jueves, 7 de febrero de 2008

Toma de decisiones

Imagen tomada de: http://www.cedown.org/articulos/logopedia/deglucion/chupete2.jpg

Esta bitácora no estaría completa si no comentara nada sobre cosas que tienen que ver con la sexualidad pero que escapan de ese ámbito exclusivo. Este es el caso de lo que me acaba de pasar con Audrey y que tiene que ver con otras mujeres también y con las decisiones que yo tengo que tomar al respecto.
Como ya he contado acá, he vuelto a ver a Audrey en los meses recientes. Fue fácil volver a establecer un nivel de confianza grande y poco tiempo después de vernos de nuevo hemos vuelto a tener relaciones. Muy pocas en realidad, pero muy profundas en cuando a los sentimientos y a la compenetración que sentimos los dos.
Ella me contó que durante el año 2007 ella decidió que iba a embarazarse sin tener pareja. Empezó con inseminación artificial, en dos intentos y recientemente inseminación in vitro. Todos los intentos han resultado fallidos con el consecuente sentimiento de frustración y desencanto, además de una fuerte suma de dinero (que desconozco a cuanto alcanza) desembolsada para nada.
Cuando me contó sus intenciones de ser mamá soltera y no contar con la participación de un hombre conocido en este proceso, yo la escuché con atención, le manifesté mi interés por el procedimiento que estaba llevando y le expresé mi apoyo. Eso le gustó porque, me comenta, ha sido una regla más o menos general que a los hombres a quienes les ha compartido sus intenciones les impresiona mucho lo que está haciendo y le sugieren caminos más "tradicionales" para llevar a cabo sus propósitos. Eso, obviamente nos unió más y ayudó a que meses después nos fuéramos a la cama.
Aquella vez que me contó de sus planes de inseminación, mucho antes de que se practicara el primer intento, yo inmediatamente pensé que ella me había buscado para pedirme una donación de semen. Así, tan simple como eso, una donación de semen. Sin embargo, afortunadamente no lo hizo y seguimos siendo amigos.
He estado cerca de ella durante estos tratamiento para la fertilidad y, ahora que el tercer intento ha resultado fallido, he recibido una carta suya escrita a mano, como para darle un toque más personal, pidiéndome que tengamos un hijo, que intentemos ser padres y que participe en el nivel que yo crea conveniente.
Algunos años antes, cuando estábamos terminando no sé qué número de intento de relación me pidió lo mismo, que la embarazara porque ella quería tener un hijo, que aunque la relación estuviera terminando, que hiciéramos el intento y que procreáramos un niño. En aquel momento le dije que no, que no tenía intenciones de ser papá en el corto plazo y que no le entraba a su propuesta. La cosa terminó con un final melodramático pero no se mencionó más el asunto.
Ahora ella lo vuelve a hacer. Vuelve a pedirme mi participación en su proyecto de maternidad, pero ahora de manera distinta. En la primera ocasión simplemente me pidió, palabras más, palabras menos "que la embarazara". En esta otra, lo que me pide es que compartamos un proyecto de paternidad, que yo me involucre hasta el punto que yo considere conveniente: mínimo, poco, suficiente, mucho. Lo que sea, pero que entre los dos nos planteemos hacer un niño juntos.
No puedo decir que la propuesta me sorprendió pero sí me tomó sentimentalmente desprevenido. Acompañar a Audrey en su intento por lograr la maternidad me ha hecho preguntarme a mí mismo qué pienso yo al respecto de mi paternidad. Vamos, tengo 43 años, no he sido padre nunca y tal vez sea hora de tomarme en serio el asunto de tener hijos. Es cierto que los hombres no tenemos ese reloj biológico que a las mujeres tanto angustia, pero también es verdad que dado que soy un hombre mayor, la diferencia de edad con mi descendencia se está haciendo muy grande. Simplemente me pongo a pensar que, si tuviera un hijo ahora, hoy, cuando él estuviera cumpliendo 15 años, yo tendría 58 y viviría su adolescencia en mi sexta década, con todas las diferencias generacionales que eso acarrea. También pienso que, mientras más deje pasar el tiempo, más jóvenes se quedarán mis hijos -o mi hijo único- sin su padre porque seguramente moriré cuando ellos estén todavía muy jóvenes.
Por todo eso, pienso que el tiempo igual pasa para los hombres. Tal vez no dejamos de ser fértiles y, teniendo capacidad física para embarazar a una mujer, podemos ser padres a la hora que sea. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla cuando hacemos cálculos con la edad.
Así las cosas, al ver el dolor de Audrey, la desesperación por ser mamá, los tratamientos a los que ha tenido que someterse, la fortaleza y al mismo tiempo la vulnerabilidad con la que ha escuchado los resultados de las inseminaciones, la frustración con la que ha lidiado en este tiempo, más mis propias preguntas sobre el tema, en ese contexto, la nueva propuesta de que hagamos un hijo, de que seamos padres juntos me conmueve, me toca de una forma distinta a la anterior.
En este marco, no puedo dejar de pensar en El Señor de las Imágenes. Mi relación con él sigue y aceptar la propuesta de Audrey seguramente nos destruiría como pareja, no lo aguantaríamos. Él sabe que yo tengo también este tema pendiente. Él es papá y disfruta como loco de su hijo, que es todo un adolescente, maravilloso, inteligente, que hace ponerse orgullosísimo a su padre cada vez que habla de su hijo. ¿Y yo qué? ¿y yo para cuando?
Este post se está poniendo muy largo. Es mucho lo que tengo que reflexionar al respecto. Por el momento lo único que puedo decir es que todavía no he dado una respuesta a Audrey y mi cabeza da vueltas y vueltas en torno al tiempo que pasa y que nos vamos volviendo viejos.

No hay comentarios.: