sábado, 12 de mayo de 2007

El sustituto del diván



Este blog se va a convertir en eso, creo. Lo digo especialmente por el más reciente post, en el que me sentí igual que si estuviera con el terapeuta. Cuando empecé a escribir no sabía qué iba a decir y no fue mi intención hacer esa lista de quejas en torno a mi pareja ni nuestra vida sexual. Sin embargo, así salió y me pareció interesante que, sin querer, terminara enumerando una serie de problemas con nuestra actividad sexual. De alguna manera, el ejercicio de escribirlo en este blog me hizo más conciente de los problemas o las insatisfacciones por las que estoy atravezando y tal vez eso me ayude a buscar soluciones concretas. Bien dicen que el primer paso para solucionar un problema es identificarlo.

Pero digo lo del diván porque solamente en terapia (las veces que he tomado) he podido hacer este ejercicio de hablar abiertamente de cosas que están ocultas en mi corazón y darme cuenta de cuánto me cuesta sacarlas, describirlas, escoger las palabras para darle forma a eso que traigo adentro. También en terapia me he dado cuenta que, por más preparado que fuera para manejar un tema, siempre aparecía otro, siempre el tema que yo llevaba listo para abordar era únicamente una puerta de entrada a otro que aparecía en los últimos veinte minutos de la sesión. Después de una sesión de terapia siempre pensaba que los úlimos minutos eran los más valiosos y que lo demás era pura basura, solamente vueltas alrededor de algún asunto sin atacarlo de frente. Más tarde me di cuenta que no era posible llegar a esos veinte o quince minutos de médula de contenido sin atravezar ese largo espacio de caminos en círculos.

Así pues, aquí estoy con este blog. A falta de terapia y a falta de tener un grupo de amigos hombres con quienes hablar abiertamente de mi sexualidad tal como es, he pensado que escribir lo que siento, las reflexiones que me provocan las historias en torno a mi vida privada y la vida de los otros, lo aprendido y lo que falta por aprender será un buen ejercicio para la mente y para el espíritu. Desgraciadamente no tengo ese grupo de amigos con los que hablar sobre mis deseos sexuales, sobre mi gusto por los dos sexos, sobre mi estado de soltería, sobre mis 42 años, y otros tantos temas como los que apenas enumeré en los dos primeros post con los que inicié este blog. Irán saliendo uno a uno en este ejercicio de confesión y de mirar al espejo desde el otro lado.

"Get a life!!!", me acaba de decir una amiga que me acaba de encontrar conectado en el messenger, mientras le estaba contando que que es sábado y yo estoy sentado frente a la computadora de mi oficina. Supongo que su expresión quiso decir que me consiguiera alguien con quien estar en este mismo momento, que socializara un poco más. No lo sé, no lo tengo claro. No le pude decir que estaba escribiendo este blog porque, con excepción de mi amiga más cercana, nadie sabe que estoy escribiendo esto y no quiero que nadie sepa. ¿Cómo podría decirle a alguien que estoy haciendo un blog sobre mi vida sexual sin que se interese en leerlo? ¿Cómo explicarle que hacer cosas es solitario como escribir, leer, escuchar música, ir al cine, cocinar o navegar en internet son en gran parte actividades que definen el ritmo de mi vida y que lo han definido durante mucho tiempo y que implican, en muchos casos, un estado de soledad que yo considero muy agradable y satisfactorio?

Sí, incluso a veces me asusta esto de sentirme tan a gusto con la soledad. Porque veo que el tiempo pasa y yo no tengo una pareja con la que esté construyendo un camino para formar una familia, tener hijos, etc. En parte es así mi vida sexual. No creo haber realizado nada especialmente kinky en estos años, así que si alguien está buscando acá las aventuras más retorcidas o escandalosas, se decepcionará produndamente. Aunque habría que definir qué sería haber hecho cosas raras. ¿Tener relaciones con hombres? ¿Ser infiel? ¿Practicar de vez en cuando phone sex con alguien que no conozco? ¿Utiliza el internet para conocer gente con quien podría irme a la cama? Ya he hecho todas las anteriores. Pero ninguna suena muy exótica, la verdad. Honestamente trato de buscar en la memoria alguna aventura muy rebuscada y no encuentro ninguna. No sé si tomar eso como algo positivo o como algo negativo. Mejor lo tomo que algo que simplemente es.

Hace algún tiempo estuve saliendo con una chica que, para estos efectos será conocida como Audrey, porque ella admiraba a Audrey Hepburn y su estilo era muy parecido a esa actriz. Es la más reciente relación (o intento de relación) que he tenido con una chava. Desgraciadamente eso no fructificó porque, según mi punto de vista, teníamos dos enormes diferencias. Primero que nada ella era de una condición social muy superior a la mía. Yo soy un simple clase media y ella era una chava que lo tenía todo económicamente hablando. La segunda gran diferencia es que ella estaba a la mita de sus treintas y le urgía formalizar una familia y tener hijos a la voz de ¡ya! y, desgraciadamente yo quería tomar las cosas con calma. Creo que es un típico caso de tiempos distintos. También tendría que agregar que yo no estaba en ese momento pensando en dejar al Señor de las imágenes. Tampoco lo estoy ahora, aclaro, pero sí estaba dispuesto a explorar si había alguna posibilidad de convertir eso en una relación de "amigos con beneficios" que pudiera convertirse a la larga en otra cosa. Ella tomó la decisión de dejarme muchas veces. Y lo hizo. Y volvió a buscarme las mismas veces que me dejó. Hasta esta última que fue la definitiva.

¿Qué era lo que me atraía de ella? Que éramos maravillosamente compatibles en la cama. De verdad, desde que me separé de aquella que me enterró una estaca en el corazón, no había sentido nada parecido. Era como entrar en un laberinto en el que de algún modo yo me quería perder. Algunas veces me pasó que sentí que entraba en trance, por la forma en la que podía sumergirme en mis sensaciones y conectarme con ella en un intercambio de energía que quizá nunca había sentido. No he estudiado el tantra, pero me imagino que debe ser algo como eso.

Ella me decía, me acuerdo bien, que cuando hacía el amor con ella, parecía que yo estaba haciendo yoga, por la forma en que respiraba, por la cara de concentración que ponía y por lo pausado de mis movimientos. No sé qué sería, pero disfrutaba su cuerpo y su conexión conmigo. Alucinaba con las sesiones maratónicas que organizábamos que, si bien eran acrobáticas, no eran muy atléticas, sino más bien suaves, lentas, con interrupciones, con muchas caricias y extensas en tiempo. Extraño eso de ella. Y otras cosas, claro, que no tienen que ver con el sexo, pero extraño más su cuerpo, su olor y su disposición a hacer el amor conmigo. Recuerdo que a ella le encantaba que yo le dijera "eres como una isla", porque así sentía su cuerpo cuando estaba con ella. Sentía como si hubiera nadado durante mucho tiempo y por fin hubiera alcanzado tierra firme, un lugar donde dejarme caer. Un lugar donde soltar todos mis deseos.

Una de las cosas que más me gustaba hacer con ella era darle sexo oral. Podía estar todo el tiempo que fuera necesario. Me encantaba su sabor, su textura, su temperatura. Ahhh, me enamoraba estar ahí. A Audrey fue a quien le dije un día una frase que ella adoraba. Hablando de sexo oral justamente, le conté un secreto de esos que uno aprende con la experiencia. Le pregunté "¿sabes cómo se le hace sexo oral a una mujer? como si le quitaras la miel a las alas de una mariposa". Si ella leyera este post sabría perfectamente de quién es este blog-

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