me dejaron hacer. Hubo mucha emoción pero no el arrebato aquel de meses atrás. Durante el sexo yo busqué sus manos para entrelazarlas con las mías pensando en que iba a sentir lo mismo que había sentido con mi relación anterior. No fue así, no sentí esa comunicación, esa energía corriendo desde la palma de su mano y atravesando mi cuerpo para salir por la otra palma de mis manos hacia su cuerpo. No hubo eso, pero en esta ocasión estaba listo para repetirlo. No hubo tristezas postcoitales, ni ganas de aislarme, ni necesidad de estar a oscuras. No hubo lágrimas, tampoco dudas de lo que estaba haciendo, yo estaba entonces en otro lugar.
Cuando llegué a casa me sentía contento. Me acosté en la cama mirando hacia el techo, pero en realidad no estaba mirando hacia afuera, sino hacia adentro de mi cuerpo de mi corazón y de mi cabeza. Veía estrellas y yo estaba en medio de ellas.

sábado, 5 de enero de 2008

Recuentos


Imagen tomada de: http://ellesirg.files.wordpress.com/2007/06/retrovisor1.jpg

Una vez ido el 2007, pienso en él como un año muy malo para mí. Después de conversar con algunas personas creo que fue malo también para ellas. No para todos, lo sé. Aquí haré algún recuento básico de lo que puedo recordar que caracterizó el año pasado en lo que respecta al tema que ocupa a este blog.
El 2007 empezó con una gran fiesta que organicé junto con una amiga en casa. Digo gran fiesta porque, a pesar de que no éramos muchos -unos ocho- sí fue un gran esfuerzo porque nos pusimos a cocinar desde temprano e hicimos no sé cuántas cosas de comida. En resumen, recibí el año con una gran fiesta entre amigos, bailando y riéndonos hasta más allá de las cinco de la mañana. Nada de sexo esa noche, pero estaba contento.
A principios del 2007 una amiga se fue a vivir al extranjero, con su pareja, con quien estaba a punto de casarse. Para despedirse, nos fuimos a tomar unos tragos y, una vez que le hicieron efecto, nos fuimos a mi casa e hicimos el amor. Mal, como siempre, pero digamos que nos la debíamos y que era seguro que así nos despediríamos. Me pregunto qué estaría haciendo el futuro marido, allá en el otro país, mientras esperaba que llegara su "esposa to be" ¿le habrán dado también su despedida?
Las cosas con El Señor de las Imágenes siguieron muy bien, llenas de afecto, de expresiones de cariño, de buscar momentos para estar juntos, etcétera, pero, gracias a este blog que también empecé el año pasado, comencé a darme cuenta de que hay cosas que no me gustan, que me gustaría reavivar la pasión, incluso empecé a sentir la falta de convivencia con una mujer, pues pasaron muchos meses en los que yo nomás tuve sexo con él.
A lo largo de este año, esporádicamente, se apareció La Flaca en mi vida y en mi cama, como para echarnos el acostón que cada tanto tiempo repetimos. No estuvo mal, pero tampoco de lo mejor.
Este año 2007 también tuve una visita inesperada, de La Azotada Europea, por un problema familiar. Pasó únicamente una noche en casa pero eso bastó para que después me hiciera el comentario-reclamación de que no le había tirado la onda ese día, que esperaba que yo lo hiciera. No las entiendo. Venía por un problema grande y serio, tiene a su marido en Europa, a su amante también y de todos modos quería sexo conmigo en esas circunstancias. Increíble. Yo no hubiera podido de haber estado en su lugar, creo. A veces los cambios de escenarios liberan la libido. Eso es algo que ya he escrito por acá.
Hubo un intento de otros amigos de presentarme a una chica muy jovencita, que no me gustó realmente mayor cosa y que no fructificó. La cosa quedó hasta ahí, por ahora.
Hacia finales de este año las emociones en torno a mi sexualidad se hicieron más presentes. Me enteré por La Mujer del Bosque que La Internauta Italiana le comentó a El Diplomático Oriental que yo tenía una relación con El Señor de las Imágenes. Eso hace que casi se me saliera el corazón. Cuando lo comenté con El Señor de las Imágenes entramos los dos en un estado mala onda, muy molestos y terminamos alejándonos un poco de La Mujer del Bosque, quien está pagando por nuestro malestar anímico. Uno de los costos que tuvo esa declaración fue que yo ya no puedo pensar eróticamente en La Internauta Italiana porque me viene a la mente su comentario y ahora la odio por eso. Al parecer, entonces, El Diplomático Oriental, uno de mis más queridos amigos, sabe mi rollo y, según supe, está molesto conmigo porque yo no le he contado directamente.
Días después me acosté con La Flaca y en algún momento empecé a sentir que podría tener sentido que tuviéramos una relación de "mantenimiento" mientras ambos conseguíamos pareja por otro lado. Fue una idea que me atravesó la mente pero que se estacionó por unos momentos y empecé a darle vueltas al asunto.
En tanto, el 2007 fue también el año en que apareció nuevamente Audrey y nuevamente empezamos el juego de seducción, conversando por mail, por teléfono, viéndonos para tomar café por las tardes, inventándonos cosas que sería bueno compartir. Para después de unas cuantas salidas, todo de gente muy decente, yo ya estaba listo para hacer el amor de nuevo con ella. En realidad estaba listo desde hacía tiempo, pero ahora sentía que ya no podía esperar más. Avanzamos las cosas y una vez me invitó a comer a su casa. Yo me porté como el provocador que soy y no le insinué nada, simplemente estuve correcto y encantador. Otro día cenamos en un lugar que nos gusta mucho a los dos. Al día siguiente ella tuvo un problema serio y yo estuve ahí para ayudarla, porque me llamó por teléfono para que fuera en su rescate. Pensé, ahora sí, esta noche, pero no fue posible. Se postergó hasta tres días más tarde cuando, después de una excursión al centro del DF acabamos besándonos en plena calle y a la vista de todos. Pasamos la noche juntos y estuvo maravilloso. Tanto, que el neurótico que traigo dentro empezó a sentirse genuinamente sacado de onda respecto a este momento de felicidad en una de las circunstancias más raras: ella estuvo todo este año en un proceso de tratamiento de su fertilidad para embarazarse por inseminación artificial. No ha podido terminarlo exitosamente hasta el momento y el 2008 será el año de intentarlo mediante la técnica de in vitro. En tanto, en la noche que pasamos juntos y al día siguiente que nos despertamos, yo hice el amor con estricto uso del condón. Lo disfruté como pocas cosas he disfrutado en el 2007 y como siempre he disfrutado del sexo con Audrey, que es una de las personas con quien ese tema resulta siempre a la perfección.
Me faltaba comentar que este año que ha muerto fue el que volví a ver a Mi Francesa Preferida, de quien he comentado en entradas anteriores. La volví a ver y me volvió a gustar tanto como siempre, volví a sentir húmedas las manos del sudor y volví a sentir palpitaciones cuando me la encontré. Hice lo posible para organizar encuentros para conversar. Así sucedió una vez, cuando conocí su nueva casa y salimos por un café. Realmente me gusta esa mujer, es linda, es inteligente, es algo así como todo lo que yo quisiera en alguien. El único problema es que parece que no le intereso prácticamente nada en el tema pareja porque, después de esa salida, yo la invité nuevamente para que hiciéramos algo juntos, no sé, el cine o algo así y me mandó un mail diciéndome que no tenía tiempo porque estaba ocupada, ocupadísima y que no le sería posible distraerse más porque su meta era terminar unos compromisos profesionales a la brevedad. Mensaje recibido: se acabó la historia con la francesa. Lo malo es que nunca me la cogí, y ésa era también una de mis ideas, lo lamento.
La sorpresa del año: encontarme primero a la familia de El Neurólogo Catalán. Casi me da un brinco el corazón, cuando encontré a sus dos hijos, que no conocía, y a su esposa -supongo que era su esposa, ¡qué fea!- con un cartel con su nombre apoyándolo en una carrera atlética. Los vigilé durante una hora para ver si yo también podía verlo, aunque fuera de lejos. No sucedió así y yo salí de ahí pensando en él. Fuera del estadio, hacia la sección de registro de corredores, lo vi. Estaba parece un poco más gordito. Lo vi incluso un poco más chaparro, pero era él, estoy seguro. Era de noche y no se distinguía bien todo, pero sí, era él. Pasé a unos metros de distancia. No sé si él no me vio o sí y se hizo el ciego, lo cierto es que yo lo dejé pasar. Yo iba con alguien de mi familia, pero incluso nada hubiera pasado. Pero no me atreví, lo vi pasar únicamente. Después de eso, me quedé como en blanco. Me costaba mucho responder a cualquier pregunta, estaba en la luna, pero no por la nostalgia de los buenos momentos con él, sino por el hecho de que no me atreví a abordarlo.
Por último, Leo, el amante telefónico anda desaparecido. He llamado a su número, la única forma de contacto que tengo con él y contesta una grabadora con una voz de mujer. ¿Se habrá mudado de casa? ¿estará viviendo con otra persona? ¿Se habrá casado? No me parece que eso pudiera ser cierto, se "oía" bastante gay, eso era justo lo que no me gustaba de él. La cosa es que, después de no sé cuántos intentos de llamadas, no he tenido la suerte de encontrármelo y tampoco él ha llamado. Buuuu y yo que quería que estas vacaciones fueran la fecha de nuestro encuentro personal por primera vez en nuestra historia. Ya no fue así en el 2007 ¿será en el 2008?
Acá estoy, a la vuelta de todas esas peripecias, pensando en mi futuro, disfrutando la soledad y al mismo tiempo queriendo tener más compañía, más sexo, mejor.
Lo mejor en el 2008 para todos quienes han leído alguna vez este blog.

domingo, 30 de diciembre de 2007

En oferta


Imagen tomada de: http://www.mundochica.com/imagenes/Septiembre/copas-vino.jpg

Temporada navideña o vacaciones o la acostumbrada solitude decembrina o algo peor, quizá una necesidad de volver a sentir mujeres o de volverme a sentir entre mujeres, para sentirme masculino de nuevo, para ser el único con pene en la cama. Lo cierto es que de pronto necesito heterosex y este fue el caso en estos días. Audrey revisitada y La Flaca también. ¿Qué poca, no? dirían los que me conocen. La verdad es que sí, que tengo poca y estoy en plan de que me vale todo.
Siempre he pensado que esto de probar con hombres es algo pasajero. Pero bien me lo dijo La Mujer del Bosque un día, la mala suerte fue que me topé con la mejor persona que podía encontrar. La peor persona para dejar, para escapar de él.
Lo extraño, lo sé. Volverá, volveremos a estar juntos, pero ahora disfruto las noches entre mujeres, mintiendo allí, disimulando allá y contando medias historias por todas partes. No me importa. Hoy soy uno de esos hombres que disfrutan de coleccionar historias de cama.
Anoche, mientras La Flaca aprovechaba su estado etílico para montarse en mí, yo me desdoblaba en el pensamiento y me veía allí como si estuviera fuera de mí, mirando desde arriba, observando a un hombre de más de cuarenta y una mujer más o menos de la misma edad dándose un gusto simplemente por hacerlo. Hacer volar la noche sin límites y disfrutar de una velada en donde sabes que te vas a emborrachar, sabes que te lo van a pedir y sabes que lo vas a dar. Eso sí, cero besos. Forma parte de mis irreductibles y caracterizan mi hijaputez con la susodicha. A momentos es triste, es sórdido es patético, pero lo disfruté, no puedo negarlo.
Claro que disfruté más aquella noche con Audry, hace unos días. Pero yo me sentía raro en aquella ocasión o la rareza me alcazó a mitad del encuentro. No sé qué fue lo que pasó. Quería estar con ella y me empezó a gustar mucho hacer el amor pero de pronto lo único que quería era acariciarla, hacerle sexo oral, disfrutar su olor, sus besos. Yo cantaba, mientras tanto: nada sabe tan dulce como su boca/ tan solo alguna cosa que no se nombra.
Me sentí solo allí con Audrey, me sentí como perdiendo frente a mis sentimientos, considerando la posibilidad de una vida juntos. Ella se dio cuenta de mi vulnerabilidad y me preguntó, pero yo no respondí, pero casi podía leerme, fui obvio. Demasiada ternura simpre termina en suspicacias. Luego ella lloró y eso me empezó a dar un poco de flojera. Dormimos muy abrazados. Yo la tenía toda rodeada. Por alguna razón mi boca estaba llena de pavor esa noche. Dormí mal. Pensaba en El Señor de las Imágenes pero trataba de borrarlo de mi mente para disfrutar el momento. Estaba totalmente consciente. También estaba demasiado consciente de mi cuerpo y mi pene se encargó de recordármelo. Ayer no. Estaba borracho, había fumado. No, no había fumado, fumé después, algo así. Hoy por la mañana seguía con ganas de tener el mejor sexo impersonal que puedo tener, el que tengo con La Flaca.
Me siento hoy como el personaje de Judy Dench en Escándalo. Cínico y divertido, escribiendo un diario inmoral.
Pero debo aceptarlo, lo extraño.

martes, 23 de octubre de 2007

Reunión cumpleañera


Bien, ya cumplí 43 años... y todo sereno.
Hice una reunión familiar a la que invité a algunos amigos. La pasé muy bien, muy contento, sin embargo, no dejó de llamarme la atención la conexión que tengo con cada uno de los amigos a los que invité y, dado que es rara, más rara se veía que yo se los presentara a mi familia. Me voy a ir explicando por partes para tratar de ser claro.
La primera invitada fue La Flaca, a quien le comenté sobre la reunión con mucha anticipación. Como puede verse por la lectura de este blog, ella es una de mis amigas más cercanas y en mi familia piensan que yo tengo "algo más que una relación de amistad con ella" y yo no tengo ningún problema en dejarlos pensar eso. Lo cierto es que, salvo algunas veces en que nos gana la risa y terminamos en la cama, nuestra relación es básicamente amistosa y tiene poco o nada de ingredientes sexuales. Tuvo hace tiempo pero ya no tien más. Por cierto, a ella le encanta ser considera como la amiga-novia de este servidor para los ojos de mi familia.
La segunda persona que invité fue a El Señor de las Imágenes, a quien mi familia conoce por encuentros casuales en algunos lugares y al que le tienen un aprecio basado casi exclusivamente en lo que yo les he contado de él. De mi familia nadie sabe, por supuesto, que él es mi pareja y por esa razón y por ser la primera vez que él iba a ir a una reunión familiar en pleno, estaba muy nervioso, pensando, tal vez, que nuestra relación "se podría notar". Pues yo creo que no se notó nada en particular porque prácticamente él y yo no cruzamos palabra en toda la tarde-noche, así que yo creo que la cosa pasó de incógnito, aunque él tiene ciertas suspicacias respecto a mi mamá. Yo también las tengo, pero, mientras ella se haga la loca, pues ni modo que sea yo el que me encargue de ventilar estos asuntos.
La siguiente persona que invité fue La Mujer del Bosque, de quien no todos en mi familia saben que es gay o bi. Claro que a ella se le nota un poco porque es medio fuerte, pero en esta ocasión iba muy bien arreglada y se portó bien. Con ella alguna vez nos fuimos a la cama y fue una de las experiencias más raras que he tenido porque yo estaba borracho y por eso fue que me animé. Ella no me gusta absolutamente nada pero ese momento fue muy íntimo y yo estaba muy sensible. Habíamos estado conversando sobre mi vida pasada y yo lloré, lloré un montón mientras le contaba mis antiguas tragedias, justamente porque se me habían pasado las copas y me había puesto sentimental. Sin saber ni cómo, terminamos en mi cama y yo me encargué de hacerle un sexo oral largo y tendido, hasta que alcanzó el orgasmo. Cual sería mi sorpresa cuando ella me confesara después que era la primera vez que tenía un orgasmo con un hombre. Y eso que había tenido varios novios y relaciones estables. Bueno, ella también fue a mi fiesta de cumpleaños. Ella sí sabe cuál es mi relación con El Señor de las Imágenes. Es la única.
La siguente invitada fue una amiga, compañera de la universidad que estuvo fuertemente enamorada de mí durante un tiempo, pero todo fue en vano porque yo nunca le hice caso. Luego de esa larga, larga temporada, nos hicimos amigos muy cercanos y lo hemos seguido siendo desde hace veinte años. Una vez, en su casa, fumamos mota y nos agarró la noche. Decidimos que estábamos muy pasados y yo me quedé allí con ella. Al poco rato que estábamos en su cama, ella intentó meterme mano y yo reaccioné como si hubiera visto un fantasma: me levanté de un salto, le dije que me tenía que ir, tomé mis cosas y salí de ahí despavorido. No quería tener nada de rollo con ella y por eso evité a toda costa caer en provocaciones. Ella se hizo la loca y nunca más comentamos el punto. Ahora ella me cuenta las frustradas historias que tiene para conseguir pareja y yo le cuento algunas de las historias de pareja que yo he tenido. Excepto la de El Señor de las Imágenes. Cuando yo se lo presenté, a ella le llamó bastante la atención y trató de ligárselo, pero él nunca le hizo caso y quedó la cosa en amigos. Debido a que hay muchas otras cosas que contar de ella, de ahora en adelante ella ocupará el nombre de La Ricitos Colorados.
Mis últimos invitados fueron un amigo que conocí por asuntos de mi trabajo y su novia, con la que vive en la ciudad de México. La Mujer del Bosque sabe que este hombre llamó mi atención en el principio de nuestra relación. En realidad todavía lo sigue haciendo y a veces siento que sus mensajes son ambiguos, pero, hasta donde sé y hasta donde él se ha dejado ver, es completamente straight, apasionado de las mujeres, muy sexual, medio infant terrible a ese respecto y no se plantea ni de broma la exploración con otros hombres. Asistió con su novia, la cual me parece una chica hermosa, simpática y muy inteligente. Él será conocido en este chat como El Infant Terrible.
Pues ahí estaban, mi eterna enamorada-supuesta pareja, mi pareja, mi confidente, mi amiga la que quiso propasarse un día de marihuana y mi nueva atracción and his beautiful girlfriend, como en la canción de Alanis Morrissette. Todos ellos en una gran reunión familiar con mi abuela, mi madre, mi hermano, mis tías, tíos, primos, etcétera, todos reunidos por mi cumpleaños.
Feliz cumpleaños a mí.

lunes, 22 de octubre de 2007

De pausas y de viajes

Imagen tomada de: http://www.artoris.es/

Después de casi dos meses de interrupción en este blog, retomo las reflexiones en torno a mi vida, mi persona, mi sexualidad, mi historia y todo aquello que ha ido saliendo en estos meses de intentar este nuevo –y viejo- modo de reflexión. Nuevo, porque ahora se hace de manera distinta, en computadora, conectado a una red, con la posibilidad de ponerlo ahí, para todos los que quieran leerlo. Viejo porque desde siempre he realizado este tipo de ejercicio, en cuadernos, en diarios, incluso con el terapeuta.
Aprovechando que voy volando en un viaje del trabajo, utilizo esta hora –o lo que dure la batería de la computadora- para escribir algunas líneas y reiniciar el ejercicio de pensar en mí, algo que he apreciado mucho desde la primera vez que fui con psicólogo y entendí en qué consistía hacer análisis. Ahora, después de años de no ir a consulta, después de mucho tiempo de haber sido dado de alta, extraño el hábito de ir, pensar en qué voy a hablar y darme cuenta que siempre, siempre, salía algo distinto de lo que tenía planeado. Un poco pasa lo mismo aquí. Empiezo con una idea más o menos preconcebida y termino hablando de otra cosa. Escribir en este blog se ha convertido también en una sorpresa de mí para mí.
En algunas de estas entregas he escrito sobre lo excitante que resulta pensar en encuentros casuales, sobre todo cuando uno está en otro escenario. Hoy es el caso, ya que estaré tres días fuera de la ciudad de México y bueno, uno nunca sabe con quién puede toparse. Lo cierto es que me gusta esta idea de “convocar a la casualidad”. Entrecomillo esa expresión porque no es mía, sino de un autor mexicano que a su vez citaba a otra persona para hablar de la fascinación de los viajes. En fin, uno nunca sabe con quién podría toparse y creo que en esta ocasión estoy mucho más abierto a que ciertas cosas sucedan.
Bien dicen que cuando uno busca una experiencia fuera de la relación de pareja es porque algo anda mal en ese tema. En este caso es cierto, aunque no necesariamente anda mal la cosa. Pongámoslo positivamente, digamos que podría estar mejor, tal vez se podría decir que existen muchas áreas de oportunidad para trabajar en ese rollo. Aunque también vienen a mi cabeza ideas de dejarlo todo y comenzar de nuevo.
Lo que ha pasado en este tiempo es que, no sé si a partir de este blog o de antes, seguramente de antes, he empezado a darme cuenta que la relación que tengo con el Señor de las Imágenes tiene límites, fallas, desencuentros e insatisfacciones. Creo que ésta es la forma más dura en la que he expresado ese sentimiento. Sin embargo, a pesar de todo lo que yo pudiera quejarme, desde hace mucho tiempo no me he animado a salir con alguien más. No sé por qué ha sucedido, aunque creo tener ciertas ideas al respecto. Lo quiero mucho y eso me jode el entusiasmo para salir y conocer otras personas. Todavía no me hago a la idea de terminar la relación que tengo y empezar otra. Sin embargo, siento que el tiempo pasa, que ya van siete años con él, que yo no tengo hijos, que no me he pensado viviendo así como lo estoy haciendo ahora, solo. Por el contrario, siempre me pienso viviendo en una relación de pareja con una mujer, con un niño por lo menos y viendo las caras felices de los miembros de mi familia porque finalmente “pude rehacer mi vida”.
Además de eso está el rollo sexual. Acá he mencionado más de una vez que ese asunto ha tenido momentos de mucho hastío porque siento que a esta relación le falta un poco de imaginación en la parte íntima, que funciona muy bien en otros aspectos, que hay muchísimo cariño y gusto y ganas de estar juntos pero creo que hoy me está costando mucho hacer como que acá no pasa nada, que estoy a gusto haciendo siempre lo mismo, no lo sé. Tal vez solamente me estoy quejando.
He tratado de hacer que las cosas sean distintas en los últimos meses. He buscado hacer más juego previo; he tratado de expresar qué cosas me gustan y qué cosas me disgustan; he cambiado los rituales; he vuelto a ocupar otros espacios de la casa, como la sala, el comedor, el baño, pero pareciera que yo soy el único que está buscando variedad y eso impacta también en mi propio deseo. Lo que uno desea es el deseo del otro, eso me queda claro, pero cuando el otro no tiene tantos problemas en mantener las cosas como están, en repetir siempre la misma faena, en ocupar invariablemente el mismo papel, se siente como una especie de monólogo de búsqueda, que el cambio y la experimentación es solo para mí, porque si dejamos las cosas tal como están, él estará de todos modos contento y satisfecho.
El otro día, después de una discusión que nos separó por más de tres semanas, entre el sacón de onda y las actividades de ambos –viajes y otras cosas- tuvimos relaciones. Cuando terminamos, él me dijo que necesitaba más besos, que sentía la cosa muy impersonal si no nos besábamos en la boca mientras hacíamos el amor. Yo estuve de acuerdo en que habría que besarnos más, pero le dije que no me gustaba cuando él lo hacía muy fuerte, muy violento, porque su barba me irritaba los labios y después me quedaban muy resentidos. Si lo hacíamos delicadamente, sin empujar su cara contra la mía, sin lastimarme, lo haríamos más seguido.
Sin embargo, creo que eso evidenció que yo no estoy mucho en el tema de lo sexual con él. Han seguido los encuentros y me siento un poco desconectado. Incluso, debo confesar, a veces no he tenido nada de ganas de hacer el amor y lo he hecho para que no haya problemas y porque en general a los hombres se nos da fácil ese rollo de coger aunque no tengamos ganas. Un poquito de estimulación y con eso basta. Me ha pasado así en este tiempo y creo que no está bien y también pienso que por eso estoy pensando en tener otras historias.
El vuelo se está terminando y voy a tener que terminar este post. Quiero finalizar diciendo que, haya o no haya aventuras en estos días, en la cabeza me está dando vueltas esta idea de que no estoy completamente satisfecho ahora y que básicamente tengo de dos sopas, arreglo lo que tengo o empiezo a pensar que es momento de partir. La mujer del bosque me dijo hace unos meses “a ti lo que te paso es que quisiste experimentar el rollo con un hombre y te topaste, para tu mala suerte, con el hombre más bueno y maravilloso que pudiste encontrar, que te ama y que hizo que lo amaras mucho, ahora eso es lo que te está pesando para terminar esta relación y empezar otra con una mujer, tal como siempre te he pensado”. Fueron palabras duras que han resonado en mi cabeza desde entonces.
¿Cómo deshacerse de un hombre maravilloso? Tiene sentido terminar lo que funciona o es mejor enfrentar las fallas y buscar soluciones. En el mejor estilo de aquella serie de televisión que tanto nos gusta a los dos ¿Cuándo hay suficientes razones para terminar algo maravilloso?

domingo, 19 de agosto de 2007

Indirectas

Imagen de la película Shortbus tomada de: http://www.laltrapagina.it/giornale
style="text-align: justify;">

Este fin de semana mi pareja trajo una película para que la viéramos en casa. Se trata de Shortbus, una cinta más o menos reciente que se presentó en Cannes y que estuvo en cartelera en los meses pasados y a nosotros se nos fue. Él ya la había visto en la semana y quería que yo la viera porque le interesaba saber mi opinión. También quería mostrarme un par de escenas que le parecieron muy "llamativas".
Bien, la película reflexiona sobre una serie de temas relacionados con la sexualidad de adultos jóvenes que viven en Nueva York y que asisten a un lugar de reunión que se llama como la película y que es un lugar para participar en orgías o para reunir a mujeres a hablar de su sexualidad o para el ligue gay.
Las escenas llamativas a las que me refiero eran unas de sexo explícito entre parejas heterosexuales, orgías y un threesome entre los hombres protagonistas. La verdad nos sé cómo las hicieron si es que son trucadas porque se ven espectacularmente reales.
Víctimas del cansancio, tuvimos que ver la cinta en dos partes porque el sábado nos quedamos dormidos. Este domingo la terminamos y nos levantamos rápidamente (sexo mediante) porque teníamos muchas cosas que hacer. Ninguno de los dos habló más de las escenas particulares que mi pareja quería que yo viera. Ahora que estoy en casa acordándome de la película, me doy cuenta que la conversación quedó pendiente. ¿Por qué querría que las viera? ¿Cuál era el mensaje en todo eso?
Supongamos que se trataba de plantear el asunto de un ménage a trois. Es un tema que hemos conversado muchas veces, pero que nunca nos lo hemos planteado en serio. Nunca hemos hecho uno juntos y no sé cómo nos sentiríamos de hacer. Además, con el enorme clóset que cada uno de nosotros carga a cuestas, está difícil que, por una calentura, lleguemos compartir con un tercero nuestra cama. Pero ¿y qué tal si eso es efectivamente lo que mi pareja estaba planteando? ¿Qué tal que lo que quiere es hacer un ménage o incluso ir más allá, hacer una relación abierta en la que podamos interactuar con otras personas? Lo primero pienso que podría se excitante e interesante, es una experiencia que yo nunca he vivido y la verdad creí que ya no la viviría. El ya la vivió. Claro, necesitaría unos muchos tragos y mucho ánimo para hacerlo... Me quedé pensando y creo que sí lo haría si la ocasión se prestara pero tendrían que reunirse muchas condiciones. Primero que encontráramos a alguien que estuviera dispuesto a hacerlo. Segundo que nosotros estuviéramos dispuestos a decirle que i) nos gustan los hombres, ii) somos pareja, iii) queremos hacer un trío, iv) queremos hacerlo con él, v) queremos que nadie se entere y vi) queremos que después desaparezca de nuestras vidas (esta última condición podría negociarse).
En cuanto a la otra posibilidad, la que tiene que ver con hacer una relación abierta, no creo que esa haya sido su intención porque no lo veo a él en ese plan para nada. Por el contrario, lo veo en plan tan exclusivo como siempre. Tampoco creo que nos funcionaría. Pero supongamos por un minuto que sí, que efectivamente lo está planteando. Seguramente él se conseguiría otro hombre. Seguramente yo me conseguiría una mujer. Veo difícil que yo quisiera establecer una nueva relación con un hombre. Tal vez sexo casual -como con el amigo telefonista, que es una clase que tengo pendiente- pero de buscar a alguien como para relacionarme sería con una mujer.
De cualquier manera, insisto, creo que eso no fue lo que quiso decir. Tampoco creo que a nuestra relación se falte ese "oxígeno" que otras parejas de hombres necesitan. Tal vez no por ahora. Sin embargo, en un momento en que he querido incrementar la calidad de nuestros encuentros sexuales tratando de sacarlos de la rutina en la que habíamos caído y "desterritorializándolos", es decir haciéndolo en lugares distintos a los habituales, quizá no debería echar en saco roto la "sutil" recomendación cinematográfica que me hizo él y a lo mejor es bueno abordar el tema más abiertamente en una conversación de cuates, entre él y yo, claro. Mantendré informes.

viernes, 3 de agosto de 2007

Retomando el hilo de la conversación

Imagen tomada de: http://j4tb.com/sharedir/monastery_story/forest03.jpg

Después de un montón de días desaparecido por vacaciones y otras historias, acá me encuentro de nuevo retomando mi querido blog para hablar de temas de sexualidad desde una perspectiva personal, reflexionando en torno a mi historia y a mi presente.
Están terminando las vacaciones y resultó que yo no conocí a mi amigo telefónico, ni hablamos por teléfono en estas dos semanas. Pareciera que el simple hecho tener la posibilidad de contactar nos alejó más y eso, la verdad, me gusta, porque parece que él tampoco está buscando el sexo por el sexo, sino que percibo que es un hombre tranquilo, que también como yo tiene miedo de encontrarse con malas experiencias. En mi caso, además, me di cuenta estas vacaciones que no estoy muy interesado en tener otras experiencias sexuales con hombres. Tal vez sea porque me siento comprometido con El Señor de las Imágenes. Puede que eso sea, que si voy a estar con un hombre va a ser con alguien a quien quiero mucho, a quien amo. No lo sé. A veces tengo fantasías con otros hombres, pero creo que funcionan muy bien pero únicamente como eso, como fantasías y no como para llevarlas a la vida real. Tal vez el amigo telefónico entre en este contexto que estoy planteando. En lo que voy a hacer con él algún día, seguramente será tomarme un café o un par de tragos, conversar de nuestra historia y quedar como amigos. Además, tengo la idea que él no me va a gustar cuando lo vea y la historia ser acabará.
No así con las mujeres. En los últimos días he conocido o he conversado con algunas que no conocía muy bien y me he sentido con ganas de gustar, de atraer con mi conversación, de manifestar interés. Creo que eso no lo haría con un hombre en este momento.
Hace unos días, La Mujer del Bosque me dijo algo que yo había pensado a un nivel medio inconsciente, es cierto, pero ya lo había pensado. Me dijo, "a ti lo malo que te pasó con El Señor de Las Imágenes es que tú querías saciar un poco tu curiosidad homosexual, saber cómo era el rollo más allá de la historia que tuviste con El Neurólogo Catalán, pero resultó que te topaste con un tipo excelente, maravilloso, interesante y de buen corazón. Y te quedaste ahí por lo bien que te sientes con él más como amigo que como cualquier otra cosa".
Fue un poco duro oírlo porque, como digo arriba, yo lo había pensado o digamos que esa idea se había asomado en mi pensamiento pero no con todas sus letras, tal como me lo dijo mi amiga. Es cierto. En este blog ha quedado constancia de que yo lo amo y lo aprecio muchísimo y que me cae bien y que me encanta estar con él en todo momento, pero en el terrero de lo sexual, digamos que la novedad ya pasó, y no me refiero a él como novedad, sino a la experiencia con un hombre como novedad.
En fin, estas vacaciones también fueron momentos de estar solo y reflexionar sobre muchas cosas, como mi vida de pareja. El Señor de las Imágenes volverá mañana sábado y muy pronto nos veremos. Nos hemos mantenido en contacto y nos hemos expresado continuamente afecto y deseo de vernos y seguramente lo recibiré con los brazos abiertos. Y estaré contento, lo sé.

sábado, 14 de julio de 2007

Algo personal

Imagen tomada de: http://www.criminalistaenred.com.ar/Lectores%20de%20huellas%202.html

El erotismo es la apreciación subjetiva de la sexualidad, la interpretación intelectual, la forma en que le damos sentido y significamos esa realidad biológica de ser sexuados. Es, digamos, la parte más estrictamente humana de la sexualidad y, claro está, aquello que nos hace únicos.
No hay nada tan personal como el erotismo en las personas. Si uno hiciera una encuesta y preguntara a la gente qué es lo que le parece erótico, encontraríamos un gran tronco de coincidencias, un cuerpo simbólico que remite a nuestra cultura y a los valores que compartimos en común. También encontraríamos aquellos que socialmente es considerado no sexual, un saber y una forma de percibir el mundo que está allá afuera y que es aprendida individualmente por cada uno de nosotros. Sin embargo, el detalle fino, la diferencia que nos hace únicos se encuentra en las ramas de ese gran árbol, esas pequeñas hojitas que dan cuenta de nuestra personal interpretación del mundo y del sexo, es por decirlo de algún modo, el lente con la que enfocamos nuestra experiencia sexual.
Esa individualidad erótica se vive en la práctica en el encuentro de las parejas. Toparnos con gente que hace el amor tal como nos gusta es bastante difícil, es casi un golpe de suerte, pero hacer coincidir todo nuestro mapa erótico con alguien me parece que es una empresa imposible.
Como en todas las etapas de mi vida en pareja, hoy me encuentro en una con la que tenemos grandes coincidencias en lo sexual pero también grandes diferencias. Por ejemplo, a él no le gusta mucho hablar durante el sexo, porque dice que se desconcentra, en cambio a mí me encanta. Él muere de ganas de que un día nos bañemos de aceite, de gel, de crema o de cualquier sustancia resbaladiza y nos frotemos el uno contra el otro. Esa es, de hecho, una de unas mayores fantasías no satisfechas en nuestra relación de pareja. A mí, en cambio, eso no me atrae mayor cosa y siempre le contesto que sí lo podemos hacer, pero no en mi cama, que es donde siempre o casi siempre hacemos el amor.
En el terreno de la imaginación las diferencias también existen. A él le gustaría que hiciéramos un trío con alguien más, un hombre siempre, con el que organizáramos un ménage a trois en el que él estuviera en el medio y fuera penetrado por mí y por el invitado especial. Eso le parece sumamente erótico. A mí no tanto. En cambio, cuando se trata de ménages a trois, lo que a mí se me antoja es un trío con una mujer, en la que nosotros dos estemos penetrándola, mientras nos vemos a los ojos.
La Flaca, en cambio, tiene una persistente fascinación por el exhibicionismo. Le excita poderosamente la idea de ser observada mientras hace el amor con alguien. Nunca ha llevado a cabo su fantasía, pero simplemente con que se le venga a la mente la idea se enciende sexualmente. Otra cosa que le erotiza es imaginar que ella deja entrar a un hombre a su casa con la intención de hacer algún servicio doméstico, como plomería, carpintería, pintura, etcétera, lo seduce y tiene relaciones con él.
El amigo telefónico tiene la fantasía de penetrarme violentamente, de una sola vez y atestiguar que me duele. Eso le excita porque supongo que tiene una callada fascinación por ser un atacante. Le gusta decir malas palabras durante el sexo, insultar y eso también tiene coherencia con el perfil que estoy haciendo de él. Es un hombre amable, muy respetuoso y seguramente tímido, pero cuando estamos imaginando hacer el amor, se vuelve alguien agresivo y vive su fantasía de esa forma. A pesar de ser gay, tal como él me lo ha hecho saber, no le gusta mucho dar sexo oral a un hombre, tampoco lo han penetrado nunca, ni le gusta mucho la idea. Su personaje erótico es algo que yo francamente no comparto mucho. Bueno, hay una parte que sí, una pequeña parte de su persona sexual que sí me gusta a veces y que es el uso de cierta fuerza aplicada para la provocación, para tener relaciones aunque la otra persona diga que no. Para mí un "no" es excitante y convertirlo en un "sí" se vuelve un objetivo.
A Audrey le gustaba mucho el drama, la personificación. Era toda una actriz de clóset y creo que secretamente guardaba su gusto por ser una dominatriz, alguien fuerte en la cama, que pudiera atar a su hombre y tener el control de todo. Si eso es cierto, fue una fantasía que nunca llevamos a cabo, pero creo que por ahí iba la cosa. A veces yo sentía además que ella estaba viviendo su propio cuento cuando hacíamos el amor. Como que se desconectaba o como que actuaba demasiado sus expresiones. Sus gemidos eran bastante cinematográficos, tanto que a veces yo pensaba que debía estar exagerando. Ella aseguraba que no, pero yo no me quedaba muy convencido. A mí me gustaba imaginar escenas en las que ella era una mujer que estaba más arriba en la escala social (realmente lo estaba) que yo. Por ejemplo, que era una princesa medieval y yo un guerrero que hacía el amor con ella secretamente, evadiendo la vigilancia de sus padres quienes me habían conferido a mí la responsabilidad de cuidar su virginidad. Otras veces me imaginaba siendo un guerrero árabe que cuidaba del harem de un sheik poderoso y, burlando las reglas, hacía el amor con una de sus mujeres. Así mis fantasías.
Puedo seguir contando otras formas del erotismo en las personas que conozco sexualmente, o de aquellas con las que no he tenido sexo pero que los momentos de intimidad han permitido hacer espacio para las confesiones. Lo que quería expresar acá es esta vivencia personal que es el erotismo, esto único que tenemos como individuos, aquello que nos hace personas, que nos separa y al mismo tiempo nos une con los demás es algo que todos llevamos dentro y que ponemos en marcha tanto en la intimidad como en la esfera de lo público, que moldea nuestra personalidad y le da forma a esa huella digital, a ese código genético único que es nuestra experiencia del sexo.

martes, 3 de julio de 2007

Cuando el amor se interpone


Hace unos días, estando lejos de casa por cuestiones laborales, caminaba en solitario por las calles de una ciudad en donde era prácticamente imposible encontrarme con alguien conocido. Disfrutaba de una hermosa puesta de sol mientras aprovechaba para recorrer un poco de aquella ciudad a la que nunca había ido.
Allí me di cuenta de que podía hacer cualquier cosa loca, conocer a cualquier persona, tomar un trago, platicar y ver cómo corría la noche. Pensaba que de lo que hiciera esa noche de luna llena nadie se enteraría y yo no tendría de qué preocuparme. Si bien me daba algo de miedo meterme con alguien que de a tiro hubiera conocido en plena calle, también la idea me llenaba de excitación, porque podía suceder algo muy divertido.
Caminé mucho tiempo, fui de un lado a otro de la ciudad pensando en mi vida, en el disfrute de mi soledad, en la libertad, en el anonimato, en la aventura, en la excitación.
De pronto, empecé a pensar en mi pareja, en lo que me hubiera gustado caminar con él por esa ciudad y durante ese atardecer, conversando sobre lo que fuera, mirando a la gente disfrutar de la tarde, con sus hijos, con sus viejos.
Me di cuenta que, aunque tenía todas las posibilidades de portarme mal, no tenía la menor intención de hacerlo. En eso, mi celular sonó indicándome que había recibido un mensaje de texto.
-Hola, me tienes muy abandonado. Te extraño harto.
Era él. Mientras yo tenía su cara en mi mente, él se me había adelantado mandándome un mensaje.
Intercambiamos unos cuantos más, todos cariñosos y diciéndonos cuánto nos hacíamos falta, mutuamente.
Lo último que le mandé a decir fue que ahora que había recibido su mensaje estaba en mejores condiciones de seguir caminando solo, ya que no estaba solo.
Continué mi larga caminata. Me fui alejando del bullicio. Escogí un restaurante que quedaba retirado del lugar donde se concentraba la gente y me senté a ver de lejos el panorama citadino. Una cena a la luz de las estrellas fue mi acompañante. Estaba tranquilo.
Esa noche, en plena libertad de acción, el amor me metió el pie y me hizo una zancadilla. Perdonarán ustedes el desliz amoroso, pero a veces eso también es algo erótico.