viernes, 8 de junio de 2007

El Neurólogo Catalán...



...o la vez que perdí mi virginidad homoerótica.

Cuando tenía 35 años tuve una crisis personal muy profunda que se reflejó en muchos aspectos de mi vida e incluso mi vida actual es producto, en parte, de esa crisis. Eso fue hace siete años.
La cosa empezó cuando me quedé sin trabajo, después de una discusión con la persona para la que trabajaba y luego de aguantar una mala relación profesional durante por lo menos un año. La cosa explotó y, de un día para otro, yo me quedé sin trabajo. El nuevo empleo apareció nueve meses después y es el que actualmente tengo.
En esos días de desempleo, yo estaba de novio con La Internauta Italiana. Teníamos ya como cinco años de pareja y las cosas estaban más o menos bien, con sus altas y bajas, claro, pero en general bien.
El desempleo me afectó emocionalmente de manera muy profunda. Yo me considero propenso a la depresión, así que a las pocas semanas y al darme cuenta de que conseguir un nuevo trabajo me iba a costar mucho más de lo que yo imaginaba, comencé con un proceso de ansiedad que hizo que mi psiquiatra -para esas fechas tomaba terapia con un psiquiatra al que quiero con todo el corazón, pero que ahora ya no veo- me recetara medicamentos para dormir. Todo en mi vida se afectó. Empecé a recibir apoyo financiero de mi padre y mi novia me apoyaba en el proceso emocional, sin embargo, las largas horas encerrado en casa hacían que me sintiera siempre mal.
Para combatir las horas de aburrimiento, empecé a sentarme frente a la computadora y, en vez de hacer algo productivo con ese tiempo, me dediqué a navegar por internet buscando prácticamente nada en especial.
En ese tiempo me hice gran consumidor de pornografía tanto heterosexual como gay. Me pasaba horas frente a la computadora viendo imágenes, chateando con desconocidos y leyendo historias eróticas que eran básicamente escritos burdos de la imaginería masculina más pobre. En eso me la llevaba a veces días enteros.
Fue ahí cuando apareció en mi vida El Neurólogo Catalán, un hombre que también chateaba buscando gente con quien tener algún encuentro sexual. Nuestra primera conversación fue más o menos breve. Luego de los intercambios informativos de rigor acordamos un lugar y una fecha para vernos. Me gustó porque escribía bien, con ortografía y eso, para alguien como yo, es sumamente seductor. Me dijo que me quería hablar por teléfono y yo le di mi número. Me llamó y me gustó su acento. Me retó a que no me atrevía a que nos encontráramos y yo acepté el reto. Ambos vivimos más o menos en la misma zona de la ciudad de México, así que no fue difícil dar con un sitio conocido por ambos para nuestro encuentro.
Nos encontramos un día por la tarde. No recuerdo bien, pero creo que yo debo haber llegado después que él. Yo siempre he sido bastante impuntual, la verdad. La cosa es que recuerdo haberlo visto sentado, esperando. No era un hombre muy apuesto. Delgado, más bajo que yo, bastante calvo y de lentes. Sin embargo, tenía pinta de gente decente y creo que eso fue lo que me atrajo inicialmente de él. Hablaba bien, tenía buenos modales.
En el restaurante nos tomamos unas tazas de té de manzanilla. Creo que él no tomaba café y en ese tiempo yo tampoco estaba tomando para no afectar el funcionamiento de mis medicamentos para dormir. Platicamos un rato, las cosas obvias. Momentos después él fue al grano:
-Bueno y ¿qué te parece? ¿te animas?
-Ehh... bueno, sí.
-¿Te parezco agradable?
-Sí, claro me pareces una buena persona... y está bien.
Salimos del restaurante unos minutos más tarde. Él insistió en que fuéramos a mi casa. En ese momento yo no vivía solo, un amigo se había dejado caer por unos meses -al final fueron dos años, pero igual se le quiere- así que yo no estaba muy convencido de llevarlo a la casa, por lo que pudiera pasar, además que no tenía la menor idea quién era este tipo. No sé por qué pero la cosa es que accedí, cada uno tomó su auto y él me siguió.
Llegamos a casa. Nos sentamos en la sala, pero antes abrimos una botella de vino. No bebimos nada. En cuanto estuvimos solos, él tomó una actitud más segura y más abierta, más agresiva digamos. Me tomó de las manos. Yo las tenía frías y poco después me besó.
Para mí fue una sensación muy rara, que me causó un gran impacto. No había besado a un hombre -con excepción de Héctor, mi amigo de la universidad, pero nada de eso cuenta-. Lo que más me llamó la atención de ese momento fue que le sentí el mismo olor que tiene mi papá y eso me causó cierta repulsión. Yo estaba muy nervioso, no sabía bien qué era lo que quería en ese momento.
Él se levanto y, llevándome de la mano, fuimos hacia mi habitación. Allí nos desnudamos y empezamos a hacer el amor. Él quería penetrarme y yo lo dejé, pero yo no tenía nada de experiencia al respecto así que me costó mucho relajarme y de todos modos me dolió bastante, pero igual quería hacerlo.
Estuvimos en mi cama durante un par de horas. Al final él pudo penetrarme bien y llegó al orgasmo. Yo no pude, por más que lo intentamos.
Nos bañamos y nos vestimos. Me dijo que tenía que hacer una ronda de pacientes en el hospital donde trabajaba y me pidió que lo acompañara. Eso me gustó. Fuimos y yo me quedé en la cafetería, leyendo. Llegó más tarde y me llevó de regreso a mi casa. En el camino me dijo que quería tener una relación estable conmigo, que él no andaba buscando miles de aventuras sino que quería encontrar a alguien. Ya antes me había dicho que era casado y eso también me gustaba del asunto. Yo no quería tener nada con un gay que quisiera instalarse en mi casa o algo así. Por el contrario, me atraía la idea de un bisexual como yo y que tuviera que cuidar las apariencias, como las quería cuidar yo.
Insistió en que podíamos tener una relación. Me gustó como lo dijo pero yo no sabía bien qué responder. Le dije que no estaba seguro, que lo pensaría. Que no era exactamente lo que yo estaba buscando, que lo que yo había querido era vivir una experiencia y nada más. El insistió.
Dos días más tarde le llamé para decirle que quería hablar con él. Fui al hospital y le dije que no, que no podía, que tenía una novia y que no me atrevía a tener una relación con un hombre, que no estaba preparado para eso. Le dije que lo lamentaba. Él escuchó y aceptó mi decisión.
Pasó otro par de días y él me mandó un mensaje al teléfono. "Te extraño", decía. "Yo también, mucho", le contesté y le dije que lo quería ver. Me respondió diciéndome que llegara al consultorio después de que sus pacientes se hubieran ido, como a las ocho de la noche. Así lo hice. Llegué al hospital nuevamente nervioso.
Cuando entré a su consultorio ahí estaba él, esperándome. Nos abrazamos y nos besamos con una intensidad única, como si fuéramos una pareja que no se hubiera visto en meses, quizá años. Nos dijimos que queríamos estar juntos. Le dije que él me encantaba y él respondió que se sentía loco por mí.
Hicimos el amor en una de sus salas de exploración. Recuerdo esa imagen muy claramente. No sabíamos ¿o ya lo sabíamos en ese momento? que la escena se repetiría en su consultorio, en mi casa, en lugares fuera de la ciudad de México y hasta en el coche, en la calle.
Yo se lo comenté a mi terapeuta. Lo trabajé un buen tiempo. Él me ayudó a entender qué era lo que me estaba pasando y a aceptar las cosas que me gustaban. Fue mi psiquiatra quien me dijo aquella frase de "está usted viviendo su adolescencia en ese sentido, se está enamorando como si fuera la primera vez porque en muchos aspectos es efectivamente su primera vez, está perdiendo su virginidad homoerótica".
La historia duró cerca de cuatro meses, pero su intensidad fue equivalente a muchos años. Lloré cuando él tomó la decisión de no vernos más, porque, según él, si seguía viéndome, iba a terminar por decidir vivir conmigo y tenía hijos chicos a los que no quería abandonar.
Han pasado siete años de eso y todavía pienso en él. Sabía que en este blog iba a escribir esa historia un día y ya empecé. Hay más que decir, pero eso será en entregas posteriores. Hoy, buscando la imagen que ilustraría este post, introduje su nombre y el buscador me devolvió, entre muchas imágenes, una foto de él. Me impresionó ver su cara después de tanto tiempo. Recordé las muchas cosas que me gustaban de él. Sobretodo, que nos tomáramos de las manos cuando estábamos haciendo el amor. Sentía una energía intensa que recorría mi cuerpo y que entraba por la palma de mis manos desde su cuerpo.
Alguna vez nos encontramos después de haber terminado la relación. Volvimos a hacer el amor y en aquella ocasión, mientras me penetraba, se le salió algo como "solo contigo hago el amor así". Me gustó que lo dijera, pero su tono tenía algo de doloroso, de amor imposible.
Muchas veces, en mis masturbaciones, lo recuerdo y hago memoria de lo que hicimos y de la intensidad que nos agarró a los dos. Lo quise mucho, aunque sé que ese cariño no era más que pasión en ese momento. Aún así, pienso en él.

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