sábado, 26 de mayo de 2007

Ecos del pasado


Anoche, mientras escribía el post anterior recibí una llamada absolutamente sorprendente. Una voz de mujer preguntó por mí. Era una voz irreconocible. Cuando me dijo su nombre hice un viaje en el tiempo de por lo menos 30 años. Me estaba llamando una amiga de la secundaria, alguien que dejé de ver justo cuando terminamos el tercer grado pero a quien aprecié mucho y con quien nos copiábamos en los exámenes. Me dio un gusto enorme. Ella estaba muy nerviosa, se reía de nervios y me daba cualquier cantidad de explicaciones de la razón por la que se atrevió a llamarme. Me dijo que estaba buscando un nombre en la guía telefónica y de pronto se topó con mi apellido. Debido a que tengo un apellido muy raro para este país, solamente mi hermano, yo y tres o cuatro personas más aparecemos en el directorio telefónico, así que no fue muy difícil pensar que efectivamente era yo a quien pertenecía ese número. Dice mi amiga que se la pensó varios días antes de atreverse a llamar e incluso hizo una llamada antes, pero respondió la contestadora automática y no quiso a dejar recado.


Conversamos un buen rato, tratando de actualizarnos y de buscar algún tema en común. Me contó de su carrera, de su matrimonio, de sus hijos y de su vida actual. Le conté de mis estudios, de mi soltería y de que no tengo hijos. Fue muy agradable la llamada, pero sin sentido. Como sucede en esos casos, me sentí obligado a pedirle su número telefónico y preguntarle ¿a ver cuándo nos vemos, no? ¿qué tal si nos tomamos un café algún día? Ella, encantada, -pero creo que en el fondo escéptica- me dio su número telefónico y nos despedimos. Sabrá Dios si algún día nos volveremos a contactar.


Todo eso me hizo pensar en aquellas viejas amistades y parejas que se han quedado lejos en el tiempo. Aquellas con las que fuimos íntimos y que ahora seríamos unos perfectos desconocidos, pero al mismo tiempo, si nos encontráramos, nos quedaría una sensación de que, de alguna forma, hay una conexión, algo que nos mantiene unidos.


También hay gente que dejamos en el tiempo y que quisiéramos ver y, por qué no, hasta volver a tener alguna vez aquello conocido como "la cogidita del recuerdo" o bien saldar una factura pendiente porque justo con esa persona nunca tuviste nada y piensas que tal vez deberías haber tenido alguna hisotoria sexual con ella, pero estabas muy chico o muy inocente o qué se yo, pero la cosa es que no sucedio nunca.


Aquí es donde me encuentro ahora, tratando de recordar gente que aplique para esos dos casos, aquellas con las que quisiera una reunión para recordar aquellos viejos tiempos y aquellas otras con las que nunca tuve nada pero que me arrepiento de haber estado tan dormido.


En el primer caso creo que mis dos últimas relaciones aplicarían perfectamente, sin embargo creo que son muy recientes como para que encajaran justamente en esta categoría de lo que está realmente lejos en el tiempo. Tal vez no encajaría porque todavía tendría consecuencias sentimentales para ambos, pero el caso es que La Internauta Italiana y Audrey serían aquellas dos relaciones que terminaron hace algún tiempo y con las que encantado me volvería reunir para un nuevo acostón. Lo que sucedería con ellas después es lo que me inquieta, pero bueno, ahí está.


De aquello de las facturas pendientes, tal vez con una compañera de la primaria, que me gustaba mucho cuando era chico. Se llamaba Patricia. Ese es su nombre real. Era flaca y de pelo largo y lacio. Era bonita. Después de la educación básica perdimos todo rastro cada uno del otro y creo que sería imposible dar con ella después de 30 años, con el considerable miedo de que me encuentre con una señora gorda de 42, llena de arrugas y canas. Pero haciendo eco de la imagen que tengo de ella, me la imagino madura pero super conservada, delgada, buen cuerpo de mujer madura y muy inteligente. Creo que un acostón, o dos, o tres, con Patricia sería genial, incluso medio prohibido, no sé. Como que aquello de haber sido casi hermanitos cuando teníamos 11 y 12 años resulta algo medio incestuoso. Lo haría encantado. ¿Cómo nos sentiríamos? Nos moriríamos de la risa, seguro y tal vez habría confianza, seguridad, afecto y un sutil sabor a los buenos tiempos. Paty, si andas por ahí, manifiéstate, que este blogero te extraña.
De hombre, mmhh, bueno, creo que sí volvería a acostarme con el Médico Catalán. De hecho lo he pensado muchas veces, pero para este caso no aplica tanto, porque no es tan lejano en el tiempo. Pero lo haría, eso es cierto.
En cuanto a facturas pendientes, creo que aquí sí hay muchas opciones porque muchas veces me quedé con ganas de saber un poco más de mis amigos. Había uno en la primaria que se llamaba Leandro, que era mayor que yo y que se la pasaba todo el tiempo pensando en erecciones, masturbaciones, tocamientos y experiencias con chavas. Con él tuvimos muchos juegos sexuales de chicos, pero en ese tiempo yo ni siquiera estaba sexualmente desarrollado y no tenía orgasmos. Más tarde, cuando estudié una carrera técnica hubo un compañero con el que también teníamos ciertos juegos y tampoco nunca llegamos a nada concreto, ése también debería pasar lista. Recuerdo que nos tocábamos por abajo del pupitre. Pero teníamos "claro" que a ninguno de los dos nos gustaban los chavos, así que eso nada más era un divertimento. De eso, hace como 20 años.
Hubo otros y otras, varios y varias más, pero por el momento eso es lo que recuerdo. Irán apareciendo más adelante.

No hay comentarios.: